"¿Paz en Pakistán? Eso es ciencia ficción"

"¿Paz en Pakistán? Eso es ciencia ficción"

AP

Ser cristiano en Pakistán es un crimen. Es el sentir de los que profesan esta religión, que ven cómo son "castigados" con ataques cada vez más constantes contra ellos. El resultado es la sensación de que la paz sigue siendo una utopía para este país.

Las cifras secundan esta sentencia: el pasado fin de semana murieron más de 70 personas en un atentado perpetrado por el grupo Jamaat ur-Ahrar que se ha convertido en el segundo más importante contra los cristianos, la segunda minoría más importante del país -son un 1,6% del la población- de la historia de este país asiático. El peor ataque contra este colectivo fue en 2013, cuando dos suicidas mataron a 80 personas en una iglesia en Peshawar. Por desgracia, estos dos atentados ni son los únicos ni parece que el horror vaya a detenerse, al menos a corto plazo.

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Entierro en Lahore de las víctimas de los atentados

Farahnaz Ispahani pertenece al Partido del Pueblo Pakistaní y conoce bien las sensaciones que se viven en el país, tanto a nivel nacional, como a una escala más pequeña, aquella en la que las minorías tienen su lugar. Preguntada por El Huffington Post sobre el día a día de los cristianos en Pakistán tiene clara la respuesta: “El ambiente que prevalece es mortal, se ven obligados a vivir en la sombra”.

“Están en un país que tiene la peor ley sobre blasfemia del mundo, que ve bien las conversiones forzadas y los matrimonios de mujeres jóvenes cristianas con hombres musulmanes. Se les dificulta el desarrollo económico y social… En definitiva, se les margina”, añade Ispahani.

Esta política paquistaní se refiere a la ley contra la blasfemia, a la que en 1980 se añadieron condenas en el Código Penal, incluyendo la pena de muerte. Estos cambios tuvieron lugar bajo la dictadura de Zia ul-Haq y a través de ellos cualquier ciudadano puede presentar una acusación ante la policía. De esta forma, han sido muchos los que se han servido de esta legislación para ajustar disputas alegando, por ejemplo, la profanación del Corán. Esta acusación además suele tener unos objetivos habituales: los que pertenecen a las minorías de un país en el que los musulmanes son más del 95% de la población. ¿El resultado? Más de la mitad de los condenados son ahmadíes, cristianos e hindúes.

Con la ley contra la blasfemia se pone a las minorías en la diana de los grupos extremistas

Un ejemplo del uso de esta ley ha sido el mediático caso de Asia Bibi, cristiana de 45 años, que fue acusada en 2009 de insultar al profeta y de cuestionar el Corán. Los hechos ocurrieron durante una discusión con compañeras de trabajo musulmanas que se negaron a beber de un cubo de agua que Bibi había tocado. Gracias a la presión internacional, se le perdonó la vida, pero no se la ha puesto en libertad.

“Lo que se hace es acusar a alguien de que ha profanado el Corán o al profeta y eso supone situarle en la diana judicial y, lo que es peor, en la diana de los grupos extremistas que circulan por todo Pakistán”, explica Javier Gil, profesor de Relaciones Internacionales de Comillas ICAI-ICADE.

Ispahani asegura que Pakistán siempre ha estado vinculado de alguna manera a la intolerancia religiosa, pero no hasta el punto que se da ahora. “Ha sido algo gradual que acentuó a raíz de la independencia de este país y la India en 1947 del Raj Británico. Fue entonces cuando empezaron realmente las tensiones entre musulmanes y minorías”.

HERIDAS SIN CERRAR

Por su parte, Gil apunta a que Pakistán no ha logrado asentarse ni resolver varios de sus problemas que ya se daban desde aquel 1947: identidad nacional, relación con India y Afganistán, desarrollo económico y, desde los 80, el extremismo religioso.

A todo ello hay que sumarle cómo tras la invasión norteamericana de Afganistán y el inicio del proceso de talibanización se empezó a atacar a las minorías. “A partir de 2001 los cristianos comenzaron a ser objetivo, si bien hay que destacar que no el prioritario ya que quienes más han sufrido los golpes sectarios han sido los chiítas y los ahmadies, así como la propia población musulmana que rechaza a los talibanes y al extremismo islámico en general”, añade este experto en Relaciones Internacionales.

A partir de entonces, los ataques contra las minorías religiosas del país han sido constantes. Si bien es cierto que Pakistán venía atravesando una etapa de relativa calma, el pasado domingo se acabó. Horas más tarde de conocerse el ataque en un parque de Lahore, los talibanes de Jamaat ur-Ahrar lo reivindicaron hablando abiertamente de haberlo perpetrado “contra cristianos”. Además de las víctimas, el atentado tuvo una consecuencia más: ahondar en la herida de una minoría que pide reiteradamente al Gobierno que les proteja con más firmeza.

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“Los cristianos son el típico objetivo fácil de atacar. Componen una realidad social pequeña en Pakistán, no gozan de grupos armados que les protejan y a nivel mediático atentar contra ellos tiene más impacto que hacerlo contra chiítas u otros grupos minoritarios, ya que están más conectados con Occidente”, añade Gil.

Lo que buscan los talibanes con estos ataques es, por tanto, seguir creando inestabilidad y demostrar que el gobierno no es capaz de defender a sus propios ciudadanos y especialmente a los grupos religiosos minoritarios. “Quieren también provocar miedo en la minoría cristiana y forzarles a que abandonen el país como ha pasado en Siria o Irak”.

Con los ataques se quiere meter miedo a la minoría cristiana y forzarla a que abandonen el país

De esta forma los grupos terroristas siguen logrando notoriedad en un país en el que Jamaat ul-Ahrar es sólo "una facción más de los talibanes pakistaníes". "Dentro de los talibanes existe una interminable lista de grupos que se rompen y se vuelven a unir. En el caso de este en concreto a la larga se comprobará si es una campaña violenta contra ellos y basada en la persecución religiosa del Estado Islámico, al que supuestamente apoyan".

Así las cosas tanto Gil, desde España, como Ispahani, desde Pakistán, coinciden: hablar de un Pakistán en paz es algo improbable. "No es que esté lejos, es que eso es ciencia ficción", apunta el profesor de ICADE. Esto no cambiará hasta que Gobierno y Ejército "no sumen sus fuerzas para luchar contra el terrorismo", explica por su parte esta política paquistaní. "Hasta entonces, seguiremos viendo cómo este país se desangra", sentencia.

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Laura Riestra es subdirectora en 'El HuffPost'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III, ha trabajado en RTVE.es y en el diario 'ABC'. Puedes contactar con ella en laura.riestra@huffpost.es