La Cuba sin Fidel Castro

La Cuba sin Fidel Castro

AP

"La barba es un símbolo. Cuando mi gobierno haya cumplido todas sus promesas, me la afeitaré". Cincuenta y siete años después de pronunciar estas palabras, en el día de su muerte, Fidel Castro seguía teniendo barba. Este 25 de noviembre de 2016 pasará a la historia como el día en el que se fue el que a partes iguales fue considerado dictador o el héroe del pueblo. Fidel ha muerto dejando su persona vinculada para siempre con Cuba, porque hablar de él es hablar de este país. Como también lo es hablar de un régimen político que prometió sanidad, educación, progreso y libertad para todos, pero que, como su mítica barba indicaba, no pudo cumplir la mitad de sus promesas.

En realidad Fidel se terminó hace 8 años, cuando tuvo que apartarse del poder diario, después de cerca de medio siglo, a raíz de la grave enfermedad intestinal que casi le mató en el verano de 2006. Entonces cedió el testigo a su hermano, Raúl, sobre quien recayó la responsabilidad de seguir con su “revolución”, esa que dura ya 59 años y que bebe de un modelo único, el "comunismo caribeño". En él Fidel era presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y Primer Secretario del Partido Comunista Cubano.

Con su muerte se pone el punto final a una guerra fría a la que ya se había dado un sonoro portazo con el acuerdo de deshielo firmado por Raúl Castro y Barack Obama. Por eso la gran duda ahora es, tras la desaparición de Fidel, qué rumbo tomará el país; si se acelerarán o no los cambios económicos que Raúl Castro lleva impulsando desde 2008 y si se abrirá, de una vez por todas, el camino hacia un nuevo tipo de política, basada en una democracia pluripartidista. Pero no todo dependerá de Cuba y del régimen castrista: no hay que olvidar un factor clave llamado Donald Trump. El presidente electo de EEUU anunció en un principio que condicionaría el acercamiento a Cuba a la apertura del régimen comunista cubano y a avances en el terreno de los derechos humanos, pero acabó por prometer revertir los pasos dados por Obama.

Ahora es más que probable que Trump, que antes de presidente ha sido hombre de negocios, se vea obligado a atemperar esa postura debido a las presiones que recibirá de parte de los empresarios estadounidenses que llevan décadas anhelando hacer negocios con Cuba. Pero además, con la muerte de Fidel Castro se ha vuelto a poner en primer plano la incógnita sobre el embargo a Cuba que durante más cinco décadas ha mantenido Estados Unidos y cuyo futuro dependerá de la nueva administración de Trump.

LA ECONOMÍA Y LAS LIBERTADES

En lo que respecta a una más que deseable transformación política, que deje paso a una nueva generación y otras opciones, no es de extrañar que lleguen presiones desde el exterior, principalmente desde Miami y EEUU para que así sea. Raúl Castro ha prometido que dejará el poder en 2018, paso que permitiría avances reales, aunque el día que lo reiteró, hace poco más de un año, aseguró que en Cuba “siempre ha habido elecciones”. Afirmación cuestionable donde las haya. De ser así, de existir una oportunidad real para un nuevo modelo político en el país, la oposición también tendrá que reorganizarse, empezando por la disidencia, fracturada a todos los niveles.

Pero si hay algo que ansían los cubanos, más allá de lo político, es libertad y una mejora económica que se sienta realmente en sus bolsillos. El líder cubano siempre achacó la mayor parte de sus penurias al duro embargo de EEUU sobre la isla. En 2008 el Gobierno de la isla calculó que había causado un daño económico directo mayor a los 90.000 millones de dólares en 50 años y denunciaba una "persecución feroz" contra cualquier empresa o institución comercial o bancaria extranjera que pretendiera establecer relaciones económicas, comerciales o financieras con instituciones cubanas. Pero no todos los males de Cuba se explican por eso: el régimen cubano no ha sido capaz de crear una estructura productiva concordante con sus dimensiones y capacidades.

Tras la caída de la URSS, sustento económico de la isla, fue la llegada al poder en Venezuela, en la década de los 90, la que dio oxígeno al país. Esto, con el tiempo, no ha cambiado. Los acuerdos entre ambos países para la importación de crudo a precios preferenciales vienen del año 2000, cuando Hugo Chávez y Fidel Castro fraguaron una alianza con la que La Habana ganaba un mecenas energético y Caracas, fundamentalmente, médicos e inteligencia para el aparato de seguridad del Estado. La isla recibió durante años más de 100.000 barriles de petróleo diarios. Pero en los últimos años las cosas no han ido bien para Venezuela, básicamente por el desplome mundial de los precios del crudo, lo que se ha sentido en Cuba. Según la agencia Reuters, en el primer semestre de 2016 el bajón ha sido de al menos un 20%. De ahí que Raúl Castro lleve años intentando mirar más allá de Venezuela: centrándose en nuevos mercados como China o Rusia, sin descartar a la UE.

UN PAÍS DIVIDIDO

Cuba tiene también ante sí otro gran reto: el de respetar los derechos humanos. Los 50 años de gobierno de Fidel Castro han sido denunciados, en repetidas ocasiones por su represión. Lo han hecho ONG como Human Rigth Watch o Amnistía Internacional, así como por organizaciones internacionales como la UE, la OEA o la propia ONU.

Por el momento parte del país llorará, durante nueve días -los que se han decretado de luto nacional-, la muerte del comandante de la Revolución cubana. La otra, feliz por la noticia, pondrá sus esperanzas en que se abra un nuevo capítulo de su historia. Es muy probable que el futuro inmediato de la isla no sea muy diferente de cómo ha sido desde que Fidel se alejó del poder, pero muerta ahora la que ha sido la última gran figura política del siglo XX, el gran incono del comunismo, le corresponde a sus sucesores decidir si logran lo que su líder no fue capaz: la unión de su país y una buena gestión de sus recursos.

“La historia me absolverá”, dijo en uno de sus célebres discursos Fidel Castro. De momento, la historia juzga sus fracasos y conquistas que han dado lugar a la Cuba de la actualidad. Esa Cuba que, para bien o para mal, es obra suya.