Por qué el Acuerdo de París puede ser más fuerte sin Estados Unidos

Por qué el Acuerdo de París puede ser más fuerte sin Estados Unidos

Los motivos por los que la espantada de Trump podría ser beneficiosa para el acuerdo.

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Donald Trump ha anunciado que saca a su país del acuerdo firmado por 195 países para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Era algo que casi todo el mundo esperaba desde que el magnate llegara a la Casa Blanca: había hecho campaña contra el Acuerdo de París (firmado por Barack Obama) y, nada más estrenar el cargo, dio todos los pasos necesarios para dejar claro que la lucha contra el cambio climático no está en su agenda. Por eso, la pregunta más repetida era cómo sobreviviría el acuerdo de París a la salida de Estados Unidos.

Durante estos meses, el pesimismo ha teñido todas las respuestas a esa cuestión. Con parte de razón: ese país es el segundo emisor de gases nocivos a la atmósfera, sólo por detrás de China, y su falta de compromiso con la reducción podría poner en jaque los objetivos del acuerdo para los próximos años. Además, tal y como aparecía en el catálogo de terrores de los partidarios del acuerdo, la salida de Estados Unidos podría provocar un efecto estampida y animar a otros países que entraron a regañadientes en el acuerdo a abandonarlo o rebajarlo. En definitiva, sobre la marcha o la permanencia de ese país en el acuerdo de París han planeado cuestiones cuantitativas y cualitativas relacionadas con el liderazgo: ¿cómo no va a encabezar Estados Unidos la batalla por un futuro para nuestro planeta?

Pero Trump tiene bastante de testarudez y poco interés en en la cuestión medioambiental. Durante la pasada cumbre del G7 en Taormina (Italia), el resto de líderes se arremolinaron en torno a él para tratar de convencerle de que EEUU debe seguir comprometido con el acuerdo de París. Fracasaron estrepitosamente, como dejó bien claro la frustración de Angela Merkel. Trump no les ha escuchado a ellos, como no escuchó a su hija-asesora Ivanka cuando le recomendó mantenerse dentro. Tampoco ha escuchado a Elon Musk, el creador de Tesla y Space-X, que amenazó con dejar de asesorarle si abandona el tratado.

En cualquier caso, mientras el presidente norteamericano se hacía el interesante y postergaba mediante tuits el anuncio de su decisión, se fue abriendo paso junto al pesimismo por la marcha de EEUU la idea de que el tratado climático más ambicioso en décadas puede ser más fuerte de lo que era sin la presencia de la potencia norteamericana.

Una de las cosas que más se ha criticado del acuerdo de París es su laxitud: no impone nada a las naciones, en las que confía para ir cumpliendo los objetivos anuales y generales de reducción de emisiones de gases nocivos. Esa debilidad puede hacerse virtud sin la presencia de la administración Trump: dados los recortes aplicados a todos los programas de lucha contra el cambio climático y eficacia energética industrial, no cabía esperar de ella un esfuerzo significativo en la reducción de emisiones, lo que habría ralentizado el cumplimiento de las metas fijadas y habría servido de parapeto a otras naciones para esforzarse menos.

Aún hay más: el tratado está en construcción y los firmantes deben reunirse anualmente para hacer balance y marcar nuevos objetivos. Un Estados Unidos gobernado por Hillary Clinton habría sido seguramente una pieza clave en esta construcción, pero el estilo y las ideas de Trump sobre el cambio climático hacen pensar que la presencia de ese país en las reuniones habría sido poco constructiva. A un acuerdo global casi milagroso no le conviene tener en su interior a un agente que no cree en sus objetivos y que habría tenido, además, capacidad de veto.

Junto a la idea de que París será más fuerte sin Trump, crece también la impresión de que el presidente norteamericano ha cometido un error estratégico de primer orden, que tiene que ver tanto con el liderazgo como con la economía.

Uno de los primeros en hacerle hueco a esta teoría ha sido Antonio Guterres. El secretario general de la ONU seguramente contempló con desánimo el "6 a 1" infructuoso del G7, pero en lugar de recurrir a la lamentación, decidió darle un giro a su discurso e insistir en la idea de que el acuerdo de París ha de seguir adelante pase lo que pase, no sólo porque es bueno para el planeta sino también porque será bueno para la economía de los países signatarios. Con estas declaraciones, Guterres trata de hacer un llamamiento a la unidad de las naciones que han firmado el tratado para impulsarlo y hacer aún más evidente el fuera de juego de las que no se sumaron a él: Nicaragua, Siria y ahora Estados Unidos.

Trump probablemente seguirá a la suya, pero mientras tanto China seguirá cubriendo los vacíos de liderazgo mundial que Trump ha provocado desde su llegada. El gigante asiático, que ya dejó en evidencia al presidente de Estados Unidos con su defensa del libre comercio, seguirá dentro del acuerdo, tratará de reducir las emisiones de su industria (es el país que más contamina) y se coronará como nación líder en la lucha contra el cambio climático, codo con codo con el resto de potencias mundiales.

El viaje de Estados Unidos desde la vanguardia a la retaguardia en muchos de los puntos de la agenda mundial no es una cuestión menor, y puede pasarle factura a Trump. El diplomático y secretario de Estado con George W. Bush, Nicholas Burns, asegura en The New York Times que "desde el punto de vista de la política internacional, es un error colosal, una abdicación del liderazgo americano". En esa línea, la mayor parte de los expertos consideran que la decisión adoptada por Trump dañará la credibilidad de Estados Unidos y debilitará su fuerza de negociación en cuestiones como el terrorismo o el comercio.

Cientos de compañías estadounidenses le pidieron a Trump que permaneciese en París. Por compromiso. Por liderazgo. Pero sobre todo por el negocio.

De cualquier modo, la clave última está en la economía. El trumpiano Make America Great Again casa mal con la realidad de abandonar la lucha contra el cambio climático. El cese en los esfuerzos de la administración estadounidense por combatir el calentamiento global va a afectar de manera directa e inmediata a miles de empleos en estados donde Trump cosechó votos. E ignora lo que muchas grandes compañías del país han visto: que no es rentable.

Por eso Exon, Apple, Levis, Mars, Nike y otros cientos de compañías le habían pedido a Trump que permaneciera dentro del acuerdo de París. Por compromiso con el medio ambiente. Por liderazgo. Incluso por responsabilidad social corporativa. Pero sobre todo por el negocio: "Construir una economía eficaz energéticamente en los Estados Unidos asegurará la competitividad de nuestro país y la posición de las empresas estadounidenses como líderes en el mercado global, al mismo tiempo que hacemos lo correcto para nuestro planeta", ha asegurado el responsable de una de esas empresas a The New York Times.