El 'boom' de las memorias políticas

El 'boom' de las memorias políticas

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José María Aznar publica libro. Y Felipe González. Y José Luis Rodríguez Zapatero. Y Pedro Solbes. Y Julio Anguita.

Nombres de tanto fuste que se unen a la larga lista de políticos que, en algún momento de los últimos meses, han sufrido el vértigo del folio en blanco. Una sensación que también han experimentado José Bono o Alfonso Guerra. El primero lanzó, en septiembre de 2012, Les voy a contar. El segundo, Una página difícil de arrancar: memorias de un socialista sin fisuras.

Tantos libros de memorias —lo son las obras de Aznar, Zapatero o Solbes— o de ensayos políticos —el libro de González— podrían llevar a pensar en un boom del género. En una competencia entre autores que en su momento disfrutaron de las mieles del poder y que hoy combaten por coger el mejor sitio en las librerías.

Ramon Perelló, director editorial de Ediciones Península del Grupo Planeta, rechaza la idea del boom de las memorias políticas. De hecho, lamenta el retraso que sufre España respecto a otros países europeos en esta materia. En Reino Unido, por ejemplo, es casi una tradición que los líderes políticos publiquen su correspondiente tomo de recuerdos a los pocos años de culminar sus mandato. Lo hicieron, por ejemplo, Margaret Thatcher o Tony Blair.

“Aquí muchos expolíticos no se sienten obligados o les da mandra cumplir con lo que debería ser una obligación más en sus responsabilidades: dar cuenta con posterioridad, con calma y con honestidad de lo que hicieron y del periodo en que fueron protagonistas destacados de nuestra historia”, explica.

Esa es la teoría de lo que debería ser. La práctica refleja la reticencia de muchos a relatar lo que vivieron —como Felipe González—, cuando no el rechazo de plano al ejercicio de la evocación: “No. Lo olvidaré todo”, asegura el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba.

“Nunca se publican unas buenas memorias porque los que las escriben están atados. Siguen en Endesa, en los bancos… no pueden hablar. Por eso las memorias no son tan interesantes”, opina el expresidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla. “Yo las leo y no dicen nada”, asegura tajante. Y remata: “Estos libros apenas tienen salida entre los acólitos del autor. Poco más”.

“Los políticos escriben muy a menudo verdaderos panfletos históricos y libros de propaganda”, escribió en El País el historiador Julian Casanova, muy crítico con el primer tomo de las memorias de Aznar (“un cuento, simple, de relato plano, que reproduce su entrañable imagen de honrado, austero, listo, sin ambiciones, y siempre dispuesto a trabajar por España”).

Desde su punto de vista, este tipo de obras carece del más mínimo valor histórico porque “la destreza para relacionar el pasado y el presente, tan necesaria para escribir memorias, está a menudo ausente”. “Por eso pocas superan el paso del tiempo, aunque sus protagonistas apelen al juicio de la historia”, zanjaba.

CÓMO DEBEN SER

La pregunta que se plantea cualquier político que se decide a tirar de evocaciones es clara: ¿Cómo lo hago? “Deben aportar datos y revelaciones desconocidas por todos y deben provocar algún rasguño no sólo a los adversarios —políticos o de otros ámbitos— sino, sobre todo, a los allegados y hasta ese momento próximos o afines”, señala el director editorial de Ediciones Pneínsula, quien asume la parte de responsabilidad de los editores, que deben evitar libros que “contengan falsedades o imperdonables olvidos”.

“Tienen que contar algo que no se sepa. Virginia Drake lo hizo muy bien cuando publicó en la biografía que escribió de Esperanza Aguirre sus quejas por vivir en una casa de techos muy altos que le obligaba a pagar mucho en calefacción”, opina María Jesús Güemes, que coescribió junto a Pablo A. Iglesias Si yo fuera presidente, la primera biografía en España sobre Mariano Rajoy.

Son revelaciones que Aznar ha sabido diseminar de forma muy acertada en su segundo libro de memorias: su soledad en la primera campaña electoral de Mariano Rajoy, sus comentarios a Hugo Chávez sobre la implicación del Gobierno español en el Golpe de Estado que sufrió el mandatario venezolano a comienzos de siglo, o sus críticas a Zapatero han sido noticia en todos los medios de comunicación. “No sé si eso sirve para vender, pero sí para hacer muy buena publicidad”, señala Güemes.

EL QUIÉN O EL QUÉ

Es un debate con varias ramificaciones y otra disyuntiva: ¿Es más importante quién escribe el libro o lo que se cuenta en él?

“Una Esperanza Aguirre, que es cañera, atrae mucho más la atención. Aznar siempre es polémico y, por eso, una garantía de éxito. A Aznar siempre le vas a sacar punta, por su ego, por lo que dice… ¡Si cada vez que habla es noticia!”, comenta Güemes.

El mayor o menor número de ejemplares vendidos “depende, obviamente, del autor, de hasta dónde llega lo que cuenta y cómo lo cuenta, y del momento en que se publica”, opina el director editorial de Ediciones Península. La sinceridad está directamente relacionada con los ejemplares despachados: “Cuando se atreven a dar cuenta de lo que han protagonizado con un alto grado de sinceridad, es lógico que alcancen cifras que superan las decenas de miles”, apunta.

Güemes es mucho menos optimista: por muchas anécdotas jugosas que se relaten, “jamás se convertirán en un best-seller, eso está claro, nunca serán un 50 sombras de Grey”.

LOS CASOS DE ÉXITO

La realidad demuestra que siempre hay excepciones a la regla. Pese a no ser unas memorias —aunque sí dedica una buena parte a explicar quién es—, el último libro de Miguel Ángel Revilla, Nadie es más que nadie, lleva semanas y semanas acomodado en la lista de los más vendidos en no-ficción. Según datos de la editorial Espasa, sólo en 2012 despachó 38.000 ejemplares, “una cifra magnífica”.

Sin embargo, esta cantidad es pírrica comparada con los los 130.000 que lleva vendidos este año del mismo volumen. Desde Espasa creen que la calidad de la obra, las apariciones televisiones del expresidente cántabro y, sobre todo, el ímpetu que pone el propio Revilla en dar a conocer su ensayo allí por donde va —y va a muchos lados— son los principales factores que han contribuido a desterrar la idea de que best-seller y ensayo son términos antagónicos.

El propio Revilla cree que la clave del éxito reside en otra cuestión muy diferente: la claridad expositiva y el hecho de que haya escrito “lo que me da la gana”. “Hace cinco años me propusieron escribir el libro y les dije que no, porque a ser presidente de Cantabria tenía que hablar bien de todos los políticos a los que tenía que pedir cosas para mi tierra. No podía decir lo que escribo ahora sobre Pepiño Blanco ni de Zapatero. Yo no era libre”.

Una vez que liberado de las “ataduras”, ya ha podido escribir lo que piensa. Siempre de forma directa y con un estilo accesible para todo el mundo: “Utilizo un castellano muy sencillo que lo pueden entender un catedrático y un ama de casa que está friendo unos huevos”, señala.

Muy a pesar de las editoriales, el lanzamiento de este tipo de obras suscita un interés que nada tiene que ver con el contenido de los libros y sí en cuánto ha cobrado el político. En Ediciones Península (Grupo Planeta), apelan a “la privacidad de cada autor” para no aportar ni una sola cifra, aunque en los mentideros políticos se manejan unas cantidades que ya se han dado por buenas. Por ejemplo, que Aznar recibió un adelanto de un millón de euros y que Zapatero cobrará una cantidad similar por el libro que publicará a finales de este mes.

Sí se sabe seguro, porque él mismo lo confirmó, que José Bono cobró 800.000 euros por poner su vida negro sobre blanco. Es la referencia a la que acogerse para echar cálculos.

Pese a ser cifras muy elevadas, están a años luz de lo que han cobrado otros mandatarios políticos. Bill Clinton se embolsó más de 11 millones de dólares por escribir Mi Vida (Plaza & Janés) y Margaret Thatcher 4 millones de euros por Los años de Downing Street.

No hace falta ser un genio en matemáticas para concluir que, por muy bien que se vendan los libros, a las editoriales nunca les sale a cuenta.