José Félix Hoyo, de Médicos del Mundo: en Sierra Leona la vida se reduce a "comer, dormir y ébola"

José Félix Hoyo, de Médicos del Mundo: en Sierra Leona la vida se reduce a "comer, dormir y ébola"

MDM

Más de 7.500 personas han muerto y se han registrado unos 20.000 casos este año del brote de ébola de África Occidental, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La epidemia estaba desbocada, hasta que llegaron los primeros casos a países desarrollados y la comunidad internacional, aunque tarde, se puso manos a la obra. El esfuerzo empieza a dar sus frutos, aunque queda mucho por hacer para controlar el virus. En Liberia empiezan a bajar las cifras de infectados, en Guinea-Conakry suben y bajan, pero nunca hubo tantos casos como en Liberia, y en Sierra Leona, donde el virus está en expansión, la curva está moderando su trayectoria ascendente.

Hay motivos para un cierto optimismo, según José Félix Hoyo, de Médicos del Mundo, que acaba de volver de montar un centro de tratamiento del ébola en Moyamba (Sierra Leona) y cuenta a El Huffington Post cómo es el día a día en un país donde "no hay nada más que ébola" y la vida se reduce a "comer, dormir y ébola. Todo es ébola".

Frenar el avance del virus en un lugar donde medidas básicas de higiene son complicadas por la sencilla razón de que la mayoría no tiene agua, y mucho menos jabón o dinero para comprarlo. Allí, explica el médico cooperante, viven en chozas con techos de paja y no tienen electricidad.

"La población hace una vida que intenta ser normal, pero no se tocan, no se abrazan. En cada uno de los establecimientos, que son microtienditas, hay grifos para lavarse las manos. Muchas veces en la carretera hay controles de temperatura -si tienes fiebre, vas a ingresar como sospechoso en un centro- y esto ocurre cada 10 kilómetros. Está prohibido tocarse, abrazarse", explica Hoyo.

Están también los "lock down", cuando se revisa casa por casa y los ciudadanos no pueden salir de su domicilio a no ser que tengan un certificado especial. "Según dicen, porque yo no lo he podido comprobar, son bastante cariñosos", cuenta Hoyo, para quien Sierra Leona es "un lugar particularmente amable, pero viven en una situación absolutamente dramática".

La información sobre cómo prevenir los contagios se mueve boca a boca y por radio. Tienen emisoras, según el cooperante, con nombres como Top ébola, Radio ébola y Ébola hits, donde se emiten programas divulgativos y canciones que explican a la población que no deben tocar a la gente, han de lavarse las manos, etcétera.

"Uno de los carteles que más ves en la carretera en Sierra Leona dice 'Ébola is real'", según Hoyo. "Había que hacerles ver que el ébola existía, que no era cosa de brujería, y que si no tomaban medidas, probablemente sus familias o ellos iban a morir".

EL BARNIZ DEL MIEDO

"Somos extremadamente iguales. Cuando a una sociedad la barnizas de miedo, pierde una capa de protección que te hace ver qué es lo que de verdad piensa". En Sierra Leona ha habido algún altercado relacionado con malentendidos y rumores. Por ejemplo, se hicieron algunas huelgas porque se decía que en algunos centros de tratamiento pagaban más que en otros, o que el Gobierno se llevaba dinero. Pero sobre todo, recuerda cuando se publicó que el suero hiperinmune de pacientes podía curar la enfermedad. Como estaba prohibido entrar en los centros por razones de seguridad, algunos pensaron que las organizaciones internacionales "nos llevamos su sangre para curarnos a nosotros mismos".

"Nuestras reacciones son idénticas", insiste Hoyo. Cuando él vuelve a España desde el terreno, a pesar de no tener ningún síntoma y por lo tanto, como se ha publicado incansablemente, no puede infectar a nadie, nota que hay gente de su entorno que no le quiere ver. "Pero no me lo dicen. Yo les entiendo perfectamente, sé que tienen miedo".

En Sierra Leona el miedo al contagio está disparado. "Hay zonas donde la carga viral del ébola es muy alta. De vez en cuando hay virus por ahí, pero no sabes dónde están", y ocurren cosas como un caso en el que una persona se infectó en la calle porque se hizo una herida que tocó un vómito. Las informaciones que les llegan las contrastan concienzudamente, porque llegan todo tipo de historias. "Lo cierto es que conseguir un dato epidemiológico o científico en Sierra Leona es bastante complicado", explica, Pero hay cosas que están claras, como que una persona asintomática no es contagiosa.

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Enterramiento en Moyamba.

LA HAPPY SHOWER DE LOS SUPERVIVIENTES

"La esperanza de vida en Sierra Leona no llega a los 50 años, y la vida y la muerte se miden de distinta manera", responde Hoyo cuando se le pregunta por el miedo de quienes saben que tienen un 60% de posibilidades de morir. "Es una enfermedad que cuando te mata suele ser bastante limitante; no hay tiempo para pensar que te estás muriendo".

Hay tres grupos de pacientes: los que casi no presentan síntomas -tienen un poco de vómitos y diarrea y mucha fiebre- y se curan; los que en tres o cuatro días se deshidratan brutalmente con vómitos, diarreas y hemorragias, entran en coma y mueren "y prácticamente no tienen tiempo de pensar si están viviendo o muriendo"; y un grupo intermedio que mueren entre el sexto y duodécimo día, "que sí son conscientes de lo que les está ocurriendo y de que la situación puede ser mala".

"Hay muchas cosas bonitas dentro del centro de ébola. Hablas con los pacientes. Les dejas hablar de todo. Eres capaz de establecer relaciones que en otras circunstancias serían imposibles". Los equipos de sanitarios, cuentan, acaban bailando con ellos, contando chistes, charlando.

Los que sobreviven pasan por lo que llaman "happy shower". Primero se despiden de los demás pacientes, y pasan a una ducha, donde se desinfectan, se quitan la ropa -que se quema para que nada salga del centro-, y se les dan nuevas prendas. Fuera les esperan con gritos y aplausos. "Se les regala un kit de higiene, comida, algo de dinero, más ropa. Hay personas que les acompañan a donde viven y hablan con la comunidad. Se les da un certificado de que están curados y se explica a la comunidad que esa es una persona especial porque ya no puede tener ébola. No significa que ya no pueda contagiarlo si toca fluidos de otra persona. Luego se hace un seguimiento de salud mental dentro de la población a la que se ha trasladado el paciente. El tiempo lo cura todo, pero al principio hay un poco de desconfianza".

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El equipo de Médicos del Mundo el día de la inauguración del centro en Moyamba. José Félix Hoyo es el que está el extremo derecho, con gafas blancas. En el centro, con gafas oscuras, barba y pantalón beige está Julio Martínez, y detrás de él, con el pelo corto, Helea Sáiz. Hoyo señala que ambos, españoles, son fundamentales en el proyecto.

LA COREOGRAFÍA DE UN CENTRO DE TRATAMIENTO

Hoyo acaba de dar por terminada la fase de instalación de un nuevo centro de Tratamiento contra el ébola en Moyamba (Sierra Leona) que ha coordinado y del que se siente especialmente orgulloso. Si hace apenas nueve meses no conseguían los 80.000 euros que necesitaban para un proyecto de prevención en Koinadugu, también en Sierra Leona, ahora no lo han tenido fácil para desplegar y ejecutar los 10 millones de euros de financiación que les ha otorgado la agencia de cooperación de Reino Unido. Además de su centro, con 100 camas, el mismo día, el 19 de diciembre, se inauguraron otros tres en la misma zona y con la misma capacidad. La logística -han necesitado 35 trailers de alto tonelaje y todavía les faltan cosas- no es fácil en un país donde no hay ni agua corriente.

En el centro "todo tiene que funcionar como un reloj". "Cada clavo tiene que estar puesto en un sitio, cada spray para cero anticontaminación debe estar puesto en uno, los trajes tienen que coincidir perfectamente, tienen que ser los adecuados. La forma de moverse dentro del centro es una forma particular, parece una coreografía. Cada uno se mueve de una manera por algo". "Todo eso tiene que cuadrar con 250 personas contratadas de personal local y más o menos unos 40-50 expatriados", explica, y para ello, hacen cursos para que los unos y los otros "tengan una mente unificada y seamos capaces de hacer todos los mismo". Como dice, "el riesgo de uno es el riesgo de otro".

Su organización ha desarrollado sus propios protocolos, basados en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y otros organismos internacionales, y su procedimientos adaptados al centro. Los más complicados tienen hasta 30 pasos y describen cosas que hacemos automáticamente, pero que allí no se pueden dejar al azar: "Cuando se abre la puerta al entrar, quién pasa primero, dónde se coloca, hacia qué lado se mueve, quién habla con el paciente, quién le da la aguja a la enfermera que va a sacar sangre, qué se le dice al paciente, dónde se tira la aguja, qué tienes que hacer con el recipiente donde se tira la aguja, etc". Para que todo el mundo haga exactamente lo mismo, se plastifican y se pegan en las paredes.

Todo está previsto. Hay protocolos de nutrición específicamente dedicados al ébola que indican cuántas veces puede comer un paciente y qué: "Y eso hay que adaptarlo a la comida local, porque si no los pacientes no comerían", señala Hoyo.

Hay personas que se encargan solo del proceso de desvestir. "Cuando uno sale del area de alto riesgo [con el traje de protección] a veces está sudando, a veces las botas tienen un charco, hace muchísimo calor, estás cansado y estresado y necesitas alguien que te diga exactamente lo que tienes que hacer para que no te despistes y toques alguna parte del traje con el cuerpo y mucho menos con las mucosas o la boca. Tiene que haber alguien que esté pendiente de eso, y por supuesto apuntarlo, por si hay algún inconveniente, que se analice al final del día y se vea lo que ha ocurrido". De momento, por suerte, en su centro no ha habido ningún percance, pero el riesgo existe y se intenta controlarlo "hasta un punto casi obsesivo".

MODERADO OPTIMISMO

Este médico con muchos años de experiencia en proyectos de cooperación ve "perspectivas positivas" donde hace tres meses todo era muy negativo. "Si el esfuerzo continúa como hasta ahora, yo sería moderadamente optimista".

"Todavía queda mucho trabajo, mucho tiempo para acabar con esta epidemia, y no nos podemos despistar, es decir, que este esfuerzo que hemos hecho tiene que continuar", subraya, porque el trabajo necesario para controlar el virus, dice, "es muy complejo y muy caro". Falta mejorar coordinación de la trazabilidad de los contactos de los contagiados, para vigilarles y ponerles en aislamiento, reforzar la seguridad de los entierros, especialmente en zonas remotas, y que los centros funcionen a plena capacidad.

Como señala, el ébola no es solo un problema de África Occidental, sino que, como se ha visto, atañe a todo el mundo. "Es un trabajo necesario para todos. Esta vez está muy claro. Siempre lo está, pero esta vez más todavía". Sierra Leona "está ahí al lado, se tardan cinco horas en llegar". "Hay un sistema de salud pública pésimo, horrible, y yo creo que si alguna lecciones tenemos que aprender de esto es que hay que trabajar allí para que estas cosas no vuelvan a ocurrir. Y es muy importante importante que entendamos que parte de esto esto también es culpa nuestra", concluye.