El griego Manolis, espejo de miles de españoles

El griego Manolis, espejo de miles de españoles

CARLOTA E. RAMÍREZ

ARTEMIS (GRECIA).- Manolis tiene 52 años, una mujer argentina y un hijo de 14 años. Su caso es el de muchos españoles desde el estallido de la crisis. Este domingo ha acudido a su colegio electoral, a unos 60 km de Atenas, en el pueblo de Artemis, a votar "no" a las propuestas que han hecho a su gobierno los socios europeos. Entre otras cosas, "para que la Troika no nos siga humillando", cuenta.

Tiene dos trabajos. Por un lado es funcionario: trabaja en un hospital como cocinero, preparando rigurosas recetas para los enfermos. Por otro, hace traslados de turistas españoles que visitan la capital helena. Se levanta a las 5 de la madrugada para acudir a su primer trabajo y, cuando sale, apenas tiene unas horas libres antes de empezar la segunda jornada.

Hace tiempo que el Estado le retiró la paga de julio y la de navidad. Su fallo: querer construir una casa para vivir con su mujer y su hijo cuando la Gran Recesión ni si quiera se veía a la vuelta de la esquina. "Tengo que tener dos puestos para pagar mi hipoteca. Pedí tres préstamos en su día y nadie me avisó de que lo que está pasando podía ocurrir. Trabajo duro porque quiero pagar mis deudas", explica.

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Cuando comenzó todo con la privatización de la deuda, al contrario que muchos griegos, Manolis se olía los siguientes pasos que iba a dar tanto el FMI, como el anterior gobierno griego. Ya lo había vivido en otro lugar: Argentina, donde tuvo que emigrar en 1986 para buscarse la vida, y de donde volvió en 1991 despues de pasar allí durante cinco años y observar las consecuencias de la dictadura militar y los primeros tiempos de Raúl Alfonsín.

Este domingo, Manolis ha votado "no". "Nos quieren castigar -explica-, porque no hemos bajado la cabeza. No podemos seguir aguantando después de estos cinco años de austeridad". En su casa se consideran unos privilegiados: trabajan tanto su mujer como él, y se preocupan de que Martín, su hijo, pueda tener una buena educación, un buen futuro, y "de que pueda tener sueños". En los últimos años, el funcionario ha sufrido una rebaja de hasta el 50% de los ingresos que entraban en su hogar, a pesar de que seguía trabajando igual o más horas para pagar su hipoteca.

CALMA EN ARTEMIS

Es el día del referéndum y el pueblo de Artemis estaba tranquilo. El colegio electoral en el que Manolis ha ido a ejercer su derecho a voto, estaba a cinco minutos del mar y a 40 minutos de Atenas. Antes de llegar, está el puesto de pescado que se encuentra al principio del pueblo, repleto de bocartes y sardinas frescas y unas cinco o seis personas hacen cola para comprar, a pesar de ser domingo. Los interventores de las mesas escuchan decir en español: "¿Podemos hacer una foto?", se giran entre risas y dicen: "¿Podemos? ¡Syriza!".

Después de votar, algunos bajaban a darse un baño a la playa mientras otros preferían disfrutar de una cocacola en una de las terrazas con vistas al mar. En una de ellas, Manolis recuerda sus años en Latinoamérica y sus viajes a Israel. "Siempre me ha gustado conocer culturas diferentes, he visto mucho mundo", asegura.

A las 19h en Grecia, 18h en España, se cierran los colegios electorales y la suerte estará echada. Grecia se juega su futuro en un referéndum convocado por un Gobierno que solo lleva cinco meses en el poder, pero al que más de la mitad de la población griega parece apoyar. ¿Cómo se despertará el país mañana?

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