Siete buenas excusas para comer lechazo en Valladolid

Siete buenas excusas para comer lechazo en Valladolid

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La primavera es la mejor época para comer cordero lechal, protagonista por excelencia de la cocina vallisoletana. Es entonces cuando la oveja churra, originaria de Castilla y León, come buenos pastos y alimenta exclusivamente con leche materna a sus crías. Así se consigue el intenso sabor de su tierna carne, cuya calidad garantiza la Indicación Geográfica Protegida (IGP) del Consejo Regulador del Lechazo de Castilla y León.

Este intenso sabor es la razón principal para coger el coche rumbo a Valladolid a disfrutar de un buen cordero lechal, pero para aquellos que necesiten más, aquí van otras. Siete pueblos donde para comer y hacer turismo.

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El majestuoso castillo de Peñafiel es también Museo Provincial del Vino desde 1999, un referente en materia de enoturismo. La emblemática plaza del coso, con los 48 edificios con balcones de madera que la rodean y las visitas guiadas con degustación a sus muchas bodegas visitables son sólo algunos de los atractivos de esta localidad, en el corazón de la comarca Campo de Peñafiel.

Si hablamos de lechazo, conviene probar el del Restaurante Asador Molino de Palacios, un viejo molino rehabilitado a orillas del Duratón donde elaboran el cordero a la manera tradicional.

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Sin cambiar de comarca, en Campaspero se encuentra el Restaurante Mannix, la catedral del lechazo en la provincia de Valladolid. Aquí la carne se cocina con mimo en tres grandes hornos de leña de la mano de Marco Antonio, quinta generación de maestros asadores de la familia García. Es famoso por "asar de oído" al escuchar el chisporroteo de la pieza al contacto con el calor del horno y por trinchar el lechazo con una cuchara. Aunque lo que le hace inigualable es esa carne churruscada y crujiente por fuera, tierna y sabrosa por dentro, que se deshace en la boca.

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Traspinedo y Santibáñez de Valcorba son dos pueblos del valle del arroyo Valcorba. En el primero se puede visitar la gótica Iglesia de San Martín de Tours, y en el segundo, la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario o de San Juan Evangelista. Lo que une a ambos pueblos es la producción y venta de lechazo, así como los típicos pinchos de lechazo churro asado en brasas de sarmiento que preparan en sus restaurantes.

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En Traspinedo, el Mesón Molinero es el asador con los mejores pinchos desde 1970. Pídelos después de una sopa castellana, acompáñalos de una ensalada y termina con la tarta de piñones. En Santibáñez de Valcorba, el Mesón Los Tres Olmos los hace también muy jugosos. Aquí conviene empezar con la morcilla con piñones y pasas y poner el broche final con el arroz con leche. Además, organiza las XIII Jornadas Gastronómicas del Pincho de Lechazo Churro al Sarmiento, del 3 al 13 de marzo, en las que acompañan su plato estrella con chorizos a la brasa, alubias canela con costillas y chorizos ibéricos o potaje de garbanzos con bacalao, entre otros platos.

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Ya en Tierra de Pinares, la villa amurallada de Olmedo aguarda vive volcada al turismo desde la apertura del Parque Temático del Mudéjar y del Balneario de Olmedo. El museo del Palacio Caballero de Olmedo permite hacer un emocionante recorrido con efectos teatrales por las escenas de El Caballero de Olmedo de Lope de Vega. Si se visita el pueblo en verano, se puede disfrutar del Festival de Teatro Clásico.

El Restaurante Asador El Caballero de Olmedo, frente al balneario, debe su fama a su magnífico lechazo. Al norte, se puede visitar el castillo de Íscar o las iglesias mudéjares de Alcazarén, dos núcleos históricos de la zona.

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Entre sus muchos monumentos destacan las Casas del Tratado, que albergan el Museo del Tratado de Tordesillas y la exposición Grandes miniaturas, entre ellas la del desaparecido Palacio Real en el que Juana La Loca estuvo recluida durante 46 años.

El Real Monasterio de Santa Clara es otra visita obligada. El Mesón Valderrey, especializado en lechazo y cochinillo asado, cuenta con una agradable terraza para comer al aire libre si el tiempo acompaña. Personal atento, cordero en su punto (lo incluyen en algunos de sus menús de entre 25 y 30 euros) y postres caseros.

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Precioso pueblo medieval del norte de la provincia, situado sobre una colina y rodeado por una muralla que se puede recorrer a pie. Se conoce como la Villa del Libro por la gran cantidad de librerías (una docena) en relación al número de habitantes (apenas 200) y presume de varios museos dedicados a la música y los libros. A 25 km, Medina de Rioseco bien merece una visita para recorrer el Canal de Castilla o sus museos e iglesias más importantes (Entrada Conjunta).

En Casa Manolo (Calle de las Armas, 4) reina la cocina tradicional como el lechazo o las chuletillas de lechazo, con una excelente relación calidad-precio. Los aficionado a los dulces no deben olvidarse de probar los pasteles abisinios de la Confitería Cubero.

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A 14 km al suroeste de Valladolid espera Simancas con su imponente y bien conservado castillo, la Iglesia de El Salvador, el puente medieval en la Ribera del Pisuerga y el sepulcro megalítico de Los Zumacales.

Con el pretexto de visitar Simancas, te proponemos el Restaurante Las Tercias, donde el plato estrella lo preparan asado, en pinchos o chuletillas y en mollejas y riñones de lechazo. Pide antes unas croquetas y gambas al ajillo. De postre, leche frita o arroz con leche. Un sitio que nunca falla.

Como curiosidad, en la cercana Wamba, la capilla osario de la iglesia mozárabe guarda restos humanos de miles de personas. Impresionante.

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