El Papa cambia el rito de lavar los pies en Jueves Santo para que se incluya a las mujeres

El Papa cambia el rito de lavar los pies en Jueves Santo para que se incluya a las mujeres

GIORGIO ONORATI / EFE

La Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha cambiado las reglas de selección para el rito de lavar los pies ligado tradicionalmente al Jueves Santo para que se incluya a las mujeres, en virtud de la facultad concedida por el papa Francisco, de manera que el grupo elegido "represente la unidad del Pueblo de Dios". Esto ha ocurrido esta semana. Pleno siglo XXI.

Aunque ahora se adapte la normativa, en 2013 el Papa ya lavó los pies a 12 jóvenes presos de nacionalidades y confesiones distintas. Entre ellos, había dos chicas, una italiana católica y una de Serbia, musulmana. Entonces Jorge Bergoglio actuó, formalmente, fuera de la ley.

Según ha anunciado el Vaticano, para manifestar el completo significado del rito a los que participan, al papa le ha parecido bien cambiar la regla del Misal Romano (p.300 n. 11). En este sentido, con esta decisión, en lugar de poner "los hombres escogidos son acompañados por los ministros...", el texto dirá "los elegidos entre el pueblo de Dios son acompañados por los ministros...". De esta manera, "los pastores podrán elegir a un grupo de fieles que represente la variedad y la unidad de cada porción del pueblo de Dios". "Este grupo podrá estar integrado por hombres y mujeres, y convenientemente por clérigos jóvenes y ancianos, sanos, enfermos, religiosos y laicos", añade.

Además, se hace un llamamiento para que en el desempeño de este rito, los obispos y los sacerdotes conformen íntimamente a Cristo que "no vino para ser servido, sino a servir" (Mateo 20:28) e, impulsado por un amor "hasta el fin "(Jn 13,1), dando su vida por la salvación de toda la humanidad".

La reforma de la Semana santa, con decreto Maxima Redemptionis nostrae mysteria del 30 de noviembre de 1955, daba la facultad de lavar los pies a 12 hombres durante la Messa en la Cena del Señor, tras la lectura del Evangelio, según Juan, para así representar la humildad y el amor de Cristo hacia sus discípulos horas antes de ser prendido y de que empezaba, de hecho, su pasión y muerte.

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