Tiempo de rebeldes (según el MIT)

Tiempo de rebeldes (según el MIT)

El MIT crea el Premio a la Desobediencia, para premiar el activismo constructivo y colaborar con la agenda 'desobediente' del presente y el futuro.

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Harriet Tubman fue maquinista del Ferrocarril Subterráneo durante diez años y ayudó a más de 300 personas a escapar de la esclavitud en los campos de algodón estadounidenses. Los miembros de Rosa Blanca trataron por todos los medios de despertar la conciencia de los alemanes frente al nazismo desde la Universidad de Munich y lo pagaron con su vida. Rosa Parks se negó a ceder el asiento a un hombre blanco en un autobús segregado. Rachel Carson se enfrentó a toda una industria, la de los pesticidas, para denunciar el daño que estaban causando al medio ambiente. Shabana plantó cara a los talibanes en Pakistán y siguió bailando hasta que la mataron.

Ninguno de estos casos tiene la potencia simbólica de Galileo, de Gandhi o de Martin Luther King, pero sus actos, en 1849, en los años 30, en 1955, en 1962 o en 2009, revelan la esencia de la rebeldía tanto como esos grandes nombres. Son ejemplos como los suyos los que construyen el futuro, y el prestigioso Instituto Técnico de Massachussets (MIT) quiere saber quiénes son los desobedientes con los que cuenta el presente.

Para eso, han creado el Disobedience Award, un premio que va más allá del reconocimiento económico. Los 250.000 dólares con los que está dotado le serán de ayuda, sin duda, a quien se proclame "ganador" el próximo 21 de julio, pero el propósito del galardón tiene que ver sobre todo con dar a conocer las causas nobles que miles de personas defienden en el mundo, sin que la mirada de los demás repare en sus gestas.

¿DESOBEDIENCIA? ¿ESO QUÉ ES?

"El principio que Joi Ito -director del Media Lab del MIT y cofundador del premio- ha colocado a la cabeza del proyecto es el de "desobediencia sobre el cumplimiento", explica a El HuffPostEthan Zuckerman, director del Center for Civic Media del MIT: "La idea es estar seguros de que estamos dispuestos a ir más allá de lo que tenemos que hacer y pensar en lo que debemos hacer para encontrar la verdad, hacer descubrimientos y fomentar la justicia".

Esbozar una definición de "desobediencia" es mucho más difícil de lo que parece, así que este premio aspira también a ser un escenario de reflexión cívica sobre el activismo y la disidencia en nuestro tiempo. Zuckerman reconoce que incluso ellos, los impulsores del galardón, se han enfrentado a problemas a la hora de poner por escrito el espíritu que anima el proyecto: "A medida que discutíamos sobre el concepto de desobediencia, hemos sido más y más conscientes de que es complejo y controvertido. Si creamos el premio es porque entender la desobediencia es tan fundamental como la desobediencia en sí misma".

Una manera operativa de seguir adelante y darle al jurado alguna noción con la que decidir sobre las más de 6.000 nominaciones recibidas es ponerle apellido a la desobediencia: constructiva. Es lo que han hecho en el MIT y su responsable defiende la estrategia: "La desobediencia constructiva tiene una fuerte carga reflexiva, piensa sobre el cambio, muestra valentía y se hace responsable de sus acciones. Es una desobediencia pensada para mostrar la injusticia estructural y reclamar acciones con las que frenarla".

Este es un tiempo excelente para reflexionar acerca de cuándo lo más responsable que se puede hacer es resistirse a la autoridad y tomar decisiones basadas en valores y principios.

EL MOMENTO DE LOS REBELDES (CON CAUSA)

El Disobedience Award, dicen desde el MIT, no es una respuesta a Donald Trump. Pero Zuckerman reconoce al presidente de Estados Unidos, junto al racismo, los nacionalismos, el terrorismo, la crisis de los medios o la explosión de las redes sociales, en la lista de elementos que convierten a este en un momento ideal para pensar en la rebeldía pro-social: "Es un tiempo excelente para reflexionar acerca de cuándo la cosa más responsable que se puede hacer es resistirse a la autoridad y tomar decisiones basadas en valores y principios".

Los ejemplos históricos pueden ayudar a poner las cosas claras: Galileo defendiendo la ciencia frente a la Iglesia, las protestas no violentas de Gandhi en India, las marchas de Luther King contra la segregación racial, las críticas de Einstein al capitalismo. Todos cumplen los "requisitos" que el responsable del MIT cita como útiles para distinguir la desobediencia constructiva de lo que no lo es: "Creatividad, coraje, responsabilidad y foco en asuntos estructurales o de largo recorrido".

No resulta tan fácil, admite, encontrar un ejemplo contemporáneo tan potente como esos. Sólo cita uno: Black Lives Matter, el movimiento que nació tras la absolución de George Zimmerman por la muerte del adolescente negro Trayvon Martin: "Creo que están utilizando la desobediencia para forzar a los estadounidenses a lidiar con la persistencia de la injusticia racial en nuestra sociedad".

PEQUEÑOS GRANDES EJEMPLOS

Ese caso es explicativo porque está muy lejos del activismo de salón y también de la indignación tuitera. Por su eco planetario, Black Lives Matter se ajusta punto por punto al perfil de hipotético ganador en cualquier convocatoria del Disobedience Award. El premio, sin embargo, no se creó pensando en ellos, sino en Alaa Abd El-Fattah: "Es un activista egipcio que ha estado bajo arresto de todos y cada uno de los gobiernos que ha conocido en su vida. Actualmente cumple condena por protestar contra los juicios militares durante el gobierno de Al Sisi".

La desobediencia que debemos celebrar es la de esos hombres y mujeres que desafían las reglas para hacerlas evolucionar y para que la sociedad sea cada vez más fuerte.

Al pensar en su amigo Al Fatteh, a Zuckerman se le vienen a la cabeza más ejemplos de ese tipo: "Khalida Brohi, una mujer que ha desobedecido a las autoridades locales en las zonas tribales de Pakistán para enseñar a las mujeres cuáles son sus derechos bajo el Islam. O más cerca, el caso de Adam Foss, un fiscal de Boston que ha desafiado las convenciones y a sus compañeros al poner el foco en castigos que ayuden a mantener a la gente joven fuera de la cárcel en lugar de buscar cómo meterlos en ella".

Como los ejemplos del principio, no son muy conocidos ni están en la mente de la mayoría de la sociedad. Pero son el tipo de casos, asegura Zuckerman, "poco conocidos, de principios profundos y disidencia responsable que tenemos que celebrar y reconocer". Son esos hombres y mujeres que "desafían las reglas cada día para hacerlas evolucionar y para que la sociedad que no les conoce sea cada vez más fuerte". Y más justa.