Entrevista a María Dueñas: "He escrito una novela con alma de novela, no de película o serie"

Entrevista a María Dueñas: "He escrito una novela con alma de novela, no de película o serie"

PLANETA

Si hay alguien capaz de levantar el sector editorial en este país, esa es María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1964). La autora, que apenas lleva un lustro en el negocio editorial, dio la campanada con su primera novela, El tiempo entre costuras, (Temas de Hoy, 2009) que fue traducida a 25 idiomas. Su segunda novela fue Misión Olvido, que publicó en 2012.

Ahora Dueñas, con cinco millones de ejemplares vendidos de sus dos libros anteriores, presenta la que ya es su tercera novela: La Templanza. Cuando apenas queda un mes para la celebración del Día del Libro, y con varias potentes ferias literarias a la vuelta de la esquina, Planeta lanza medio millón de ejemplares de esta obra, que salió a la venta el 17 de marzo y que ya tiene previsto ser traducido en varios idiomas.

En esta nueva novela la escritora se remonta hasta mediados del siglo XIX para narrar la historia de Mauro Larrea, un español viudo que emigra a México en su juventud con dos hijos muy pequeños. Poco a poco se convierte en una figura social de la capital y en todo un magnate gracias a su ascenso desde el más arduo trabajo en las minas de plata de dicho país hasta las inversiones del más alto nivel. Pero ya en las primeras páginas de La Templanza, Larrea recibe un varapalo: su última y más arriesgada inversión se ha ido al garete, y ha perdido todo lo que tenía. Con sus hijos ya mayores, su tranquila vida se tambalea a causa de su ruina y solo ve posibilidades de recuperarse saliendo del país. Larrea coge lo poco que tiene y se marcha a Cuba, en un viaje apenas de tránsito que después le llevará a Jerez de la Frontera, en Cádiz, devolviéndolo a España y haciéndole vivir una vida muy distinta (en lo económico, en lo profesional, en lo amoroso) de la que tenía en la capital mexicana.

Estos días María Dueñas está de promoción por toda España, ha pasado también por Jerez de la Frontera, revisitando los lugares en los que situó a su protagonista. Dueñas saca un hueco para contestar por correo electrónico las preguntas de El Huffington Post.

Tras pasar con tus dos novelas anteriores por Tánger y Tetuán, y después por California, ¿por qué te has decantado esta vez por México, Cuba y Jerez? ¿Por qué ese cruce entre América Latina y España?

Mi intención inicial fue retornar a ese Jerez espléndido de mediados del siglo XIX lleno de prósperas bodegas –más de 400- y con un bullente comercio internacional centrado sobre todo en la distribución del sherry en Inglaterra. Algunas de aquellas bodegas fueron establecidas con capitales de retorno: el dinero que traían los legendarios indianos que retornaban a la madre patria dispuestos a invertir sus caudales en negocios prometedores, como lo era el sector vinatero de Jerez.

Entre aquellos retornados hubo algunos que levantaron su riqueza en las minas de la plata mexicana, y ese fue el perfil que elegí para mi protagonista, solo que decidí darle una vuelta de tuerca y creé un personaje, Mauro Larrea, que conserva la facha y el talante de un acaudalado triunfador procedente de una de las antiguas colonias, pero que en realidad arrastra tras de sí una debacle financiera que se esfuerza por esconder. Dotar a este hombre de un pasado es lo que me lleva a México -donde se arruina- y después a Cuba –donde se intenta recomponer-. Desde allí, por una serie de carambolas inesperadas, cruzará el océano para llegar a Jerez.

Poder, ambición, lucha por salir adelante... ¿Ves también a la España de entonces, e incluso a la actual, en esta novela?

Se trata de dos momentos históricos muy distintos, pero quizá puedan verse ciertos paralelismos porque lo que en el fondo mueve a Mauro Larrea son problemas, avatares y objetivos comunes a la condición humana a lo largo de los siglos: la incertidumbre, la lucha contra la adversidad, la preocupación por los hijos, las pasiones que surgen a contracorriente y acaban desviando el rumbo de nuestro porvenir…

En El tiempo entre costuras viajaste hasta la II Guerra Mundial, pero aquí has ido incluso más atrás. ¿Por qué te has decidido por esta época?

El inicio de la década de los sesenta del siglo XIX me parecía un momento muy interesante, un punto de inflexión en muchos entornos. Estalla la Guerra Civil en Estados Unidos, que será lo que cause la ruina del protagonista; España ha perdido la práctica totalidad de sus antiguas colonias, pero aún mantiene Cuba como su último gran bastión; frente a ese mermado imperio español, Jerez se afianza con fuerza como un enclave próspero, con una economía más que solvente, con una poderosa burguesía bodeguera, con sólidas relaciones internacionales…

Has titulado la novela La Templanza. ¿Por qué templanza, precisamente?

La Templanza es el nombre de la viña jerezana que pasa de las manos de un decadente clan bodeguero a las de Mauro Larrea. Pero el título tiene también una doble lectura: la templanza es además una deseable virtud cardinal de la que el protagonista carece a lo largo de 526 páginas de novela. En su urgencia por reconstruirse, él se mueve frenético, impulsivo, sin contención… Solo al final, cuando el desenlace le trastoque en lo más profundo, nuestro hombre cambiará también su manera de estar en el mundo y asumirá su futuro de una forma más templada.

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La Templanza tiene una extraordinaria labor de documentación. Desde las ropas a las comidas, las calles, las casas... ¿Cómo ha sido ese proceso? ¿Lleva casi más tiempo documentarse para una novela así que escribirla?

El proceso de documentación es fundamental: necesito que mis ficciones se asienten sobre pilares sólidos que proporcionen un trasfondo ambiental de verosimilitud. No solo me interesa el momento histórico en sí, sino también todo lo que implica: cómo se vivía, se vestía, se hablaba, se comía… Para ello recurro a todo tipo de fuentes, desde las más académicas y ortodoxas, a prensa de la época, antiguas imágenes, literatura del momento, memorias, biografías… Lleva tiempo hacerlo, sí, pero es un trabajo fascinante.

Si de El tiempo entre costuras se logró sacar una estupenda miniserie, ¿qué harías tú con La Templanza, ahora que la tienes fresca?

Me he esforzado férreamente por no pensar en ello a lo largo del proceso de escritura; me he blindado para que no hubiera interferencias. Encerrada en mi cápsula imaginaria, he escrito una novela con alma de novela, no de película o serie de televisión. No obstante, ahora que está terminada y publicada, no cierro puertas.

Es cierto que se trata de una historia muy dinámica, trepidante a veces, con unos escenarios preciosos y unos personajes apasionados y seductores: un cóctel sin duda atractivo para un producto audiovisual. Pero ahora es el momento de que la disfruten los lectores, ya veremos qué viene después…

¿Consideras que esta es una novela que rompe con las anteriores o hay una continuidad?

Rompe solo en lo superficial: tiene un personaje principal masculino, se desarrolla en el XIX… Pero vuelve a adentrarse en la condición humana desde distintos ángulos, explora sentimientos, ofrece una acción ágil y una lectura envolvente… Y con esos ingredientes comunes, confío en que vuelva a cautivar a los lectores otra vez.

En esta tercera novela el protagonista es un hombre. ¿Te ha costado mucho meterte en su piel, hablar desde una visión masculina, o no hay una gran diferencia narrar desde un punto de vista u otro?

No me ha resultado complejo en absoluto; todo lo contrario. Tras componer dos novelas metida en la piel de sendas mujeres, crear a Mauro Larrea me ha resultado enormemente grato y refrescante. No obstante, en la novela hay también personajes femeninos muy potentes: Carola Gorostiza, la causante del inicial cambio de rumbo de su destino; Soledad Montalvo, la mujer que lo enamorará… Su peso en La Templanza es fundamental.

Tras vender millones de ejemplares y con una miniserie de gran calidad que ha ayudado a aumentar la popularidad, ¿hasta qué punto te sientes condicionada por ese éxito?

Intento que me afecte lo menos posible. Ahora tengo más responsabilidades y compromisos, es cierto, pero mi posición es prácticamente la misma que cuando abordé la primera novela: mucho trabajo, las ideas claras, los pies en el suelo y buenas dosis de ilusión volcadas en cada proyecto.

El tiempo entre costuras fue una novela inspiradora para muchos, incluso para otros novelistas, que han hecho algo así como un spin off de tu novela. ¿Has podido leer Un jardín al norte de Boris Izaguirre? ¿Qué te parece su Rosalinda Fox, encaja con la imagen que tú habías hecho de la tuya?

El libro de Boris es una interpretación personalísima de la vida de Rosalinda Fox, y no está conectada en modo alguno a El tiempo entre costuras a pesar de compartir el personaje. Él lo tuvo claro desde el principio y los lectores lo han entendido así; me alegro enormemente de su éxito.

Y ahora, ¿qué? ¿Cómo es el vacío tras documentarse a fondo, escribir más de 500 páginas y promocionarla? ¿Qué estarás haciendo en un par de meses? ¿Tienes otra novela ya en mente o quieres un descanso?

Ese momento de vacío no llega nunca: terminas la escritura y empiezan las correcciones, la planificación del lanzamiento, las entrevistas, la promoción en España y América Latina, las traducciones… Dentro de un par de meses el ritmo de trabajo será mucho más pausado y, aunque probablemente siga acompañando a La Templanza, supongo que mi mente andará ya trotando por otros derroteros imaginarios, empezando a construir en mi cabeza una nueva ficción.

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