'Hombres sin mujeres', de Murakami: eficacia en la distancia corta

'Hombres sin mujeres', de Murakami: eficacia en la distancia corta

Haruki Murakami, en una imagen de diciembre de 2004.Jeremy Sutton-Hibbert via Getty Images

Título: Hombres sin mujeres

Autor: Haruki Murakami

Traductor: Gabriel Álvarez Martínez

Editorial: Tusquets

Páginas: 272

Precio: 18,05 euros en tapa dura y 11,33 euros en ebook.

Fecha de lanzamiento: 3 de marzo de 2015

¿De qué va?

Pocas veces el título de una obra resume tanto su argumento: Hombres sin mujeres es un libro compuesto de siete cuentos que hablan de la soledad y el vacío que se produce tras un ruptura amorosa. Unas veces por causas sentimentales, otras por causas naturales, el enamoramiento se convierte en una enfermedad atosigante que parece no tener cura. En todos los cuentos los hombres figuran como la parte golpeada, pero son en realidad las mujeres —su sombra— las que definen todos y cada uno de los cuentos.

LEE LAS PRIMERAS PÁGINAS DE 'HOMBRES SIN MUJERES'

¿Por qué se habla tanto de este libro?

De este y de cada uno que publique Murakami, tal vez uno de los escritores actuales que más simpatías y rechazos genera. Su estilo —sí, inconfundible—, sus referencias a The Beatles (dos de los cuentos se titulan como canciones de los de Liverpool) y su lenguaje exento de adornos definen también las páginas de esta obra. Hombres sin mujeres es, además, uno de los escasos libros de cuentos de Murakami, que en obras anteriores ya ha dado sobradas dotes de dominio del género.

¿Quién lo escribe?

Haruki Murakami (Kioto, 1949) es ese autor que invariablemente figura en las quinielas de favoritos semanas antes de que se conceda el premio Nobel de Literatura. Ahí está el japonés, un año, y otro, esperando sin éxito que la Academia sueca pronuncie su nombre. Tusquets Editores ha publicado catorce de sus obras, entre ellas diez novelas, un ensayo sobre su afición al running y, con éste, tres volúmenes de relatos: Sauce ciego, mujer dormida y Después del terremoto. Porque además de escribir, Murakami corre mucho y desde hace unos meses ejerce de consultor para todo en su página web.

¿Quién debería leerlo?

La poca complejidad de su prosa hace que sus textos sean accesibles a cualquier tipo de lector. Aunque cuidado, una prosa sencilla no equivale a un argumento simplista. Si por algo se caracteriza Murakami es por sus enrevesadas tramas, muchas veces lindando con lo onírico, y siempre personalísimas. Murakami no sólo narra: aspira a hacer pensar.

Lo que dice la crítica:

Nuestra opinión:

No hay otra: si realmente sabes de literatura tienes que odiar a Murakami. Con todas tus fuerzas, los ojos cerrados y, si es posible, escupiendo indignadas babas por la boca. Hay que detestar todos y cada uno de sus libros; criticar su afición a correr, reírte del consultorio online que ha abierto, despreciar con displicencia sus opciones a ganar el Nobel de Literatura, detestar su obsesión con los gatos y, en general, con todo lo que hable bien de él.

Por ejemplo este artículo.

No, Murakami no merece el Nobel —tampoco tantos otros que lo ganaron— y sus libros no son obras maestras de la literatura. No, sus narraciones no son artefactos de alta precisión ni sus historias perdurarán en la mente del lector más allá de unas semanas o meses. Sus libros no son los mejores, pero sí son buenos libros. Sin más.

Murakami es mejor cuando se mueve en la distancia corta que en la larga: Un órgano independiente, tercero de los siete cuentos que integran Hombres sin mujeres, es realmente soberbio, de lo mejor que ha escrito nunca el japonés. Hay cuentos de gran altura —Sherezade y Kino— y otros que, sin ser nada del otro mundo, tampoco desmerecen el conjunto de la obra.

No es el mejor prosista del mundo, cierto, pero leer a Murakami provoca momentos de gozo al apreciarse destellos de buena literatura.

Las primeras líneas:

El timbre del teléfono me despierta pasada la una de la madrugada. Una llamada telefónica en plena noche siempre resulta violenta. Es como si alguien intentase destruir el mundo valiéndose de una brutal pieza metálica. Como miembro del género humano, tengo la obligación de acallarlo. Así que me levanto de la cama, voy a la salita de estar y descuelgo el auricular.

Una voz grave de hombre me da un aviso: una mujer ha desaparecido para siempre de este mundo. La voz pertenece al marido de la mujer. Por lo menos así se presentó. Y me dijo algo: «Mi mujer se suicidó el miércoles de la semana pasada y, en cualquier caso, pensé que debía comunicárselo»; eso me dijo. En cualquier caso. Su tono me pareció desprovisto de todo sentimiento. Daba la impresión de que dictara un texto para un telegrama. Apenas había silencios entre palabra y palabra. Un aviso puro y duro. La verdad sin ornamentos. Punto.

El vídeo:

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