Melchor Rodríguez, el 'ángel rojo' que salvó a 12.000 franquistas

Melchor Rodríguez, el 'ángel rojo' que salvó a 12.000 franquistas

"Por las ideas se muere, no se mata". Es la divisa con la que vivió Melchor Rodríguez, un trianero amadrileñado al que la Guerra Civil (1936-1939) convirtió en el último alcalde republicano de la capital de España.

Pero quedarse en el título institucional es no hacer justicia a un hombre único. Anarquista militante y ejerciente, libertario por encima de todas las cosas, Rodríguez es quien evitó que centenares de cuerdas de presos acabasen en fusilamientos, quien puso freno a matanzas en Paracuellos, quien dignificó la situación de los presos de aquel Madrid, aunque fueran de los otros, de los sublevados, de los fascistas. Por encima de todo estaba su empeño en hacer justicia conforme a la ley de los hombres, la racional, y no según la norma empapada en odio y sangre de la guerra.

Su vida, que primero cuajó en el libro El ángel rojo. La historia de Melchor Rodríguez, ahora ha saltado a la gran pantalla, con el documental realizado por el mismo hombre que puso esas vivencias negro sobre blanco, por Alfonso Domingo. La obra acaba de conquistar el Segundo Premio Imagenera del Centro de Estudios Andaluces.

La figura de Rodríguez merece el rescate por su valía y, también, por su carácter único, que hace que dos importantes productoras se estén ya peleando por el guión para llevarla al cine. Ha logrado hasta un hecho casi milagroso: que un partido que se moja poco en lo que a memoria histórica se refiere como Ciudadanos le haya tomado la delantera a Ahora Madrid pidiendo una calle con su nombre en la capital española. Todos los grupos, incluyendo el PP, aceptaron la propuesta en el pleno municipal del pasado miércoles.

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Melchor Rodríguez recita un poema a la bandera republicana en un acto celebrado en Madrid en el otoño de 1938.

Rodríguez fue torero, calderero y chapista, un versificador autodidacta que se inventaba eslóganes para las huelgas y que, llegado a Madrid, se consagró a la CNT. "Era un anarquista libertario humanista que hizo todo lo que estuvo en su mano para evitar los excesos que se producían en la retaguardia, en plena guerra. Yo hago documentales sobre lo que me toca profundamente y la historia de Melchor es un compendio de justicia, libertad y valores defendidos por encima de todas las cosas que forzosamente debía contar", relata Domingo. Como los maquis o los negros que estuvieron en la contienda española, el cenetista es otro de esos "perdedores con mucha dignidad" que gustan al autor. "Condensa lo mejor de la condición humana", resume, muestra de una rama alejada de ese anarquismo de cliché que se equipara con la dinamita y el tiroteo.

PRESO ANTES QUE DIRECTOR DE PRISIONES

Rodríguez estuvo 34 veces en prisión -ya lo llamaban el decano, con tanta mili-, bajo el yugo de la monarquía, Primo de Rivera, la II República y el Franquismo. Eso hizo que sintiera el dolor de cada preso como el suyo, que les dedicase todo su esfuerzo para que nadie, ni el peor de sus enemigos -que él siempre llamaba adversarios- supiera de la hiel extrema del presidio. Dignidad y justicia, proclamaba. "Melchor había demostrado su valor: ante los toros, ante las masas enfurecidas en las manifestaciones, en la cárcel... Así que decidió usar esa fuerza para enfrentarse y reducir a quien se alejaba de la legalidad republicana. No usaba ni pistola y, cuando la llevaba, estaba descargada. Se imponía con la palabra", sostiene su biógrafo.

Si he actuado con humanidad no ha sido por cristiano, sino por libertario

Militante de la FAI, llegada ya la guerra no acató que sus ideas tuvieran que ser incompatibles con el bien. "Hago lo que he pensado y lo que he sentido toda mi vida", decía años más tarde, cuando aún debía explicar si era un traidor o un idealista. Por esa naturaleza abrió su casa a gente que escapaba, de todo tipo y condición, dio avales a quien los necesitaba y en el otoño del 36 se hizo cargo del control de las prisiones madrileñas, tratando de poner fin a las sacas de reclusos y a checas como las de Fomento o el Cine Europa. Llevaba en coche a gente a embajadas como las de Rumanía, para darles protección, y no dudaba en donar sangre a un falangista.

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Melchor Rodríguez, sentado en el centro de la imagen, con sus colaboradores, entre ellos su chófer y su secretario, que acabaron por ser quintacolumnistas.

La bondad a veces no se entiende. Ni los que están cerca saben verla. De ahí que Melchor Rodríguez se convirtiera en un personaje salvador y sospechoso a un tiempo. ¿Qué es eso de salvarle la vida a un fascista? ¿Sería acaso un traidor? ¿Estaría dando protección a quintacolumnistas? Domingo explica que llegó a ser visto "con malos ojos" por la CNT y por los comunistas y que acaba dejando su responsabilidad en prisiones por los desmanes de algunos de sus colegas.

Dimite y al poco vuelve, reforzando su plan de protección a los presos: lleva algunos reclusos a Levante, ante el asedio de Madrid; supervisa todas las órdenes de libertad y regula que ni una se dé más allá de las seis de la tarde, para evitar que los presos salieran y, a la vuelta de la esquina, entre sombras, fuesen tiroteados. Mejoró las condiciones sanitarias y alimenticias de los reclusos y creó un hospital para ellos. Con esos presos no tenía afinidad ideológica, remarca el documentalista, y hasta se enfadaba cuando lo llamaban el ángel rojo, por los problemas que le podía traer el calificativo. "Lo hacía por convicción y punto. Porque la legalidad debía estar por encima de todo", señala Domingo. "Si he actuado con humanidad no ha sido por cristiano, sino por libertario", repetía Rodríguez a quien quería escucharlo.

12.000 PERSONAS SALVADAS

Uno de los hitos por los que fue más conocido, reconocido y odiado fue por su actuación en Paracuellos, donde se calcula que unos 2.000 prisioneros opuestos al bando republicanos fueron asesinados. En la CNT y el Partido Comunista -unos miembros más que otros- se "sabía lo que pasaba", dice Domingo. Y Melchor lo supo también. Por eso empezó a parar sacas de presos cuando se enteró de que iban para esta población madrileña, como las tres que frenó el mismo día de su nombramiento al frente de las prisiones. Hay memorias de la época que sostienen que paró directamente los autobuses que iban al matadero, que desvió algunos a la cárcel de Alcalá de Henares con el propósito supuesto de ajusticiar por su cuenta a los reos, para luego perdonarles la vida -que no la condena-. En esa ciudad, además, había parado antes otra orden de matar a cerca de 1.500 presos del bando franquista.

Según los datos extraídos por Domingo en los archivos de la CNT, en la maleta cargada con papeles de Rodríguez que acabó en Holanda, documentos varios de la época y numerosos testimonios, se calcula que pudo salvar a unas 12.000 personas. Por eso hay quien lo llama el Oscar Schindler español. Todo lo cuenta, con voz profunda, la voz del actor Javier Gutiérrez, goya por La isla mínima, narrador del documental.

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El documentalista y escritor Alfonso Domingo.

No fue el único ángel, matiza el documentalista, sino la punta de lanza de todo un movimiento como los Libertos de la FAI o las cuadrillas de izquierda que salvaban a monjas en sus iglesias y conventos. "El 90% de estos casos de humanidad se dieron en zona republicana. En la nacional fueron muchos menos, normalmente se mataba. Al otro lado hubo gente que se esforzó por mantener unas reglas y por frenar las directrices de asesores soviéticos que iban por otro lado", sostiene Domingo.

Rodríguez, mosca que zumba y molesta, acabó siendo derivado a la concejalía de cementerios, un cargo terrible para un supersticioso, pero aún allá peleó, abriendo los camposantos de nuevo y dignificando los ritos. De todos. Pelear una cruz en el féretro del dramaturgo Serafín Álvarez Quintero lo puso al borde del despido.

Era honrado a carta cabal, no quiso estar en ninguna jugada. Por eso a él se le encargó que entregase la ciudad, que nunca se rindió

Pero era demasiado valioso y reconocido, como demuestra el hecho de que se le encomendase la tarea de ser el último regidor de Madrid, cuando la capital ya era imposible de defender. "Era honrado a carta cabal, no quiso estar en ninguna jugada. Por eso a él se le encargó que entregase la ciudad, que nunca se rindió". Por el camino, su esposa lo había abandonado, cansada de la tensión de tener en casa a un hombre querido y odiado, amigo y enemigo, mirado por todos. Su hija se mantuvo todo el tiempo con él. Hasta más allá del día en que, "ingenuo", fue al primer aniversario de la muerte del Hermano Quintero. Tenía pinta de ser un lugar ideal para que le dieran caza, con otros mandando ya en la ciudad. Y eso fue lo que pasó.

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Placa que recuerda a Melchor Rodríguez en la casa en la que nació en Sevilla.

Melchor Rodríguez fue detenido en ese acto en el Retiro, sometido a un juicio falso por una muerte en la que nada tenía que ver, primero absuelto y luego condenado a muerte y, al fin, condenado a una pena conmutada de 30 años y un día. Cinco acabó pasando entre rejas. Luego vinieron años de penuria, apoyado en sus escasos ingresos en el mundo de los seguros, mandando lo que tenía a sus presos políticos -siendo el máximo mandatario de las cárceles de Madrid cedió todo su sueldo a entidades de auxilio como el Socorro Rojo-, sin dejar de militar en la CNT y sin dejar de tratar de mejorar las condiciones de los presos, negociando incluso indirectamente con el dictador Franco, "que nunca le hizo caso".

Muerto en 1972, el entierro de este quijote se convirtió en el más extraño acontecimiento del franquismo moribundo. Se cantó A las barricadas, el himno anarcosindicalista, una abandera anarquista cubrió su féretro mientras dirigentes fascistas a los que Rodríguez había salvado 40 años atrás rezaron un padrenuestro y obligaron a poner un crucifijo en la caja.

"Toca rescatar a Melchor porque es un personaje que nos une, con un fin que todos compartimos, que es el bien y la justicia, incluso con quien no es ideológicamente semejante. Tendría defectos, claro, pero también algo que le trascendió: el valor y la confianza en el ser humano", concluye Alfonso Domingo. Por "salud democrática", la historia del ángel rojo, el hombre que "creía en la vida por encima de todo lo demás", merecía salir de nuevo a la luz. Y aquí está.

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