Virus del Zika, ¿nueva amenaza o alarma injustificada?

Virus del Zika, ¿nueva amenaza o alarma injustificada?

Ahora que nos habíamos recuperado del susto del ébola, otro virus aparece en nuestras vidas. Siguiendo la costumbre, el virus del Zika lleva el nombre del lugar en el que fue descubierto, un bosque de Uganda. En 1947, científicos de la Fundación Rockefeller expusieron en la selva a un macaco dentro de una jaula como parte de un estudio sobre la fiebre amarilla y en su lugar apareció el zika.

Como la fiebre amarilla o el dengue, lo transmite el mosquito tropical Aedes aegypti, que pica de día. Hasta 2007 el virus estuvo confinado a la franja cálida de África y Asia y era más una molestia que una amenaza; la enfermedad que causaba era parecida a una gripe, añadiendo síntomas como erupción cutánea y conjuntivitis. Todo ello remitía al cabo de una semana sin necesidad de tratamiento. De hecho, se cree que solo uno de cada cuatro infectados llega a desarrollar síntomas.

El virus del Zika (también llamado simplemente zika, con minúscula, o ZIKV) comenzó a extenderse en 2007 por el Pacífico. En 2009, un estudio ya advertía de su posible propagación “a otras islas del Pacífico y a América”. La predicción se hizo realidad: en 2013 afectó a la Polinesia Francesa, y en abril de 2015 comenzó en Brasil un brote que se ha expandido a gran parte de América y el Caribe y que ya ha exportado casos a Europa, incluyendo España.

En pocos meses, el zika se ha convertido en un nuevo quebradero de cabeza para las autoridades sanitarias. El Ministerio de la Salud de Brasil sitúa los casos de infección en 2015 entre 440.000 y 1.300.000, a los que se ha ido sumando un número creciente en al menos 22 países del continente americano.

RIESGO PARA LOS FETOS

La preocupación viene motivada porque la benignidad del virus puede no ser tal, al menos en un tipo de pacientes: las mujeres embarazadas, sobre todo si resultan infectadas durante el primer trimestre de gestación. En Brasil, de 2014 a 2015 se multiplicaron por 20 los casos de microcefalia, una anomalía congénita que reduce el cerebro y el cráneo de los fetos y que puede afectar gravemente al desarrollo o ser fatal.

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Larvas cultivadas de Aedes aegyti en un laboratorio del Ministerio de Salud de San José, Costa Rica

El Ministerio de la Salud de Brasil contabiliza ya casi 3.500 casos de microcefalia, con 68 muertes. El pasado noviembre, las autoridades sanitarias brasileñas encontraron la relación al detectar la presencia del zika en la sangre de los afectados.

Aunque los científicos han advertido de que aún es pronto para confirmar que el virus es la causa de la microcefalia, anteriormente ya se había sospechado de complicaciones neurológicas en algunos pacientes. El riesgo podría agravarse por el hecho de que se ha mostrado también la transmisión sexual del zika y se ha sugerido que podría contagiarse por transfusiones sanguíneas.

El problema reside en que, por su escaso impacto hasta ahora, el zika es todavía prácticamente un desconocido. La base de datos PubMed de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos aún recoge solo 145 estudios relacionados con el virus —como comparación, hay cerca de 5.000 trabajos publicados sobre el ébola—. De estos, 54 se han publicado desde que comenzó el brote brasileño.

Aún no hay tratamientos específicos ni vacunas, y los métodos de prevención recomendados por la OMS se limitan a controlar las poblaciones de mosquitos y tratar de evitar las picaduras con barreras físicas o repelentes. Las autoridades han empezado a actuar: el Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) ha alertado sobre los viajes a las zonas afectadas, sobre todo para las mujeres embarazadas. Otros países han seguido el ejemplo, y varios gobiernos americanos han aconsejado evitar los embarazos. Por su parte, la OMS “no recomienda restricciones de viajes o comercio”.

ANTE LA DUDA, MÁS VALE PREVENIR

Pero ¿realmente hay para tanto? Respuestas de organismos como la OMS a brotes anteriores han recibido críticas, bien por excesivamente alarmistas, como en la gripe A H1N1 de 2009, o bien por insuficientes, como en la epidemia de ébola que comenzó en diciembre de 2013.

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Operación en Río de Janeiro, Brasil contra el Aedes aegypti

El problema del zika es que, pese a sus casi 70 años en el catálogo de los virus, aún es una incógnita. “Sabemos muy poco sobre el riesgo del ZIKV, y desconocemos qué volumen puede alcanzar el brote y cuál es el riesgo exacto para las mujeres embarazadas”, señala a El Huffington Post el epidemiólogo de la Universidad de Oxford (Reino Unido) Oliver Brady. “Incluso si las recomendaciones resultan exageradamente cautas a largo plazo, la OMS y los gobiernos solo pueden aconsejar sobre las pruebas disponibles hoy”.

De la misma opinión es el médico y experto en políticas de salud pública de la Universidad de Toronto (Canadá) Kamran Khan. “Estas políticas son una indicación de que hoy, sin vacunas, ni antivirales eficaces, ni maneras de evitar las picaduras al 100%, hay pocas intervenciones disponibles para atajar la amenaza del zika”, apunta Khan a este diario. “Como mínimo, tiene sentido que las mujeres embarazadas estén informadas de los riesgos, para que puedan decidir con conocimiento de causa”, añade.

El experto aclara que las medidas adoptadas en estos casos se ajustan al Reglamento Sanitario Internacional (RSI), un tratado vinculante para sus 194 estados firmantes; aunque, agrega, sus disposiciones están sujetas a interpretación.

Khan y Brady son coautores de un modelo de simulación que predice cómo se extenderá la epidemia de zika y que sus creadores explican en la revista The Lancet. El modelo se basa en variables como el tráfico aéreo, que hoy es una de las principales vías de propagación de epidemias. Los resultados son poco alentadores, como la posibilidad de que, más allá de las regiones cálidas, el zika se establezca como una enfermedad estacional en regiones templadas: “Argentina, Italia y Estados Unidos tienen más del 60% de su población en áreas sujetas a transmisión estacional del virus”, escriben los investigadores.

Gran parte de la culpa de este riesgo la tiene un primo del mosquito Aedes aegypti que puede vivir en zonas más templadas y que, según indican los datos preliminares, también podría transmitir el virus; se trata del Aedes albopictus, más conocido como mosquito tigre. “Hay al menos un estudio que confirma a Aedes albopictus como vector competente del virus”, precisa a El Huffington Post el también coautor del estudio Moritz Kraemer, de la Universidad de Oxford y experto en distribución de los mosquitos Aedes. “Sin embargo, aún necesita confirmación”, aclara.

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Aedes albopictus, más conocido como mosquito tigre

ESPAÑA, ZONA DE RIESGO ESTACIONAL

El mosquito tigre está presente en España, por lo que nuestro país no está libre de riesgo. Es obvio que el tráfico aéreo entre Brasil y Madrid o Barcelona podría ofrecer una vía de entrada, como también los vuelos desde otros países de América. Pero respecto a si es posible el contagio en territorio español, Kraemer considera que las regiones costeras donde se encuentra el mosquito tienen “algún riesgo de transmisión local” restringido a los meses cálidos.

El mapa de riesgo en España derivado del modelo y facilitado a El Huffington Post por Brady muestra riesgo de transmisión estacional principalmente en Baleares, el litoral de Cataluña y la Comunidad Valenciana, Andalucía central y occidental, y puntos aislados de Extremadura, sur de Galicia y Canarias. Todo esto “solo si el Aedes albopictus demuestra ser un vector eficaz”, matiza Brady; “las experiencias pasadas con los virus del dengue y el chikungunya han mostrado que el albopictus es posiblemente un vector menos eficaz que el aegypti, que vive más próximo a los humanos y se alimenta solo de su sangre”.

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El mapa de Khan y Brady sobre el riesgo de transmisión estacional del zika en España. Gris=nunca; amarillo=en algunos momentos del año; naranja=todo el año

A lo anterior hay que añadir otro factor: el cambio climático. Ya en 2010, un estudio sobre la futura evolución de infecciones transmitidas por los Aedes advertía de que “los efectos del calentamiento global llevarán a la introducción de mosquitos vectores competentes en las zonas templadas y aumentarán la eficiencia de la replicación viral en las especies menos competentes”, como sería tal vez el caso del mosquito tigre.

Kraemer confirma que “si los valores climáticos son más extremos, puede aumentar el riesgo de invasión del virus”. El experto insiste en que hay otros factores que influyen en la posible expansión de la epidemia: “las condiciones de vida, como el aire acondicionado, las infraestructuras como las canalizaciones de agua y la respuesta del sistema de salud”.

Por el momento, los investigadores se enfrentan a una preocupación más inmediata: los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, que se celebrarán el próximo verano. Y aún no saben cómo el elevado tráfico de personas motivado por este evento afectará al zika. “Es demasiado pronto para saberlo”, admite Khan; “puede que la epidemia en Brasil haya llegado a su máximo antes de agosto”. Pero Kraemer advierte de la posibilidad de “brotes locales” causados por un alto número de viajeros afectados al regresar a sus países de origen. Mientras, los científicos están refinando su modelo para poder predecir la evolución de la epidemia casi en tiempo real. “Necesitamos urgentemente más investigación”, asegura Brady.

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