¿James Comey fue el culpable de la derrota de Hillary Clinton? Responden los votantes

¿James Comey fue el culpable de la derrota de Hillary Clinton? Responden los votantes

BLOOMBERG VIA GETTY IMAGES

Durante meses, a medida que las elecciones estadounidenses iban aproximándose a su amargo final, Leonard Rainey, de Luisiana, seguía sin decidir a qué candidato apoyaría.

Nunca antes había tenido esas dudas. Rainey, de 33 años, es de ideología republicana. En 2012 votó a Romney. En cambio, en esta ocasión consideraba repugnante la idea de votar al candidato Donald Trump, al igual que sentía náuseas si se planteaba apoyar a la candidata demócrata, Hillary Clinton.

Incluso contempló la posibilidad de abstenerse. Pero, como él mismo dice, “no tienes derecho a quejarte si no votas”. Así que hizo caso a las noticias con la esperanza de que le sirvieran de guía. Y le pareció abrumador. Cada revelación de WikiLeaks era un pequeño drama; cada debate de Trump era revelador.

“Es que [Trump] no se calla la boca”, comenta este votante.

Podrían haber puesto a cualquiera contra Trump. Pero eligieron a un mal candidato. —Leonard Rainey, 33 años

En la última semana antes de las elecciones, las continuas revelaciones y las teorías de la conspiración en torno a Clinton fueron demasiado. Rainey escuchó algo sobre los vínculos de Clinton con una red de pedofilia, un fraude que llevó a un hombre armado a ponerse a disparar en una pizzería de Washington D.C. Los vínculos de la Clinton Foundation con los gobiernos de Arabia Saudí y Catar le parecieron inquietantes.

La noche antes de las elecciones, Rainey seguía preocupado sobre la forma en que Trump actuaría en caso de tensión internacional si fuera presidente. Se despertó con la pregunta de si Clinton era la mejor opción.

Pero al final, votó a Trump: una contribución poco inspirada y casi automática a la democracia americana.

“Podrían haber puesto a cualquiera contra él”, afirma Rainey. “Pero eligieron a un mal candidato”.

Casi todos coinciden en señalar que los votantes como Rainey —los que tomaron una decisión a última hora— fueron básicamente responsables de la elección de Trump. No obstante, un mes y medio después de su victoria, persiste un argumento que explica el porqué de esta tendencia a votarle. Los defensores de Clinton culpan al director del FBI, James Comey, que abrió una nueva investigación sobre los correos electrónicos relacionados con Clinton diez días antes de las elecciones, y justo una semana después la cerró.

Al entrevistar a numerosos votantes decisivos —encontrados a través de varias redes sociales—, surge una explicación menos elegante. Comey fue un factor importante para algunos, pero no para todos, e incluso entonces no queda claro cuán decisivas fueron sus cartas. Para muchos votantes, hubo momentos de la campaña aleatorios, a menudo arbitrarios, que les motivaron a votar de esa manera. El hecho de que Clinton se quedara vulnerable ante sus antojos fue tan relevante como el pronunciamiento del director del FBI en el momento más oportuno.

“Eso no fue el clavo que remató el ataúd”, explica Rainey sobre Comey. “Fue como echar gasolina a un fuego… Al final, eran muchas cosas”.

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El director del FBI, James Comey, testifica ante la Comisión de Supervisión y Reforma del Gobierno el 7 de julio de 2016.

El argumento de la campaña de Clinton de que Comey determinó el resultado de las elecciones se basa simplemente en las matemáticas. Los datos demuestran que la mayoría de personas que decidió su voto en la última semana respaldó a Trump, y en cantidades considerables. El doble anuncio de Comey fue la mayor revelación de la semana; ergo, debió cambiar el curso de las elecciones.

Los datos internos mostraron que los votantes desfavorables a ambos candidatos finalmente optaron en masa por votar a Trump.

En cualquier caso, esto no es una postura pública. En una conferencia telefónica privada dos días después de los comicios, el personal de campaña de Clinton contó a sus subordinados que los datos internos mostraban que los votantes desfavorables a ambos candidatos optaron en masa por votar a Trump “por un margen de un 20 a un 30%”.

Uno de esos votantes fue Steven Hernandez. Hernandez, profesor en Pensilvania, se describe como republicano de tendencia libertaria que “despreció a Trump la mayor parte de [su] vida”. Durante las primarias republicanas, apoyó a Carly Fiorina y al senador Marco Rubio. Cuando los dos dieron un paso atrás, él se unió a las filas de los republicanos de #NeverTrump (nunca Trump).

Y, sin embargo, el 9 de noviembre, votó a Trump: el acto final de meses de reflexión política.

Al principio, Hernandez veía a Clinton como una pragmática. No se sentía particularmente molesto por los correos, hackeados y publicitados en WikiLeaks, de su jefe de campaña, John Podesta. Ni siquiera le molestaba demasiado el uso de una cuenta de correo privada por parte de Hillary Clinton.

Lo que le hizo cambiar de opinión poco a poco fue el constante criticismo hacia Trump. Hernandez empezó a sentir simpatía por Trump a medida que los medios incidían de forma cada vez más agresiva sobre los alegatos de acoso sexual, historias que a veces Hernandez consideraba infundadas. La agitación que experimentó al principio cuando Trump evadía las controversias se convirtió luego en respeto por su perseverancia. Cuando salió a la luz la carta en la que Comey anunciaba una nueva investigación sobre Clinton, Hernandez ya era más bien favorable al candidato republicano.

“La carta en sí no me marcó ni me movió hacia un lado u otro. Pero la reacción de Clinton fortaleció mi decisión”, cuenta Hernandez. “Si tuviera que decir cuándo lo supe de seguro, fue cuando empezaron a atacar a Comey por hacer su trabajo en el fin de semana previo a las elecciones”.

Adam Shutt, un ingeniero civil de 35 años de Muscatine (Iowa), fue otro republicano indeciso en la última semana de la campaña. No obstante, a diferencia de Hernandez, Schutt se planteó votar al candidato del Partido Libertario, Gary Johnson. Pero al final votó a Trump.

Pensé: para votar a un tipo un poco bizarro, entonces voto a Trump. —Adam Shutt, ingeniero civil de 35 años

Trump no había sido su primera opción durante las primarias, “ni siquiera mi quinta opción”, reconoce. Cuando paró para comer el día de las elecciones, Schutt pensaba votar a Johnson. Sin embargo, finalmente pesó más la lealtad al partido. “Pensé: para votar a un tipo un poco bizarro, entonces voto a Trump”, explica.

La carta de Comey, concede Schutt, puede haber jugado un pequeño y subliminal papel a la hora de decidirse; no porque le impactara el contenido, sino porque le llevó a una conclusión. “La mayoría de los indecisos que conozco no decidían entre Trump y Hillary. Sopesaban la imperfección de ambos versus la realidad de aguantar al otro en la presidencia”, afirma. “Por eso, la mayoría de nosotros, gente de principios, decidimos votar a Trump sólo para frenar a Hillary”.

Los votantes que a última hora se decidieron por Trump no eran todos republicanos. Andrew Bagley, de 40 años, es un defensor acérrimo del presidente Barack Obama y del senador Bernie Sanders y afirma que todo lo que decía Trump le parecía repugnante. Sin embargo, votó a favor de Trump incluso después de que familiares homosexuales le dijeran que tenían miedo de que Trump les tratara como "ciudadanos de segunda".

La carta de Comey no le convenció. Le convenció la política de exteriores.

"Creo que hay muchas menos probabilidades de que Trump nos meta en una guerra interminable en Oriente Medio", se justifica Bagley, de Portsmouth (Nuevo Hampshire). "Y lo más importante para mí es no meternos en guerras innecesarias. Puede que Trump pulse el botón nuclear con más facilidad que Hillary, pero creo que hay un 0,00001% de probabilidades de que haya una guerra nuclear. Y creo que, con Hillary, habría un 100% de probabilidades de participar en una guerra en Oriente Medio".

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A los que decidieron su voto a última hora no les encantaba Donald Trump, pero tampoco les gustaba Hillary Clinton.

Entre las teorías que se manejaban en la campaña de Clinton había una que se basaba en que los republicanos con estudios universitarios sentirían tanto rechazo ante la idea de una presidencia de Trump que muchos votarían en su contra para evitarlo. Las encuestas reforzaron esta teoría. Estos votantes eran los que tenían más probabilidades de cambiar de candidato en respuesta a una polémica importante (como las grabaciones de Billy Bush).

Aun así, lo que pilló por sorpresa en la campaña de Clinton fue el número de votantes que acabarían votando a Trump (animados por Comey o no) y el número de votantes que acabarían alejándose de Trump, pero no acercándose a Clinton.

Dustin Mooney, de 27 años y de Orlando (Florida), es uno de estos últimos votantes. En 2012 votó a favor de Mitt Romney y estaba preparado para cambiar de lado y votar a Clinton cuatro años después. Le molestó la arrogancia de la candidata, era como si "los estadounidenses fueran un bache en el camino hacia su objetivo principal", pero le gustaba su política de exteriores y la consideraba moderada con respecto a los asuntos nacionales.

Para él, Trump nunca cuajó. "Supe que no le iba a dar mi voto en cuanto obtuvo la candidatura", afirma Mooney, gestor de contabilidad.

Sin embargo, a medida que se acercaban las elecciones, las noticias negativas sobre Clinton eran cada vez más ineludibles. La carta de Comey contribuyó, pero, a esas alturas, la opinión que tenía Mooney sobre los correos electrónicos de Clinton era firme. Según él, cualquier persona que no tuviera un cargo importante como ella habría sufrido algún tipo de castigo.

Mooney estaba tan indeciso el día de las elecciones que rellenó la papeleta al revés: dejó el voto presidencial para lo último. Cuando llegó el momento, escribió el nombre del republicano Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes.

Habría cambiado el voto si pensara que había más probabilidades de que Trump ganara. —Dustin Mooney, 27 años

"Sinceramente, pensaba que [Clinton] ganaría las elecciones sin problema", explica. "Habría cambiado el voto si pensara que había más probabilidades de que Trump ganara, pero era difícil pensar eso después de ver los resultados de las encuestas".

Michelle Hart, de California, también tiene el perfil de una republicana que podría distanciarse de Trump, según la campaña de Clinton. Hart ha trabajado varios años en el ámbito de la política (junto a republicanos de California como los gobernadores Pete Wilson y Arnold Schwarzenegger) y en 2012, en sus primeras elecciones, votó a favor de George H.W. Bush. Pero también demostró tener flexibilidad política cuando apoyó a la demócrata Dianne Feinstein y cuando se mostró a favor de la campaña de Obama en 2008.

Lo que es más importante: Hart no quería votar a Trump y le sorprendía mucho que hubiera decidido presentarse a las elecciones, pero tampoco estaba convencida de votar a Clinton. La tentación de ver a una mujer en el cargo de presidenta se vio sobrepasada por sus discrepancias filosóficas con Clinton. Todas las semanas cenaba con un grupo de chicas y en esos momentos se sorprendía a sí misma intentando racionalizar el voto.

"Me preguntaba '¿más vale malo conocido que bueno por conocer?', y me di cuenta de que los dos eran malos", explica.

La carta de Comey no molestó a Hart. De hecho, la víspera de las elecciones consideró votar a Clinton después de haber escuchado el discurso de Michelle Obama en un mitin de Filadelfia. Pero Clinton subió al escenario y dio un discurso dócil y sin pasión a ojos de Hart. El día siguiente, eligió al republicano John Kasich, gobernador de Ohio, como presidente.

"Fue el voto más difícil de mi vida", afirma.

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John Kasich, gobernador de Ohio, fue uno de los republicanos que obtuvo votos de personas que a última hora decidieron no apoyar a Trump ni a Clinton.

Hart no se arrepiente de su voto. ¿Por qué iba a hacerlo? En California ganó Clinton por goleada, así que un voto a favor de Kasich no marcaría la diferencia.

No obstante, otras personas que en el último momento votaron a Trump o evitaron a Clinton sí se sienten culpables. A Shutt, de Iowa, le gustaría que Trump dejara de utilizar la retórica que ha usado en campaña y que está empleando durante la transición. "Todavía no ha cometido ningún error, pero sé que el listón es muy bajo".

Mooney, de Florida, explica que, si pudiera volver a votar ahora, se decantaría por Clinton y no por Ryan. No esperaba una victoria de Trump cuando depositó su voto.

"Desde mi punto de vista, tenía que sacar una escalera real para ganar", explica. "¡Y tenía todas las cartas! ¡Lo consiguió!".

Bagley no cambiaría su voto —de momento—, pero es consciente de la posibilidad de que la presidencia de Trump sea igual de perjudicial, o más, que lo que le preocupaba de la presidencia de Clinton.

"¿Que si me arrepiento de que haya ganado? De momento no", afirma. "Todavía no ha asumido el cargo, pero puede que dentro de uno o dos años me arrepienta. Se parece un poco al Brexit. Nadie va a saber si es la elección correcta hasta que no pasen cinco años".

Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés y Marina Velasco

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