Un documental reflexiona sobre las semejanzas a los dos lados de los muros del mundo

Un documental reflexiona sobre las semejanzas a los dos lados de los muros del mundo

Técnicamente es un documental, pero quizá sería mejor definirlo como un puñetazo en la boca del estómago. Así es cono noquea el documental Muros (Walls), recién estrenado en el Festival de Cine de San Sebastián. Un repaso por las alambradas, vallas y muros que separan artificialmente el mundo, dejando a un lado y al otro gentes con las mismas necesidades, ansias y miedos, aunque lleven un distinto pasaporte.

Obra de Pablo Iraburu y Migueltxo Molina, el film trata de retratar unas infraestructuras que son una "vergüenza para la humanidad", como las define el primero de ellos. "Queríamos mostrar lo que es un muro, algo hecho por seres humanos para dividir a seres humanos, artificial en un entorno natural, un auténtico choque", relata.

Tres han sido los escenarios elegidos para ejemplificar la sinrazón de los muros: la divisoria entre EEUU y México, la valla de Melilla con Marruecos y la frontera Sudáfrica-ZImbabue. Tres de más de 50 obstáculos imposibles de los que hoy quedan en pie, una cifra al alza. Como telón fondo, en una alusión constante, "El Muro", el de Palestina, el "modelo" que imitan todos los demás.

La narración no necesita voz en off ni rótulos constantes. Se hace sólida sólo con las voces de los protagonistas. Las historias de Caren y Al, la mexicana que trata de ir a Estados Unidos, donde ya la aguardan sus hijos, y el norteamericano que se dedica a poner agua a los que llegan cruzando el desierto, el que hace cruces con los restos de sus latas de comida. Las de Bockhan, Gariba y Jaime, el subsahariano que trata de cruzar la valla de Melilla, la marroquí que cruza todos los días la alambrada como porteadora y el guardia civil que la custodia. Y las de Izak y Meza, el refugiado negro que escapa y el policía blanco que dice que entiende susufirmiento, pero que blinda su país y arrastra prejuicios de siglos contra el que viene de fuera.

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Personajes que, como reconoce Iraburu, se bosquejaron primero en un guión ideal -"¿Cómo serían nuestros personajes ideales?"- y luego fueron superados por la realidad. "Hay frases de la película que superan todo lo que imaginamos como guionistas. Cuando te dicen esperanzados que "nadie sufre toda la vida", o que "también a este lado del muro hay sueños", cuando te dicen: "no quiero ser millonario, sino tener una vida normal" o que "la solución es construir puentes y recuperar la esencia de las cosas...", recuerda. Sus personajes son de una profundidad tan sencilla que desarma. Que un grupo de cameruneses ante una fogata, antes de acometer de nuevo el salto sobre las cuchillas colocadas por el Ministerio del Interior de España, se pregunten: "¿Qué hace un hombre sobre la tierra? ¿Cuál es su destino?".

"Despertar el debate" a partir de ese juego de espejos, de demostrar las semejanzas de cada personaje aún en papeles tan diversos, es el objetivo del documental. "Aportar una visión humana", remacha el guionista. Los productores destacan la espontaneidad con que podían mover sus cámaras y grababan las conversaciones que mantenían los protagonistas, la realidad como "materia prima".

Iraburu reconoce hay muchos elementos en común entre los personajes, pero son muy básicos, absolutamente esenciales para vivir. “Al principio hicimos una sinopsis en la que decíamos que todos compartíamos la misma búsqueda de la felicidad. El rodaje nos la desmontó, porque no es cierto. La felicidad es un lujo que nos podemos permitir los que vivimos bien, pero cuando hablas de felicidad en el monte Gurugú te miran como diciendo “nosotros sólo queremos vivir”, y nos dimos cuenta de que el asunto era la supervivencia", asume.

El documental, una co-producción de Discovery Max y a Veo TV, estará dentro de poco en las salas comerciales de España y pelea en festivales como los de Ámsterdam y Estocolmo. En 2016 podrá verse en Discovery, con un montaje extra de lo rodado en India y Bangladesh, otra frontera olvidada.

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