Las elecciones, explicadas con las frases míticas de Rajoy

Las elecciones, explicadas con las frases míticas de Rajoy

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Mariano Rajoy es reconocido por ser un buen orador. Pero, como todos, en muchas de sus alocuciones se le cuelan frases sin sentido o directamente absurdas. Ya han alcanzado la categoría de míticas como “es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde".

Lo cierto es que, bien analizadas, muchas de esas sentencias que han sido pasto de bromas sirven para entender qué ha pasado en las elecciones del 26-J.

Efectivamente: el presidente del Gobierno apeló desde el primer momento que salió al balcón de Génova a la nación española. Se comprometió a "defender a España y al cien por cien de los españoles", aunque en ningún momento detalló de qué. Durante la campaña electoral a Rajoy se llenó la boca de la palabra España, como si fuera el único defensor de la patria.Terminó su alocución triunfal en la noche del 26-J, frente a decenas y decenas de banderas nacionales, con un rotundo: “¡Viva España!".

No hay que darle más vueltas: un plato es un recipiente cóncavo y por lo general redondeado que dispone de un borde y que se utiliza para servir la comida. Y el que gana las elecciones es que el más escaños consigue. Y si encima es el que obtiene más votos, no hay más que hablar. La victoria refuerza a Rajoy de cara a los posibles pactos electorales. Serán los demás los que deban bailar la melodía que toque el PP, no al revés. Aunque se produce la paradoja de que, pese a salir mucho más fortalecido este 26-J que el 20-D, Rajoy sigue dependiendo de los demás para poder gobernar: necesita como poco el apoyo del partido de Albert Rivera (ambos suman 169 escaños) y la abstención del PSOE. En el peor de los panoramas, su triunfo sólo servirá para convocar unas terceras elecciones.

La victoria del PP, el único partido que sale reforzado de estas elecciones, representa el triunfo claro de una campaña electoral centrada en la polarización y el miedo al contrario. Desde el primer momento la formación de Mariano Rajoy fijó como enemigo a batir a Unidos Podemos. Fue una lucha de extremos. El temor de muchos votantes del PP que en diciembre se pasaron a las filas de Albert Rivera a un posible Gobierno de los de Pablo Iglesias funcionó como un imán de votos para el PP. Hay otra explicación: Rajoy ha demostrado que su teoría celiana de quien resiste, gana, es válida todavía en 2016.

Casi ocho millones de vecinos votaron a su ‘alcalde’: Rajoy. Que el segundo partido más votado, el PSOE, no llegue a los 5,5 millones, consolida al actual presidente del Gobierno en funciones como el alcalde que regirá el destinos de sus vecinos porque los vecinos le quisieron como alcalde.

Y las elecciones están para elegir un Gobierno. Unas terceras elecciones supondrían la paralización institucional de España durante un año —en seis meses no se ha aprobado una sola ley— y, dados los desafíos de última hora como el ‘Brexit’, redoblarían la incertidumbre económica y potenciaría el hartazgo de la sociedad hacia una clase política incapaz de dialogar y, como consecuencia, de alcanzar pactos de legislatura.

Sí. De hecho caen chuzos de punta sobre la confluencia de Podemos e Izquierda Unida. Todas las (optimistas) expectativas, resumidas en la palabra ‘sorpasso’, se han quedado en agua de borrajas. Unidos Podemos podría haber tocado techo y, por lo tanto, quedarse como una fuerza relevante, pero no decisiva, en el Congreso de los diputados.

Los grandes perdedores de estas elecciones han sido los sondeos electorales. No sólo las encuestas que publicaron durante la campaña electoral todos los diarios españoles o el CIS, sino los mismos sondeos a pie de urna dados a conocer nada más cerrar los colegios electorales. Todo era falso, salvo alguna cosa: Unidos Podemos no dio el ‘sorpasso’, el PSOE no se hundió y, sí, el PP ganó las elecciones. Aunque de forma más holgada de lo que las encuestas había vaticinado.