Memorias de Alfonso Guerra: Rajoy "el dormido", Aznar "el de la capa" y "Groucho" Cospedal

Memorias de Alfonso Guerra: Rajoy "el dormido", Aznar "el de la capa" y "Groucho" Cospedal

Rajoy es “el presidente dormido”; Aznar “el tío de la capa que grita ‘Volveréééé’”; y Cospedal un “Groucho Marx” que justifica los sobresueldos a su extesorero Luis Bárcenas con una frase digna del guión de Una noche en la ópera.

Alfonso Guerra no se muerde la lengua, de la que en ocasiones emana veneno irónico y, sobre todo, muchos recuerdos. Evocaciones que ha trasladado no sin reticencias a su tercer tomo de memorias. Una página difícil de arrancar (editorial Planeta) aborda el período que marca su salida de la vicepresidencia del Gobierno, en 1991, hasta la actualidad.

DEL HOY AL PASADO

Durante la rueda de prensa de presentación del libro, Guerra se ha adentrado en terrenos pasados y no ha esquivado una sola pregunta sobre cuestiones del presente. Varios ejemplos: el socialista no es partidario de las listas abiertas (“Ya sé que todo el mundo en España opina lo contrario y que lo van a hacer, pero mi opinión es que no es conveniente y que se arrepentirán cuando lo hagan"); tampoco lo es de las primarias ("No son lo más democrático, como la gente piensa, y conducen al cesarismo, porque el señor que sale elegido como gran líder dice: 'el programa lo hago yo y la lista la hago yo'"); considera que Rubalcaba es aún la persona adecuada para liderar el PSOE (“Las primarias se celebraron sólo hace año y medio, es una frivolidad intentar cambiarle ahora”); y se muestra muy crítico con la gestión de Mariano Rajoy (“Se quedó dormido el día que ganó las elecciones y se piensa que está despierto. Rajoy es un presidente dormido”).

Pinceladas de la actualidad con el paisaje de fondo de la historia. Alfonso Guerra no elude cuestiones polémica en la historia del PSOE, como el caso Filesa (“Fue un aquelarre judicial”), su progresivo distanciamiento con Felipe González, cuya relación ahora se limita a un mero intercambio epistolar, el caso GAL (“Garzón tiene una pasión incontenible por sí mismo”) y la gestión de Zapatero.

Respecto a este punto es extremedamente crítico, sobre todo con su gestión en la noche del 9 al 10 de mayo, durante la reunión del Ecofín “que cambió la política de Zapatero y paralizó el proyecto europeo, si es que no ha acabado con él”. Desde su punto de vista, cuando Zapatero anunció días después un cambio brusco en su política cavó su propia tumba política. Lo podría haber evitado, sostiene: “Yo hubiera dimitido y me habría vuelto a presentar con un programa en el que explicara que no aceptaba las exigencias de Europa”, razona.

El propio Guerra presume de que en su libro, en el que dice que también hay mucha autocrítica, se aportan pasajes desconocidos. Por ejemplo, sus gestiones para que la Cuba de Fidel Castro recibiese al senador estadounidense Gary Hart. Para ello, Trinidad Jiménez —más tarde ministra de Sanidad y de Asuntos Exteriores— tuvo que hacerse pasar por la esposa del político demócrata.

CRÍTICAS A BONO Y BLAIR

La presentación de Una página difícil de arrancar ha contado también con varios dardos envenenados. Hacia Tony Blair, del que dice que su Tercera Vía tan sólo fue una forma de “engañar a la gente para hacerse millonario” o hacia José Bono, cuyas memorias no han servido, en absoluto, como ejemplo para redactar las suya: "El editor tuvo la amabilidad de enviarme su libro pero en seguida lo metí en un cajón y no he leído ni una página", dice sonriendo.

Son páginas que, como el propio autor reconoce, marcan el punto final a sus recuerdos políticos. “Sabía que escribirlo me iba a provocar mucho dolor”, algo que le hizo dudar sobre la conveniencia o no de cumplir con el encargo editorial. De hecho, estuvo cinco años debatiéndose entre esas dudas y dos escribiéndolo.

Guerra presume de que estas memorias sí están escritas por el autor (“cosa que no siempre sucede”) y aspira a “crear reflexión y sentimiento”. “Y lo hago con claridad y un cierto estilo, cuido el lenguaje, me apasiona el castellano, quiero imprimir velocidad a la lectura”, explica. Defiende la coherencia como uno de los valores a los que debe aferrarse un buen político porque "rejuvenece más que el bótox" y se siente "muy querido" por los ciudadanos: "Sé que hay millones de personas que confían en mí más de lo que yo merezco, que me quieren pese a que yo no he hecho méritos; aunque también haya 400.000 que me tengan ganas", reflexiona.

A muchos, su nuevo libro les escocerá.

A MANO, Y SIEMPRE POR LA DERECHA

Alfonso Guerra ha escrito a mano las 617 páginas de la tercera y última parte de sus memorias. Nada de ordenadores, ni siquiera el temor al folio en blanco. El socialista, si acaso, siente pánico al cuaderno en blanco.

Su volumen le ha ocupado “cuatro cuadernos venecianos de 563 páginas” escritos a la forma machadiana de las dos direcciones: “Siempre por la derecha y, cuando se acaba, le doy la vuelta al cuaderno y vuelvo a escribir sobre las páginas derechas”.

Le salieron más de 2.000 páginas. Hubo que eliminar muchas partes, que se han quedado metidas en un cajón. “A lo mejor las aprovecho para escribir otro libro”, ríe de forma pícara.