¿Estás loco o eres librero?

¿Estás loco o eres librero?

TIPOS INFAMES

“Este hijo mío es tonto', pensaría cualquier padre al que le dijeras que vas a montar una librería en plena crisis”, dice Alfonso Tordesillas, uno de los tres Tipos Infames que en el 2010 se empeñaron en abrir la librería en la que a ellos les encantaría perderse y ha resultado ser “un cúmulo de nuestras filias y fobias”, ampliamente compartido por una clientela que les adora.

A Pere Fernández le pasó lo mismo cuando, hace cuatro años, se atrevió a poner en marcha Pequod: “La familia lloraba, era un drama, que si estábamos locos, de todo nos dijeron”, cuenta con el orgullo de haber demostrado que Consuelo Gallego –su entonces compañera de aventuras- y él no estaban tan trastornados como parecía. “Se ha producido un efecto llamada instalándose alrededor librerías similares y, entre los fieles, hay gente de cualquier edad que aman los libros”.

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Los tres fundadores de Tipos Infames.

Curro Lorca, Gonzalo Queipo y Alfonso Tordesillas eran tres estudiantes de historia del arte que disfrutaban descubriendo nuevas lecturas y compartiéndolas y que un buen día comenzaron a publicar en un medio en el que se ligaron con sus recomendaciones frescas y distintas a un público que pronto se convirtió en devoto.

“Hablábamos sobre lo que no tiene cabida en los grandes medios y nos ayudó a detectar las lecturas que gustaban. Esa es la filosofía que nos empujó a montar Tipos Infames”, recuerda Alfonso. Buscar la diferencia para ser únicos. Como Verlaine y Rimbaud y el grupo de poetas del cuadro de Henri Fantin-Latour con el que comparten título, Tipos Infames. Lo que les distingue es una cuidada selección de narrativa (7.000 títulos) y la emoción con que transmiten sus últimos descubrimientos, ya sea un clásico o una joven promesa, y en los que estampan el sello ‘canela fina’, para que no haya duda de que merecen ser leídos.

Los habituales suelen tener un Tipo Infame más afín a sus gustos con quien intercambian títulos y debaten, entre cafés, cervezas o vinos, según la hora del día. “Nos gusta la idea de librería de barrio, como un ultramarino”. Nada más abrir en la Malasaña más hipster se les cayeron los esquemas, cuando en lugar de ver entrar solo a gente modernita con inquietudes culturales de su generación empezaron a llegar jubiladas superlectoras, médicos, amantes maduros de la buena literatura y hasta algún político del ramo. Nada de lo que habían previsto en su plan de negocio.

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A meterse en el lío contribuyó bastante que tenían 30 años, estaban libres de hipotecas y cargas familiares y sus respectivos trabajos no les satisfacían. “Gonzalo estaba en La Casa del Libro, Curro tenía una beca y yo, en el Departamento de Comunicación de una universidad privada. Queríamos hacer algo que nos gustara y no se nos ocurrió mejor manera. Hicimos un plan de empresa para poder acceder a ayudas, pero al final te das cuenta que lo único que importa es que tengas avales para que el banco te deje el dinero, que completamos con nuestros ahorros -120.000 euros en total-. La burocracia es horrible, lo peor”, advierte Alfonso. Porque, aunque han logrado que su librería sea un lugar libre de estrés, tan cómodo como el salón de tu casa y en el que enriquecerte intelectualmente mientras haces amigos, el negocio tiene su cara B. “Al principio trabajábamos 12 horas al día y sin cerrar ningún día. Solo era soportable porque estabas con tus mejores amigos. Curro y Gonzalo son excepcionales. Ahora tenemos un horario más lógico”. ¿Algo que nunca venderíais? . “50 sombras de Grey, por ejemplo, no lo hemos tenido. No entramos en si es bueno o malo, pero consideramos otros títulos más interesantes”.

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Desde Barcelona, Pere Fernández elige el libro de Belén Esteban como ejemplo de lo que no tiene cabida en su librería del barrio de Gracia, Pequod Llibres. “Tengo libros de calidad, pero sin elitismos. Soy librero, no el juez de los gustos de la gente. Aunque hay líneas rojas que no paso. El libro televisivo, por ejemplo, es ya un género en si mismo. Mi papel como librero es descubrir otras cosas”. Esas otras cosas son narrativa, ensayo y novela de editoriales independientes “que están editando libros muy buenos y muy cuidados, aunque hay grandes editoriales como Random House que tienen un fondo extraordinario”.

“Soy un librero de vocación tardía. Yo trabajaba, y sigo haciéndolo, como traductor técnico de medicina, química… al que le gustaba leer”. En mayo, hace cuatro años, se lanzó con su expareja a ser librero. “Veo abrir y cerrar librerías en seis meses. Esto es un proyecto de largo recorrido que me da para vivir feliz, básicamente, aunque yo creo que en breve voy a empezar a ganar un sueldo decente. Para que el negocio funcione hay que darse un plazo de cinco años”, explica convencido de que la apuesta vale la pena.

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Pere Fernández, fundador de Pequod Llibres.

A él también le sorprendió que los clientes no fueran solo lectores empedernidos de entre 40 y 60 años que han crecido tocando el papel. “Hay muchos menores de 30 que valoran también el diseño de las portadas además de la calidad. Cuando les veo, me doy cuenta de que en este país nos fascina el catastrofismo. Si fuese por los augurios, ya no existirían ni la radio, ni la prensa, ni los discos, ni los libros. Yo creo que lo que acabará desapareciendo será el libro digital porque la gente asocia cada vez más las pantallas a trabajo y, cuando coge un libro, quiere desconectar de eso. Mis clientes no son parciales pero empiezo a notar cierto hastío de los eBooks porque les falta la magia de leer en papel”. Y es que el placer que proporciona pasar las páginas de un buen ejemplar solo se puede explicar teniéndolo entre las manos.