Las 4 claves para entender el Nobel de la Paz al Cuarteto tunecino

Las 4 claves para entender el Nobel de la Paz al Cuarteto tunecino

AFP

El Cuarteto, constituido en el verano de 2013, está formado por cuatro organizaciones de la sociedad civil: la central sindical UGTT, la patronal UTICA, el sindicato de abogados y la Liga Tunecina para los Derechos Humanos.

Estas organizaciones representan "diferentes sectores y valores" de la sociedad tunecina y, unidas, defendieron la transición política "en un momento en el que el país estaba al borde de la guerra civil", ha destacado el comité noruego para justificar el Nobel de la Paz.

La labor del grupo ha sido clave para que Túnez haya avanzado hacia un sistema constitucional que "garantiza los derechos fundamentales de toda la población, independientemente de su género, ideología política o creencia religiosa". El Comité ha subrayado que premia al Cuarteto en su conjunto y no a las organizaciones individuales.

El organismo se convirtió rápidamente en una institución esencial para la resolución de diferencias, sin sustituir a la labor de la Asamblea Nacional Constituyente electa (NCA). Un impulso desde la sociedad civil. El Diálogo fue desarrollado por este cuarteto de organizaciones y fue rápidamente aceptada por los partidos políticos de Túnez como un mecanismo para salir de la crisis política que golpeaba el país.

Túnez fue la vanguardia de la Primavera Árabe. Fue en este país donde arrancó la revuelta que levantó a medio mundo árabe. El 17 de diciembre de 2010 empezó todo, con el suicidio de un vendedor callejero llamado Mohamed Bouazizi. Tras menos de un mes de protestas callejeras, el presidente Zine El Abidine Ben Ali huyó del país que había gobernado -como dictador- durante 23 años.

Las protestas continuaron, pese a todo, ya que para muchos, el gobierno posterior del primer ministro Mohammed Ghannouchi representaba el mismo régimen corrupto contra el que se dirigía la rebelión. La revuelta había costado la

vida a 250 personas. En octubre de 2011, Túnez celebró las primeras elecciones libres de su historia y formó una Asamblea Constituyente. Lo tunecinos afrontaron con una enorme madurez esta nueva fase de apertura y eligieron como presidente a Moncef Marzouki, presidente de la Liga tunecina de Derechos Humanos entre 1989 y 1994, encarcelado, exiliado, representante de un partido centrista y laico, que se apoyó en el socialismo para ganar estabilidad.

Logrado el cambio, las preocupaciones se centraron en los grandes problemas que afectaban a la sociedad local: la economía, el paro (rozando el 20%), la bajada del turismo tras el levantamiento popular y la represión gubernamental -cuando una de cada cinco familias vive de ello-, la censura aún instalada en los medios...

Pese a los avances, la descomposición interna en el país se mantuvo como telón de fondo, con tensiones entre los grupos islamistas, los más propensos a mantener el proceso democrático, las presiones de los partidarios de los derrocados... Pese a ser la primavera que mejor había cuajado, había riesgo de vuelta atrás, y entonces surgió el Cuarteto, en 2013, tras el asesinato de dos líderes opositores que poco poco hace descarrilar la transición. Su visión global, integradora, ha servido para pilotar el país con rumbo más estable y evitar la deriva, que Túnez no sea un estado fallido.

En 2014, el Cuarteto ya fue nominado al premio Nobel de la Paz. Entre sus méritos, pasado un año de trabajo, estaba ya el de haber logrado que su país pasase de ser un laboratorio de las revoluciones árabes a ser un país con bases democráticas firmes. ¿Cómo lo lograron? Por ejemplo, con los comicios parlamentarios de octubre de ese año, en los que la participación fue insólitamente alta, del 60%. Se presentaron casi 13.000 candidatos, lo que refleja además la efervescencia política del país y, claro, también la enorme diversidad que hay que saber conciliar.

A la consolidación del proceso electoral se suma el trabajo del Cuarteto a la hora de tejer una comunidad en la que todos participen, sin radicalismos. Han logrado que las ideologías extremistas contrarias al pluralismo político y a la diversidad social sean minoritarias y sin protagonismo, gracias a un trabajo de pedagogía social que ha destacado hoy el jurado sueco.

La transición tunecina no está cuajada aún, es frágil y se enfrenta a retos serios, urgentes, como generar riqueza y distribuirla justamente, luchar contra el radicalismo islámico y dar respuestas a la frustración de una sociedad que ansía con respirar en paz pero a diario aún tiene el lastre del miedo a que todo se derrumbe, lo que puede todavía dar lugar a una importante inestabilidad que aprovechen los fieles del antiguo régimen para instaurar de nuevo una dictadura.

Además, Túnez (y con él, el Cuarteto) tiene que superar la amenaza terrorista. Los ataques perpetrados este año en el Museo del Bardo -que dejó 25 muertos y 30 heridos- o a complejos hoteleros de la zona turística de Susa -con 38 víctimas mortales- han hecho caer notablemente las visitas de extranjeros, esenciales para la supervivencia del país, y han desvelado los agujeros del sistema de seguridad del Gobierno, por más que alguno fuera ejecutado por lobos solitarios difícilmente localizables.

Túnez ha tenido que declarar puntualmente el estado de emergencia para asegurar la situación.

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