Así se vende un best-seller

Así se vende un best-seller

El escritor español que domina las librerías sólo podía presentar su último libro desde un entorno que, imponente, domine toda Barcelona. Es la metáfora perfecta del triunfo. De la conquista. La constatación de que todo lo que rodea a Carlos Ruiz Zafón es a lo grande.

Grande, en volumen: su última novela, El Laberinto de los Espíritus, es un tocho de 928 páginas.

Grande, la ambición del proyecto literario en el que el catalán se embarcó hace ya 15 años: la saga de El cementerio de los libros olvidados es una tetralogía compuesta por La sombra del viento; El juego del Ángel; El prisionero del cielo y la ya mencionada El Laberinto de los Espíritus.

Grandes, tremendamente grandes, son las cifras que se manejan: sostiene su editorial que es el autor español más leído en el mundo después de Cervantes, sus libros se venden por millones y de ellos se han lanzando un centenar de ediciones.

Grande, descomunal, es la la tirada de la primera edición de El laberinto de los espíritus: 700.000 ejemplares y 40 traducciones en más de 50 países, entre ellos Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Italia, Francia, Serbia o Israel.

Grande, también, es Ruiz Zafón: 1,90 metros de altura.

Grande, en fin, fue la presentación del libro con el que cierra la saga de El cementerio de los libros olvidados. La editorial que lo publica —Planeta, grande entre las grandes— ha echado el resto con la que, salvo cataclismo, es su gran apuesta para el año que ya acaba. El libro más esperado —por los lectores que atrae y por el dinero que genera— bien merece un sarao a la altura de las circunstancias.

En la editorial son conscientes de cuáles son los dos elementos imprescindibles para que el libro disfrute, aún más si cabe, de mayor repercusión: los medios de comunicación que, con textos como este, se encargan de realzar el libro. Y los libreros, que son el último eslabón de la cadena pero no por ello menos relevantes: de su decisión depende que la novela de marras se haga con un puesto preeminente en los escaparates, que ocupe las primeras filas y que se reserven baldas completas a la obra. Y, por supuesto, que esos libreros lo recomienden a los clientes o que pidan con la mayor celeridad posible más ejemplares en el caso de que se agoten.

La convocatoria para periodistas y libreros es en la Basílica Del Sagrat Cor de Jesús, en el Tibidabo, con la ciudad de Barcelona como telón de fondo. Más de 300 invitados a una rueda de prensa sobre una zona que ofrece una vista esplendorosa de la ciudad en la que discurre la trama de la saga y que ha dado pie a lo que se ha bautizado como “La Barcelona de Ruiz Zafón”.

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Llegar allí supone un gasto no menor para la editorial. Pero compensa: cada periodista viaja en AVE hasta la Ciudad Condal, y a cada librero fuera de Barcelona se le abona también el medio de transporte. Lo importante es que todos estén en el sitio indicado a la hora fijada, sin importar el coste. De la Estación de Sants sale un autobús hacia El Tibidabo (a cargo de Planeta). Y de ahí el funicular que lleva hasta la catedral (billete a cargo de Planeta). Cientos de personas en busca de un autor.

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La llegada se produce antes del horario previsto y, por lo tanto, hay que matar el tiempo a base de aperitivos —aunque no hayan dado las doce de la mañana— regados con cava y agua. Cada uno de los invitados ha recibido, previamente, una chapa cuyo color determina si es prensa o librero y un cofre de gran tamaño (recuerden, todo aquí es grande) y que pesa como un demonio: el mamotreto contiene la novela, un pincho USB, un bolígrafo, una moleskine y un dossier de prensa de altísima calidad.

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A la espera de que los organizadores den la voz de alerta, las conversaciones giran sobre Ruiz Zafón, su obra y qué se puede esperar del último libro.

- Me encanta, es mi autor preferido.

- Aluciné con el segundo libro, no había un Dios que lo entendiera.

- 900 páginas… qué pereza.

- No leo sus páginas, las devoro.

Se suceden las conversaciones, cava en mano, mientras el tema de conversación cambia de forma radical. Barcelona, al fondo, se ve con dificultad. ¿Contaminación o niebla? Entre risas, el organizador del sarao le comenta a unos invitados: "Es niebla, y la hemos alquilado. Lo tenemos todo controlado".

Solventada la duda, las preocupaciones se centran en Ruiz Zafón: su conocida timidez puede ser una barrera a la hora de ponerse a hablar ante 300 personas. Es un trago demasiado amargo para un autor que puede permitirse casi todo, pero no dejar de promocionar su obra. Una persona de Planeta evoca las dificultades que tuvieron en presentaciones precedentes: "No le gusta ser reconocido. Es extremadamente tímido…".

Las campanas dan las 12 y, con inesperada presteza, todos los invitados empiezan a dejar las bebidas en el primer lugar que encuentran: hay que coger sitio, el más cercano al autor, si es posible. Todos al interior de la catedral mientras dan el último bocado a unos panecillos.

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El lugar es imponente. Las vidrieras escupen tonalidades lumínicas desconcertantes y, con cierta congoja, los invitados se dirigen a escuchar al mesías de las letras. La editorial no ha dejado ningún detalle al azar: el escenario evoca ese cementerio de los libros que representa el gran misterio de la tetralogía y, pese al inevitable ruido que genera la gente al tratar de hacerse un hueco en los bancos de la catedral, todos intentan guardar el silencio respetuoso que exige un lugar sagrado. Los más lentos deberán conformarse con ver la rueda de prensa a través de un plasma.

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Como una estrella de la música, o como una milagrosa aparición, aparece Ruiz Zafón. El salvador del negocio editorial de 2016 es observado con esperanza por los libreros. El ejemplo paradigmático de lo que significa ser un best-seller, es asaetado a fotografías por parte de los reporteros gráficos. Todos se preparan para escucharle, pero ser la gran figura del panorama literario español pasa, aparte de por vender toneladas de libros, por mojarse lo justo en cuestiones políticas. El entrevistador, el periodista Carles Francino, cumple con su papel y trata de sacarle un titular vinculado con la actualidad:

"No suelo polemizar sobre temas políticos, soy escéptico sobre cualquier tema político, porque tiendo a ver el sainete de todo juego político, y en escala global lo que pasa en EEUU me preocupa más porque afectará globalmente a muchas personas, menos que el 'procés', que simplemente se puede solucionar con el diálogo".

Poco más. Porque el resto de la charla a dos apenas sirve para abordar cuestiones netamente literarias. A saber:

"La literatura es un arte maravilloso, pero es una amante cruel".

"Llevarla al cine o la televisión sería una traición a la naturaleza de los libros, es innecesario, no tendría interés y no es obligatorio convertir todo libro en una película o en una serie".

"La ficción no es una mentira, porque el que la lee ya sabe que es una ficción".

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Termina la presentación. Un espectáculo en el que Planeta ha echado el resto. Un acto en el que ha demostrado cómo se promociona un best-seller en España.

Pero queda completar la última parte de la agenda: la comida para todos los invitados. Los libreros por un lado y los periodistas por otro. Y Carlos Ruiz Zafón, como un espléndido relaciones públicas, yendo de un lado para otro con la satisfacción de que la parafernalia se ha acabado y en breve podrá volver a refugiarse en su casa de Los Ángeles.

La maquinaria del best-seller del año no ha hecho más que activarse.

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