Nakba: las 4 reivindicaciones por las que Palestina clama desde hace 68 años

Nakba: las 4 reivindicaciones por las que Palestina clama desde hace 68 años

AP / GTRES

Hace 68 años nacía un nuevo estado, Israel. Lo hacía sobre la base legal de una resolución de la ONU pero también sobre los pilares del dolor y la guerra, que acabó expulsando a más de 700.000 palestinos de sus hogares. Lo que a un lado de la línea verde se considera un aniversario de alegría, en el otro se llama la nakba, la catástrofe.

Israel es hoy un estado moderno y próspero, "la única democracia de Medio Oriente", aliado comercial de EEUU o la UE, mientras Palestina es un país apenas reconocido como observador en la ONU, sin soberanía territorial, sin fronteras definidas, un país en ciernes ocupado por cerca de 600.000 colonos que residen ilegalmente en Cisjordania y el este de Jerusalén, sin capacidad de decidir sobre sus recursos naturales o sus santos lugares, con más de cinco millones de sus nacionales aún en la diáspora. Así que este 15 de mayo no es un día de celebración, sino de exigencia, de reivindicación.

¿Cómo empezó esa travesía del desierto que hoy se conmemora? ¿Qué ocurrió, qué es lo que no se ha podido arreglar en casi 70 años?

Nos remontamos a la primera guerra árabe-israelí de 1948, resultado de una resolución de Naciones Unidas, aprobada un año antes, la número 181.

La comunidad internacional recomendó la partición de Palestina, que en ese momento dominaban los británicos (1917-1948), que se hicieron con la zona tras el hundimiento del Imperio Otomano. La orden estaba clara: había que fijar fronteras entre dos nuevos estados, uno judío y otro árabe -entre los que debía establecerse una colaboración franca en materia económica y aduanera-, mientras que se debía crear una zona de control internacional para Jerusalén y parte de Belén.

La nación judía, absolutamente nueva, sería la mayor, con 14.000 kilómetros cuadrados, 558.000 habitantes judíos y 405.000 árabes por vecinos; la árabe, por su parte, tendría 11.000 kilómetros cuadrados y unos 10.000 judíos entre sus 820.000 habitantes. Habría una zona de exclusión internacional "equilibrada", con 100.000 residentes de cada lado.

33 naciones dijeron sí a este reparto -entre ellas, EEUU y la URSS-, 13 votaron en contra y 10 se abstuvieron -entre ellos, Reino Unido-. Corría el 29 de noviembre del 47. En mayo del 48, Londres debería abandonar su mandato y la partición tendría efecto desde su retirada, pero la resolución no decía a las claras cómo debía aplicarse el plan, así que los británicos alegaron la “imposibilidad de aplicar el texto” para justificar por qué no facilitaron la creación del nuevo escenario.

Historiadores como el israelí Ilan Pappe sostienen que los meses de transición “sólo sirvieron para que el personal de la metrópoli hiciera las maletas, pero sin arreglar la casa que dejaban”. Si el árbitro no ayudó, los contendientes tampoco. La resolución, que cristalizó de un debate intenso de casi un año, quedó en nada, nunca fue aplicada. Las naciones árabes la rechazaron porque suponía perder un territorio mayoritariamente musulmán en los últimos siglos, una tierra en la que el 67% de los habitantes era árabe, además de recibir menos tierras que los judíos; los representantes israelíes se quejaban de la “pequeñez” de sus posesiones, de su discontinuidad territorial y las complejidades de su defensa, pero aceptaron, porque la resolución permitía el nacimiento del perseguido hogar para los hebreos.

Las semanas previas al adiós inglés fueron de práctica pre-guerra. La ONU no respondía ante la sucesión de atentados, emboscadas y escaramuzas diarias, por ambas partes. Reino Unido insistía en lo “inaceptable” de la resolución para árabes y judíos, mientras se retiraba de cuarteles y fortalezas. El 15 de mayo de 1948, un día antes de que expirase el mandato británico, David Ben Gurión leía en Tel Aviv la declaración de independencia israelí. En aquella sesión histórica se derogaron las leyes anti-inmigración: en los tres años siguientes llegaron 700.000 personas, una Jerusalén entera.

Las naciones árabes respondieron declarando la guerra y en la noche del 15, tropas de Egipto, Transjordania, Siria, Irak y Líbano comenzaron a avanzar hacia Israel, el país recién creado. La orden era “la eliminación absoluta del estado hebreo”. Los palestinos perdieron toda posibilidad de formar una nación, con tierras invadidas y ciudadanos huyendo a los territorios vecinos. Y así hasta hoy, cuando sus principales anhelos siguen sin cumplirse. Estas son las 4 reivindicaciones que aún hoy ansían con alcanzar:

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Protesta a favor del estado palestino como el 194 de la ONU, en Ramala (Cisjordania), en 2011.

Palestina no ha levantado cabeza desde 1948. Tras ese cisma llegaron las guerras de los Seis Días (1967) y la de Yom Kippur (1973), que han afianzado la ocupación de su territorio y la ausencia de instituciones soberanas. Hoy el estado está reconocido como "observador" y no miembro de pleno derecho en la ONU, una decisión tomada en noviembre de 2012.

Desde entonces, más del 90% de los países del mundo han reconocido individualmente la soberanía de los palestinos sobre su territorio, aunque faltan las grandes potencias y los países occidentales, los que pueden de veras inclinar la balanza a su favor. España, por ejemplo, ha votado que el Congreso inste al Gobierno a reconocer el estado, pero el reconocimiento explícito no se ha producido. Apenas Suecia ha apostado por ese pleno reconocimiento.

Los palestinos aspiran a tener un estado en Gaza y Cisjordania, con Jerusalén Oriental como capital. Es un reparto que cuenta con el respaldo de la mayor parte de la comunidad internacional y que ha defendido hasta el presidente de EEUU, Barack Obama. Sin embargo, cada vez que el tema se trata en alguno de los (eternos e infructuosos) procesos negociadores con Israel surge el mismo dilema: ¿se permitirá que Palestina controle su frontera más al este, con Jordania, o se quedará Israel con el dominio militar del Valle del Jordán? ¿Será Palestina un estado militarizado, plenamente soberano para vigilar y controlar sus fronteras? ¿Habrá continuidad entre los tres territorios que han de conformar el estado, estando como están separados Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este?

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Un judío ultraortodoxo, en una colonia en expansión en Jerusalén.

Tras la guerra del 67, Israel ocupó los territorios palestinos. De Gaza sacó los últimos colonos en 2005 -aunque sigue controlando todo su perímetro por tierra, y vigilando desde el aire y desde el mar, sometiendo a la población a un durísimo bloqueo- pero en Cisjordania y el este de Jerusalén siguen residiendo cerca de 600.000 personas en asentamientos reconocidos como ilegales por Naciones Unidas. Se han creado grandes bloques de población, con profusión de servicios y recursos naturales esquilmados a su propietario original, que cortan casi cualquier continuidad territorial, por ejemplo, con la hipotética capital del estado por venir.

La colonización va mucho más allá de las viviendas. Cada ciudad se rodea de polígonos industriales y fábricas, además de complejos de ocio, que extienden la ocupación, y que tienen que ir acompañados de carreteras seguras para los judíos, más bases militares y puestos de control que garanticen su seguridad.

Actualmente, la zona se divide en áreas A, B y C.

Área A. La Autoridad Palestina tiene el control total sobre la seguridad y sobre asuntos civiles. Supone el 18% del territorio y engloba las principales ciudades y los territorios de alrededor, sin asentamientos. En teoría los israelíes tienen prohibida la entrada a estas zonas, aunque en la realidad pueden entrar con bastante facilidad. Las Fuerzas de Defensa Israelíes suelen realizar incursiones para arrestar a posibles militantes.

Área B. Los palestinos tienen el control civil y comparten con los israelíes el control militar. Constituye el 21% del territorio e incluye principalmente pequeñas ciudades palestinas, pueblos y algunas tierras, pero ningún asentamiento.

Área C. Israel tiene el control civil y militar total. Supone más del 60% del territorio palestino e incluye todos los asentamientos (ciudades, pueblos, barrios), tierras, todas las carreteras que conectan los asentamientos con Israel (exclusivas para israelíes), así como áreas definidas como “zona de seguridad”, que incluye entre otras todo el terreno adyancente al muro de separación. Junto a los colonos, malviven unos 150.000 palestinos, la mayoría beduinos.

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Refugiados palestinos en el campo de Sabra, en Líbano, tras la matanza cometida en 1982.

La “pérdida de la patria ancestral palestina causó la dispersión de una tercera parte del pueblo”, explica un miembro histórico de los gabinetes palestinos y actual comisario de Relaciones Internacionales de Fatah, Nabil Shaath. Según datos del Gobierno palestino avalados por la ONU, 726.000 personas tuvieron que dejar sus hogares en 1948, horrorizados con la contienda, buscando un lugar más seguro, expulsados por tropas israelíes o directamente muertos.

Casi 500 aldeas y ciudades quedaron arrasadas, con la consiguiente confiscación de tierras, que pasaron a manos de Israel (logró anexionarse un 26% más de la tierra que le habían otorgado en el Consejo de Seguridad, esto es, un 80% del total). 190.000 palestinos más se refugiaron en Gaza, bajo el control egipcio, y 280.000 se mantuvieron en Cisjordania, con el amparo de las autoridades jordanas.

Aquellos más de 700.000 exiliados son hoy, dos generaciones después, más de cinco millones de refugiados, concentrados sobre todo en Jordania, Siria, Líbano y Palestina. En el mejor de los casos, Israel ha dicho en alguna ocasión que aceptará el retorno de 50.000 el día que llegue -si llega- un acuerdo de paz. Naciones Unidas tiene reconocido el derecho al retorno de todos o, en su defecto, una compensación.

Otros 100.000 palestinos, hoy el 19% de la población de Israel, se quedaron dentro de las fronteras del nuevo estado y tardaron años en lograr la nacionalidad. Aún hoy 200.000 árabes residentes en Jerusalén Este carecen de pasaporte, sólo tienen permiso de residencia, una ciudadanía rebajada que les obliga a permanecer siempre en la ciudad, sin moverse. De lo contrario, pierden su estatus.

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Vista de la Ciudad Vieja de Jerusalén desde el este de la ciudad.

Los palestinos aspiran a tener en Jerusalén Este la capital de su futuro estado. Actualmente, desde 1967, la parte árabe de la ciudad triplemente santa está ocupada por Israel, que domina por completo cada calle palestina, en las que viven unas 250.000 personas. Dos tercios de la actual Jerusalén son antiguo suelo árabe, indica la ONU. La famosa línea verde que dividía en los mapas los dos lados de la ciudad hoy no es más que una avenida importante cargada de tráfico. No hay mezcolanza de las dos poblaciones más que la que obligan determinados servicios, no es Jerusalén una ciudad porosa ni de convivencia.

Siendo una cuarta parte del censo jerosolimitano, los árabes no reciben más que el 10,8% de la inversión, según datos del ex concejal del izquierdista MeretzMeir Margalit. Entre 6.000 y 8.000 menores no asisten a clase, porque ni hay aulas públicas suficientes para ellos ni llega la ayuda de instituciones solidarias o religiosas. El 67% de la población de Jerusalén Este se encuentra por debajo del umbral de la pobreza, según el Instituto Nacional de Seguridad Social israelí.

Jerusalén sería la capital de dos Estados, Israel y Palestina, en el caso de que las negociaciones ideales avanzaran finalmente, pero el reparto final es una incógnita. Existen no menos de nueve propuestas para el municipio y otras 17 para la Ciudad Vieja, que alberga los santos lugares como la mezquita de Al Aqsa y Cúpula de la Roca, el Muro de las Lamentaciones o el Santo Sepulcro.

Benjamín Netanyahu, actual primer ministro de Israel, ha endurecido su discurso e insiste en que Jerusalén es la capital "única e indivisible" de su estado, aunque la comunidad internacional interpreta que es Tel Aviv, y no Jerusalén, la capital del país.