'Deportado 4443', homenaje en viñetas a los prisioneros españoles de los campos nazis

'Deportado 4443', homenaje en viñetas a los prisioneros españoles de los campos nazis

Castigados por el franquismo y olvidados por la democracia, un cómic recupera la historia de estos 9.300 españoles condenados por defender la libertad

"Estamos dentro. Ha llegado un oficial de las SS. Parece un capitán. Está hablando en alemán y un prisionero va traduciendo (...) Nos dice: Vosotros que habéis entrado por esa puerta, perded toda esperanza. Sólo saldréis de aquí por la chimenea del crematorio". Quien vivió esto no tenía un apellido judío, no era gitano, ni homosexual ni un soldado capturado por las tropas nazis en su avance sobre Europa. Era uno de los miles de prisioneros españoles recluidos en los campos de la muerte de Hitler. Más de 5.000 murieron tras las alambradas de Dachau, Auschwitz, Mauthausen; algo más de 4.000 lograron sobrevivir. La historia de todos ellos es la que narra, en forma de novela gráfica, Deportado 4443 (Ediciones B).

Quien les da voz en el libro es Antonio Hernández Marín, un prisionero real del campo de Mauthausen (cuya liberación se conmemora este viernes) convertido en personaje-símbolo por su sobrino, el periodista Carlos Hernández. Quien les pone rostro es el dibujante Ioannes Ensis. Pero todo empezó en 2012, cuando Carlos empezó a investigar "en principio para mí y para mi familia" la historia del "tío de Francia", muerto en 1992. Las pesquisas dieron lugar en 2015 a un libro sobre los 9.300 españoles de los campos nazis. Era tan detallado que el periodista fue consciente enseguida de que sólo llegaría a un público especializado. Pero no se resignó y buscó llamar la atención de los jóvenes, "porque quería que ellos supieran cuál era la historia".

Abrió una cuenta en Twitter, @deportado4443, en la que Antonio Hernández empezó a contar su experiencia en el campo. ¿Un prisionero de los años cuarenta con móvil? "Era un juego arriesgado", explica Carlos Hernández, "porque la gente tenía que querer creérselo. Pero conseguimos, con la exactitud y sobre todo con el recurso al esto estaba ocurriendo exactamente un día como hoy, que la gente se implicara en la historia". "Cuando Antonio atravesaba un momento crítico en su relato", recuerda el periodista, "la gente le enviaba mensajes de ¡Ánimo Antonio! ¡No te dejes vencer! Fue muy emocionante".

La gente se implicó tanto con el relato de Antonio Hernández que le escribían mensajes de ánimo. Fue impresionante y muy emocionante.Carlos Hernández

Entre las decenas de miles de seguidores que atrajo @Deportado4443 estaba Ioannes Ensis. El dibujante llegó a la cuenta a través de un retuit y la leyó entera, de un tirón. "Sentí que cada uno de aquellos tuits debía tener una imagen", explica a El HuffPost. Hizo dos o tres dibujos y se los hizo llegar a Hernández a través de una amiga común junto a la propuesta de convertir el relato en un cómic. Al periodista le pareció una idea brillante y le dio la iniciativa: "Yo decidía qué imagen debía llevar cada tuit y Carlos y dos historiadores me indicaban cuándo algo de lo que había dibujado no se ajustaba a la realidad".

LA VERACIDAD TIENE UN PRECIO

El resultado es una obra de enorme potencia visual, en la que la emotividad del relato de Hernández y las atmósferas angustiosas dibujadas por Ensis se alían para transmitir el horror. Un cómic que no tiene, por difícil que resulte creerlo, nada inventado. "Hubo alguna vez en que cambiamos una viñeta porque el barracón estaba dibujado en ladrillo y en realidad era de madera o porque la gorra de un soldado alemán no aparecía tal y como era", explican los autores.

Prisioneros cargando con bloques de granito de 50 kilos desde el fondo de la cantera del campo, los estragos del hambre sobre los cuerpos y las mentes de aquellas personas, las torturas cruelmente imaginativas, las humaredas de muerte de los crematorios, el asesinato silencioso e industrial de las cámaras de gas. Todo ese horror está en Deportado 4443, a través de la historia de Antonio Hernández, pero también de otros personajes reales, como Antonio Cebrián Calero, que murió asesinado allí; o Francesc Boix, que robó los negativos que sirvieron para juzgar a los jerifaltes nazis en Núremberg; o Juan Romero, al que encargaron recoger las ropas de los judíos destinados a la cámara de gas.

Plasmar aquella ignominia no ha sido fácil. Carlos Hernández se sumergió en la vida de su tío y acabó encontrándose ante la historia desgarradora, y olvidada, de miles de murcianos, albaceteños, madrileños, catalanes... Ioannes Ensis también tuvo que hacerlo, para poder recrear aquel espanto. Y sufrió: "De no ser por mi mujer y mi hija, este trabajo habría acabado conmigo emocionalmente. Yo sabía que estaba dibujando a personas reales, que sufrieron todo eso. De algunos sabía incluso los nombres... Es imposible no implicarse personalmente con ellos. Por eso, ha habido momentos en que se me saltaban las lágrimas y he llegado a tener pesadillas".

UNA REIVINDICACIÓN NECESARIA

Cada pormenor aumentaba el sufrimiento, pero la exactitud es clave en la misión de Deportado 4443. Sí, el cómic la tiene, como la tuvo el libro y como la tuvo la cuenta de Twitter: contar la historia tal como fue, sacudirle el polvo de ocultación y olvido interesado que han arrojado sobre ella durante décadas. Es ese propósito el que convierte a esta novela gráfica en un obra militante.

Todos aquellos españoles que penaron en los campos hitlerianos de la muerte tenían algo en común: algún vínculo con la II República. Por eso Franco se desentendió de ellos, los dejó en manos de las autoridades nazis y les condenó a una existencia de maltrato y penurias. "Esto es un ejemplo más de la colaboración criminal entre Franco y Hitler. Cuando el signo de la Segunda Guerra Mundial cambia, Franco se cambia de chaqueta y trata de ocultar todo esto y de blanquear su régimen ante los aliados", asegura Carlos Hernández.

Más de 9.300 españoles fueron prisioneros en los campos nazis de la muerte. Hay pruebas de que fue Franco quien les condenó a ellos. Más de 5.000 murieron tras las alambradas.

El periodista cree que "hay tantísimas pruebas de que la operación de estos españoles se dirigió desde España que no había más remedio que borrarla". Pero, ¿por qué mantener ese olvido durante la Transición y después de ella? "Lo que nos pidieron a cambio de recuperar una libertad que era nuestra fue el olvido", argumenta Hernández, "y dentro de ese olvido está el no hacer un análisis riguroso de la Historia".

Ese no querer hablar del pasado, que caló en la sociedad hasta meterse en las casas, afectó incluso a los supervivientes españoles de los campos nazis. Carlos Hernández, que los ha entrevistado, destaca que son personas divididas, a los que su propia experiencia sitúa ante una disyuntiva insuperable: "Para ellos, vivir después de aquello es como un regalo, y por eso lo han afrontado todo con cierto optimismo. Pero, al mismo tiempo, nunca han salido de los campos. Siguen sintiendo una especie de culpa por los que perdieron allí y siguen teniendo pesadillas".

Pero son personas "absolutamente desprovistas de rencor". A pesar de que sus historias son, relata Hernández, la historia de una traición detrás de otra: "Les traicionaron en la guerra las democracias europeas al no intervenir en favor de la República; les traicionaron cuando acaba la guerra y los meten en unos campos terribles en Francia; les traicionan cuando acaba la Segunda Guerra Mundial y, en lugar de derribar a Franco, le dejan seguir gobernando; y les traicionaron cuando llega la democracia a España y no se dice una palabra sobre ellos".

Hoy, confirma el periodista, no son más de una docena, pero para ellos y para los miles que murieron en los campos o después sin verse jamás reconocidos por su país, el homenaje más importante es que se conozca la verdad: "Que pasaron por aquello y murieron, en España y en Europa, por defender la libertad".