Mirlo blanco, lectura irritante

Mirlo blanco, lectura irritante

Crítica de la novela de Juan Manuel de Prada 'Mirlo Blanco, cisne negro'

Getty Images

Título: Mirlo Blanco, Cisne Negro.

Autor: Juan Manuel de Prada.

Editorial:Espasa Calpe.

Páginas: 440.

Precio: 20,90 euros en tapa dura.

Fecha de lanzamiento: 6 de octubre de 2016.

¿De qué va?

"Alejandro Ballesteros, un aspirante a novelista recién llegado a Madrid, conoce a Octavio Saldaña, un veterano y brillante escritor condenado al ostracismo tras un triunfo meteórico, allá en la juventud. Alejandro sucumbirá pronto a la apabullante personalidad de Saldaña, que acoge bajo su plumaje de «cisne negro» al joven, empeñado en convertirlo en el nuevo «mirlo blanco» de la literatura española".

La portada

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¿Por qué se habla tanto de este libro?

Porque en sus páginas el autor no deja títere literario con cabeza y explica (de aquella forma) el proceso de creación de una novela. O eso dicen.

¿Quién lo escribe?

Juan Manuel de Prada, un mirlo blanco de la literatura española que, hace décadas, ganaba todos los premios a los que se presentaba. Que fueron muchos. Apadrinado por Umbral y Cela, la obra literaria de De Prada suscitó interés en su primera hora (qué rompedor fue, ¡oh!, al titular su primer libro Coños) y hoy genera una cierta indiferencia. Las máscaras del héroe es, sin duda, su mejor novela.

¿Quién debería leerlo?

Para empezar, los que quieran dedicar parte de su tiempo a leer una novela que no deja huella. Si acaso, puede tener pasajes interesantes para los que quieran conocer la trastienda del mundo literario, las filias, fobias, envidias y rencores.

Nuestra opinión:

El escritor Juan Marsé acuñó un término literario que define a la perfección la última novela de Juan Manuel de Prada: prosa de sonajero. Es decir, llena de florituras, campanuda, trufada de adjetivos y frases alambicadas. Hojas y hojas, y más hojas, que estallan como fuegos artificiales lingüísticos estéticamente impecables pero vacías de fondo. El lenguaje brillante y rebuscado como principio y fin último. No importa lo que se cuenta: lo único relevante es cómo se cuenta. Es sólo forma, porque no hay fondo: prosa sonajero, prosa cipotuda.

Entendido como un ajuste de cuentas del autor con el mundillo literario y todo lo que lo rodea —las obsesiones, favoritismos, el amiguismo...— Mirlo blanco, cisne negro adormece al lector con el ritmo lento de un sonajero. La trama es insustancial, los diálogos imposibles y los personajes meros estereotipos: el escritor venido a menos capaz de vender el alma al diablo por una obra perdurable, el novelista bisoño que se debate entre la atracción por el mal y la rectitud del bien y personajes femeninos de brocha gorda que parecen generar cierta tirria en el autor vasco.

Páginas inanes en las que De Prada goza repartiendo mandobles a diestro y siniestro desde una inexplicable atalaya de rectitud moral. No sólo ridiculiza a los escritores nocilleros o a aquellos que ya son puro establishment literario, sino también a los mirlos blancos que emergen gracias a las convenientes palmadas en la espalda de padrinos literarios. Este apadrinado por Francisco Umbral está por encima de todos y de todo. Y lo hace cansina y rumbosamente (adjetivo, por cierto, utilizado ad nauseam).

Palabras, palabras, palabras. Pero no alta literatura.