Iker Casillas, el héroe ninguneado

Iker Casillas, el héroe ninguneado

GETTY

Un cuarto de siglo defendiendo la misma camiseta. 725 partidos en 16 temporadas en el primer equipo del Real Madrid. Tres Champions, dos Intercontinentales, cinco Ligas y dos Copas. Capitán de todo. 147 partidos con la selección absoluta y único español que ha levantado una Copa del Mundo, escoltada por dos Eurocopas. Pero no es suficiente.

En Sudáfrica paró el penalti a Cardozo para seguir soñando y metió el pie para que Robben dejase de soñar. En Ucrania voló para que Rakitic, a bocajarro, no nos hiriese de muerte y enmendó el error de Xabi Alonso en el momento clave de la muerte súbita ante Portugal. En Austria fue el héroe de la tanda de penaltis que cambió la historia del fútbol español. En Glasgow salvó la novena en media hora. En Valencia alcanzó una prórroga a tres manos para que su verdugo salvase un año mediocre contra el mejor Barça de la historia. Y en Sevilla, simplemente, hizo algo imposible con Perotti. Pero no es suficiente.

¿Qué hace caer la imagen de un ídolo sin escándalos de por medio? ¿Qué le convirtió en objeto de mofa cada vez que fallaba? ¿Qué lleva al emblema de un club como el Madrid a marcharse al Oporto? El misterio o ese runrún que se instaló en gradas propias y ajenas desde hace dos años sobrepasaba lo deportivo. Cuando obró sus 'milagros' ya era un portero inseguro por arriba, limitado para jugar con el pie y con altibajos de forma a lo largo de la temporada. Era el debe mejorar asumido y compensado por una providencia a la que ni el más completo podía llegar. Pero hubo un momento en el que Iker dejó de ser de todos. ¿Por qué?

"El principal factor que hace que un personaje deje de ser visto como un ídolo, se le ponga en entredicho o incluso se le llegue a ver como un fraude es la pérdida de confianza en él", cuenta a El Huffington Post María Fernández, coach de personajes públicos y fundadora de Coaching & Media.

En la tercera y última temporada de José Mourinho en Madrid, el equipo había tirado la Liga en diciembre. Estaba a 16 puntos del Barcelona y el portugués señaló a su portero escudándose en motivos deportivos que se cayeron por su propio peso. Nunca más se acordó de Adán. 'Mou' supo utilizar la buena sintonía de Iker con el núcleo duro culé y su relación con Sara Carbonero como armas arrojadizas. Sabía que había un sector entre la hinchada del Bernabéu que no admite ningún tipo de cordialidad, y no digamos ya amistad, con el eterno rival. Dividió al vestuario y el santo se convirtió en topo. Esa imagen de capitán traidor que dejaba mal a sus compañeros y filtraba los trapos sucios a sus amigos de la prensa acabó calando. No mayoritariamente, pero sí de manera significativa. 'Mou' se autoproclamó abanderado del madridismo de verdad, que en realidad no era más que el radical, pero consiguió que nada volviese a ser igual. Las redes sociales hicieron el resto para convertirlo en uno de los reyes del meme.

Herramientas como Twitter han elevado hasta la burbuja el precio de la fama. Probablemente, Arconada y Zubizarreta sepan ahora de la que se libraron. En opinión de la coach, es esa transición de lo privado y pasajero a lo público y perpetuo lo que genera una sobreexposición que, cuando se trata de críticas tan directas, puede dañar la seguridad en uno mismo y repercutir en la autoestima, y más si luego "se hace una montaña de un grano de arena" en los medios de comunicación.

"Si te pones a mirar Twitter y todo lo que se habla de ti, malo". Y lo dice uno de los que mejor conocen la portería del Bernabéu. Paco Buyo, titular durante más de una década en el conjunto blanco y retirado un año antes de la irrupción de Casillas, es partidario de que el deportista se mantenga al margen, no solo porque "se dicen muchas tonterías", sino porque "no es el sentir general".

Y así es como lo percibe Iker. Según fuentes próximas al jugador consultadas por este diario, hace tiempo que existe un "gran ruido alimentado por unos pocos" de una manera constante, premeditada y con fines muy marcados que no es representativo. "Iker recibe cariño en la calle y en todos los campos que visita, y en el Bernabéu también. Los pitos son muy minoritarios, no es lo que parece", aseguran. A pesar de todo, Casillas no ha sentido el problema en el público, ni siquiera en su desgastada relación con Arbeloa y sus amistades tuiteras, sino en su propio club y el trato que éste le ha brindado. No se ha sentido respaldado y no esperaba un trato distinto del que recibieron otros símbolos como Hierro o Raúl.

¿CÓMO SE EXPLICA ESA PÉRDIDA DE CONFIANZA EN ÉL?

Según la experta en imagen deportiva, ese indicador de popularidad se asienta sobre unos pilares basados en el histórico, la preparación y la autenticidad, tres ingredientes que, en el caso de Iker, han sido agitados hasta obtener el cóctel que explica esta resaca.

El primero de ellos es deportivo y responsabilidad del jugador. El aficionado, como ser humano, "infiere automáticamente" que su ídolo tiene que mantener el rendimiento siempre, y si no es así "pierde credibilidad". Y es innegable que el rendimiento de Iker cayó con la falta de minutos. En 2014 ganó las dos competiciones que jugó, pero tampoco hay que olvidar que Mkhitaryan le indultó en Dortmund y que Ramos evitó el chaparrón que se le venía encima en Lisboa. Llegó el mundial de Brasil y fue un manojo de nervios desde que Van Persie le cogió a media salida. A partir de ahí se le espera con la red social de turno cargada. Tanto que, tras sus fallos en los bochornos del Calderón y el Schalke, algunos pensaron que Ancelotti le protegía de su propio público cuando sacaba a Keylor Navas.

Si todo acabase aquí, su caso no sería diferente al de cualquier estrella del deporte que pierde brillo con el tiempo. Pero tenemos dos ingredientes más, añadidos a partes iguales por Mourinho y sus discípulos. La preparación, esa percepción de "ser competente o no", fue puesta en duda de forma sistemática por el entrenador. Hubo un posicionamiento público tan marcado y en ocasiones hiriente que generó el gran debate, agigantado en el momento en que Ancelotti tampoco le devolvió la titularidad completa por el buen momento de Diego López.

¿Es ya un cóctel explosivo? No. Aún podría digerirse. Es el tercer ingrediente el que, en mal estado, resulta devastador. Cuando el entrenador y algunos antiguos amigos del vestuario le señalaron como un mal compañero, llorón y bocazas atacaron directamente a la autenticidad de la persona, un descrédito personal que tiende a justificar el ataque o, lo que es lo mismo, anima a ese barman llamado Internet a servir una y otra vez el cóctel -que a veces es garrafón- hasta poner de moda su consumo compulsivo.

Será el tiempo, cuando se retire, quien diga si todo esto pasa factura a su prestigio. Buyo lo tiene muy claro: "Mira, yo tuve la suerte de no ser pitado, pero otros compañeros míos no y sé que se pasa mal. El vestuario juega un papel importante para que se reponga y no dramatice, porque, pase lo que pase, Iker será recordado como el mejor portero español de la historia".