'Humans Of New York' crea una conmovedora serie de fotos con historias de los refugiados

'Humans Of New York' crea una conmovedora serie de fotos con historias de los refugiados

Un hombre cuyo hermano fue asesinado por ISIS, una mujer cuyo marido murió trágicamente durante una travesía por mar, una niña que gritó “¡matadme a mí en vez de a ella!” cuando vio cómo una multitud que luchaba por subir a un barco aplastaba a su madre… Estas son algunas de las historias de refugiados que se recogen en una conmovedora serie de fotos realizada por Humans of New York.

Este fotoblog se ha labrado un nombre -especialmente en Facebook, donde cuenta con más de 15 millones y medio de seguidores- al documentar las historias y fotografías de gente desconocida que vive en la Gran Manzana. No obstante, el fotógrafo que se encuentra detrás del proyecto, Brandon Stanton, anunció hace unos días un cambio en su enfoque.

“Durante los próximos días voy a compartir historias de refugiados que intentan abrirse camino por Europa”, escribía Stanton en Facebook y en Instagram.

"Durante los próximos días voy a compartir historias de refugiados que intentan abrirse camino por Europa. Además, voy a destacar a algunas personas que están intentando ayudar a facilitarles la inmigración y el asilo. Estos migrantes forman parte de uno de los movimientos de población más grandes de la historia moderna. Pero sus historias están compuestas de tragedias únicas y singulares. En medio de la “crisis de inmigración” actual, hay miles de razones para abandonar un hogar. Y hay miles de dificultades que los refugiados tienen que afrontar en su búsqueda de un nuevo hogar. Como la situación cambia constantemente, no estoy seguro de todos mis destinos. Pero en unos diez días o así, espero compartir tantas historias como encuentre".

Stanton compartió varias historias de refugiados y de sus peligrosos viajes de kilómetros y kilómetros para llegar a Europa. Una de estas historias es la de Muhammad, un hombre sirio que el fotógrafo conoció en Iraq el año pasado.

En una serie de seis fotografías, Stanton compartió la historia de los últimos seis meses de Muhammad, las dificultades a las que se enfrentó intentando reunir dinero para comprar papeles falsos, la paliza que recibió su padre por parte de la policía y el asesinato de su hermano en manos de ISIS.

“Mi hermano ha sido asesinado por ISIS mientras trabajaba en un yacimiento de petróleo”, contaba Muhammad. “Encontraron nuestra dirección en su carnet de identidad, y nos mandaron su cabeza a casa con un mensaje: ‘Los kurdos no son musulmanes’. La más pequeña de mis hermanas encontró la cabeza de mi hermano hace un año. No ha pronunciado ni una sola palabra desde entonces”.

"Antes de marchar hacia Europa, volví a Siria para ver a mi familia una vez más. Dormí en el granero de mi tío durante mi estancia, porque cada día mi padre tenía a la policía llamando a su puerta. En un momento determinado mi padre me dijo: ‘Si te quedas más tiempo, te van a encontrar y te van a matar’. Así que contacté con un contrabandista y emprendí mi camino hacia Estambul. Estaba a punto de partir hacia Europa cuando recibí una llamada de mi hermana. Me contó que la policía le había dado una fuerte paliza a mi padre y que este moriría a menos que yo mandara 5000 euros para una operación. Ese era el dinero que yo tenía para conseguir llegar a Europa. Pero ¿qué podía hacer? No tenía elección. Dos semanas después, me volvió a llamar con noticias aún peores. ISIS había asesinado a mi hermano mientras él trabajaba en un yacimiento de petróleo. Encontraron nuestra dirección en su carnet de identidad y nos mandaron su cabeza a casa con un mensaje: ‘Los kurdos no son musulmanes’. La más pequeña de mis hermanas encontró la cabeza de mi hermano hace un año. No ha pronunciado ni una sola palabra desde entonces". Cos (Grecia) (2/6)

"No dejé de llorar en dos semanas. Nada tenía sentido. ¿Por qué le estaban pasando estas cosas a mi familia? Nosotros lo hacíamos todo bien. Todo. Éramos honrados con todo el mundo. Tratábamos bien a nuestros vecinos. No cometimos grandes errores. Yo estaba sometido a mucha presión en esa época. Mi padre estaba en cuidados intensivos y mis hermanas me llamaban todos los días diciendo que ISIS se estaba acercando a nuestro pueblo. Me volví completamente loco. Un día me desmayé en la calle y me desperté en el hospital. Le di el resto de mi dinero a un contrabandista para que ayudara a mis hermanas a escapar a Iraq. Así que solo me quedaban 1000 euros y estaba varado en Turquía. Para ese momento, mi padre se recuperó de su operación. Me llamó y me preguntó cómo la había pagado. Le conté que un amigo me había dejado el dinero. Me preguntó si había conseguido llegar a Europa. Por primera vez en mi vida, mentí a mi padre. No quería que se sintiera culpable por la operación. Le dije que estaba en Europa, a salvo, y que no había de qué preocuparse". Cos (Grecia) (3/6)

Ahora Muhammad vive en Austria, donde hace poco se le ha concedido la ciudadanía. Sin embargo, su vida en Europa también le ha presentado desafíos.

“The island we landed on was called Samothrace. We were so thankful to be there. We thought we’d reached safety. We began to walk toward the police station to register as refugees. We even asked a man on the side of the road to call the police for us. I told the other refugees to let me speak for them, since I spoke English. Suddenly two police jeeps came speeding toward us and slammed on the brakes. They acted like we were murderers and they’d been searching for us. They pointed guns at us and screamed: ‘Hands up!’ I told them: ‘Please, we just escaped the war, we are not criminals!’ They said: ‘Shut up, Malaka!’ I will never forget this word: ‘Malaka, Malaka, Malaka.’ It was all they called us. They threw us into prison. Our clothes were wet and we could not stop shivering. We could not sleep. I can still feel this cold in my bones. For three days we had no food or water. I told the police: ‘We don’t need food, but please give us water.’ I begged the commander to let us drink. Again, he said: ‘Shut up, Malaka!’ I will remember this man’s face for the rest of my life. He had a gap in his teeth so he spit on us when he spoke. He chose to watch seven people suffer from thirst for three days while they begged him for water. We were saved when they finally they put us on a boat and sent us to a camp on the mainland. For twelve days we stayed there before walking north. We walked for three weeks. I ate nothing but leaves. Like an animal. We drank from dirty rivers. My legs grew so swollen that I had to take off my shoes. When we reached the border, an Albanian policeman found us and asked if we were refugees. When we told him ‘yes,’ he said that he would help us. He told us to hide in the woods until nightfall. I did not trust this man, but I was too tired to run. When night came, he loaded us all into his car. Then he drove us to his house and let us stay there for one week. He bought us new clothes. He fed us every night. He told me: ‘Do not be ashamed. I have also lived through a war. You are now my family and this is your house too.’” (Kos, Greece) (5/6)

Una foto publicada por Humans of New York (@humansofny) el

"Aterrizamos en una isla llamada Samotracia. Estábamos muy agradecidos de estar allí. Pensamos que habíamos llegado a un lugar seguro. Empezamos a andar en dirección a la comisaría para registrarnos como refugiados. Incluso pedimos a un hombre que nos encontramos al lado de la carretera que llamara a la policía por nosotros. Les dije a los demás refugiados que me dejaran hablar en su nombre ya que yo hablaba inglés. De repente, aparecieron dos coches de policía que venían hacia nosotros y frenaron en seco. Se comportaban como si fuéramos asesinos y nos estuvieran buscando. Nos apuntaban con pistolas y gritaron: ‘¡Manos arriba!’. Yo les dije: ‘Por favor, huimos de la guerra, no somos criminales’. Me contestaron: ‘Cállate, Malaka’. Nunca olvidaré esa palabra: ‘Malaka, malaka, malaka’. Era lo que nos llamaban. Nos encarceló. Teníamos la ropa mojada y no parábamos de temblar. No podíamos dormir. Todavía puedo sentir ese frío. No nos dieron comida ni agua en tres días. Yo le decía a la policía: ‘No necesitamos comida, pero, por favor, dennos agua’. Supliqué al comandante que nos dejaran beber. Una vez más, me contestó: ‘Cállate, Malaka’. Recordaré la cara de ese hombre el resto de mi vida. Tenía un hueco entre los dientes, así que escupía al hablar. Decidió ver a siete personas al borde de la deshidratación durante tres días mientras le suplicábamos que nos diera agua. Nos salvaron cuando por fin nos pusieron en un barco rumbo a un campamento en el continente. Nos quedamos allí durante 12 días antes de empezar a caminar hacia el norte. Caminamos durante tres semanas. Lo único que comí fueron hojas. Como un animal. Bebíamos de ríos sucios. Se me hincharon tanto las piernas que tuve que quitarme los zapatos. Cuando llegamos a la frontera, un policía albano nos encontró y nos preguntó si éramos refugiados. Cuando le dijimos que sí, dijo que nos ayudaría. Nos dijo que nos escondiéramos en el bosque hasta que anocheciera. Yo no confiaba en él, pero estaba demasiado cansado como para correr. Cuando cayó la noche, nos montó en su coche. Nos llevó a su casa y nos dejó quedarnos allí una semana. Nos compró ropa nueva y nos dio de comer cada noche. Me dijo: ‘No te avergüences, yo también he vivido una guerra. Ahora sois mi familia y esta es vuestra casa’". Cos (Grecia) (5/6)

Stanton también compartió la historia de una mujer cuyo marido murió porque se hundió el barco en el que intentaba llegar a Europa, y la de un padre y su hija en Lesbos (Grecia).

"Mi marido y yo vendimos todo lo que teníamos para poder pagar el viaje. Trabajamos 15 horas al día en Turquía hasta que tuvimos suficiente dinero para irnos. El contrabandista metió a 152 de nosotros en un barco. Cuando vimos el barco, muchos de nosotros quisimos echarnos atrás, pero nos dijeron que no se le devolvería el dinero a quien lo hiciera. No teníamos elección. Tanto la parte de abajo del barco como la cubierta estaban llenas de gente. Las olas empezaron a entrar al barco y el capitán ordenó que todo el mundo tirara su equipaje al mar. En el océano nos golpeamos contra una roca, pero el capitán nos dijo que no nos preocupáramos. Nosotros estábamos en la parte de abajo, que se empezó a llenar de agua. No había espacio para moverse. Todo el mundo empezó a gritar. Fuimos los últimos en salir con vida. Mi marido me sacó por la ventana. Ya en el agua, se quitó el salvavidas y se lo dio a una mujer. Nadó todo lo que pudo. Después de varias horas, me dijo que estaba demasiado cansado para seguir nadando y que iba a descansar. Estaba muy oscuro y no veíamos nada. Había muchas olas. Le oía llamarme pero cada vez se alejaba más. Al final otro barco me encontró. Pero nunca encontraron a mi marido". Cos (Grecia)

"Ojalá pudiera haber hecho más por ella. Su vida ha sido una lucha constante. No ha tenido muchos momentos felices. Nunca ha tenido la oportunidad de probar la infancia. Cuando nos subimos en el barco de plástico, la oí decir algo que me partió el alma. Vio cómo la multitud aplastaba a su madre y gritó: ‘Por favor, no matéis a mi madre, ¡matadme a mí en vez de a ella!’". Lesbos (Grecia)

Este proyecto hace posible que echemos tan solo un vistazo a las vidas de los inmigrantes en busca de refugio. Según la Agencia de Refugiados de la ONU, este año han llegado a Grecia más de 160 000 inmigrantes.

Puedes ver más fotos de esta serie en las cuentas de Instagram y Facebook de Humans of New York.

Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de ‘The Huffington Post’ y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero