Las cinco claves del puñetazo en la mesa de Abbas en la ONU

Las cinco claves del puñetazo en la mesa de Abbas en la ONU

El presidente palestino, Mahmud Abbas, ha dado un puñetazo en la mesa de consecuencias aún desconocidas. En su discurso de ayer ante la Asamblea General de la ONU dio por enterrados los Acuerdos de Paz de Oslo con Israel (1993). Es un intento desesperado por recolocar la causa de su pueblo en la agenda internacional, ahora que hasta el presidente de EEUU, Barack Obama, siempre dispuesto a un guiño retórico por la paz en Oriente Medio, no le dedica ni una línea de discurso.

¿Pero qué supone este desafío de Abbas, el que parece el más importante lanzado a Israel en sus diez años de mandato? Te lo explicamos en cinco claves.

El presidente palestino ha dicho literalmente que ya no se siente "vinculado" por los acuerdos de paz que rigen las relaciones entre palestinos e israelíes desde hace 22 años. La razón: el "constante incumplimiento" de los artículos por parte de Israel. Por tanto, anuncia que buscará la declaración de un estado palestino de pleno derecho "de todas las formas legales posibles". Palestina ya es estado observador de Naciones Unidas, no miembro, desde noviembre de 2012.

Abbas denuncia que Israel no ha cumplido con su obligación de dejar de ocupar suelo palestino, manteniendo su presencia y su control en las llamadas zonas B y C. En las primeras, la administración palestina tiene el control civil pero comparte con Israel el control militar. Constituyen el 21% del territorio. En las segundas, Israel mantiene el pleno dominio, civil y militar, y los funcionarios de Abbas nada pintan. Esta zona supera el 60% del suelo de Cisjordania y el este de Jerusalén e incluye las colonias -ilegales según el derecho internacional- en las que viven cerca de 600.000 israelíes, según la ONU.

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En este mapa de la ONU, bajo la referencia "Oslo Agreement", la leyenda con el reparto de áreas A, B y C).

En su discurso, el presidente también dijo que Israel, y en especial su actual primer ministro, Benjamín Netanyahu, se ha negado a revisar los acuerdos económicos para desarrollo y autonomía de los territorios palestinos.

Por todos esos "incumplimientos", Abbas avanzó que los palestinos no seguirán "siendo los únicos comprometidos con el cumplimiento" de Oslo. "Así, declaramos que no podemos estar vinculados por estos acuerdos".

Pese a todo lo anterior, Abbas no ha dicho expresamente que "rompe" con Oslo, por lo que su andanada es importante pero ahora tiene que cuajar en decisiones concretas. Básicamente, se esperan dos pasos esenciales: que Abbas anule la cooperación de seguridad que mantiene con Israel en virtud de aquellos acuerdos -una amenaza que lleva aprobada casi un año y que no se ha puesto en la práctica, ante las presiones de la comunidad internacional- y que disuelva la Autoridad Nacional Palestina.

Esto obligaría a Israel a asumir "toda su responsabilidad como potencia ocupante", es decir, a hacerse cargo de todas las necesidades de los palestinos, desde la salud a la seguridad, pasando por la educación, algo inasumible, para empezar, desde el punto de vista económico.

Los acuerdos de paz de Oslo, negociados en secreto y firmados en 1993, se consideran históricos porque fueron los primeros en regular las relaciones entre los dos adversarios y establecía un calendario para la independencia palestina. Por primera vez, hubo un reconocimiento mutuo del derecho del contrario, Palestina rechazaba de plano la violencia como recurso de resistencia, se implementó el primer proyecto de autonomía de territorios palestinos -para Gaza y Jericó, nunca llevados a la práctica-, se ponían las bases para la cooperación mutua en materia de seguridad y economía, se creó la ANP para llevar la administración palestina y, clave, se dio un plazo de transición de cinco años que en mayo de 1999 debía concluir con la creación de un país árabe al lado de Israel.

Por primera vez, se fijaron los criterios de debate que han sido el pilar (y la razón de todos los dolores de cabeza y desencuentros) de todos los procesos de paz posteriores: refugiados, asentamientos, seguridad, fronteras y recursos naturales.

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Isaac Rabin, Bill Clinton y Yaser Arafat, firmando los acuerdos en la Casa Blanca.

Los negociadores de entonces, pese al escaso cumplimiento, insisten en aplaudir aquellos acuerdos porque estabilizaron la zona y fijaron dos grupos negociadores, hasta entonces no reconocidos, abriendo las puertas además a una paz duradera entre Israel y Jordania y rebajando la oposición del mundo árabe a los israelíes.

También, desgraciadamente, Oslo sacó lo peor del extremismo de ambos lados, de los contrarios al entendimiento con el vecino. Se fortalecieron los grupos integristas como Hamás o la Yihad Islámica pero también los ultranacionalistas judíos, como Yigal Amir, que acabó asesinando a Isaac Rabin en 1995.

Sus respectivos líderes en entonces -Yaser Arafat e Isaac Rabin- lograron hasta el Nobel de la Paz por la firma de Oslo, ante la mirada de Bill Clinton.

Abbas descarta la vuelta a la mesa de negociaciones, tras dos décadas largas -desde el primer acuerdo de Madrid, en 1991- en las que poco se ha avanzado. Ante los "esfuerzos" de Israel de "socavar" los derechos palestinos, dijo ayer, hay que buscar otros caminos.

Así que la vía que le conviene es la del reconocimiento internacional en paz y por eso pide a la comunidad internacional que "movilice esfuerzos" para acabar con la ocupación, "en línea con las resoluciones internacionales" aprobadas por la ONU desde 1948, cuando se creó el estado de Israel; igualmente, reclama a la ONU protección internacional para su pueblo.

El status quo significa "rendirse a la lógica de la fuerza bruta" y por eso propone pelear en los organismos internacionales en los que ya está integrado tras su reconocimiento como estado observador de la ONU, que incluye la Corte Penal Internacional en la que puede denunciar a Israel por presuntos crímenes de guerra, de lesa humanidad o contra los derechos humanos. Se intensificará, igualmente, la campaña de reconocimiento del estado palestino en todo el mundo, avanza la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Francia lleva semanas tratando de impulsar un nuevo grupo de asistencia internacional para relanzar los contactos entre israelíes y palestinos, pero Abbas le dio las gracias a París y dijo que ya "no merece la pena gastar tiempo en eso". "Nuestro pueblo no merece que se le niegue una patria, morir en el exilio, ser tragado por el mar o pasar su vida de campo de refugiados en campo de refugiados", dijo el rais palestino.

Pese a su negativa a negociar, el sucesor de Arafat insiste en que tendrá su "mano tendida para alcanzar una paz justa" y que su nueva política no va "contra nadie" sino que busca "salvaguardar" los derechos de los palestinos.

Así que que nadie piense que Abbas y su gente va a azuzar la violencia contra Israel. Esa es una vía muerta, rechazada precisamente en Oslo en 1993. A sus 80 años, la pelea que propone el presidente es política. Que ardan las calles tampoco le conviene ni a él mismo, porque las revueltas se le pueden volver en contra.

Otra cosa es que, si su plan no avanza, si la situación sigue estancada, partidos más de izquierda o grupos islamistas, más jóvenes indignados con el status quo -que en realidad no lo es, porque allí no hay estancamiento, sino degradación diaria- acabe por producirse algún levantamiento popular.

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