Las claves para entender la crisis diplomática entre Qatar y sus vecinos

Las claves para entender la crisis diplomática entre Qatar y sus vecinos

La acusación de fomentar el terrorismo hecha contra Doha tiene mucho más detrás: poder regional, recursos naturales, religión, medios...

Vista aérea del complejo diplomático de Doha (Qatar).REUTERS

Que Arabia Saudí -y sus principales aliados en Oriente Medio- choque con Qatar no es nuevo. Ambos países, los más poderosos de la región, mantienen un pulso diplomático por el poder y la influencia en el Golfo Pérsico al menos desde 2011. Sin embargo, la decisión de hoy de Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes, Egipto, Yemen y Libia de cortar relaciones con Doha supuestamente por "apoyar el terrorismo" supone llevar el enfrentamiento a un punto de profundidad insólito.

"Lo nuevo es la envergadura de la crisis. Ya en el pasado hubo pugnas entre Qatar y sus vecinos, la última es del año 2014, pero hoy nos encontramos en una crisis mucho más grave, ya que no sólo asistimos a una ruptura de las relaciones diplomáticas sino que, además, incluye al cierre del espacio aéreo o de los puertos, lo que implica una presión económica muy fuerte y, por tanto, una quiebra más honda", escribe el periodista Alain Gresh, que fuera editor de Le Monde Diplomatique.

¿Pero qué fue lo que ocurrió en 2011, lo que comenzó realmente a cambiar las cosas?

Para Javier Martín, delegado de la Agencia EFE en Túnez, Libia y Argelia y autor de libros como La casa de Saud, en aquel año, con el estallido de las primaveras árabes, "el pulso entre ambos estados se aceleró". "Arabia Saudí emprendió un movimiento de contrarrevolución que ha permitido que [las primaveras] fracasaran, apoyando a nuevos dictadores -caso de Egipto, con Abdelfatah Al Sisi- o a militares de la mismas características -en Libia lo hace con el mariscal Jalifa Hafter- o también financiando y armando a grupos armados radicales suníes próximos a Al Qaeda y al Estado Islámico, como es el caso de la guerra de Siria. Incluso participando activamente en conflictos, como muestra la guerra en Yemen", detalla.

El objetivo de los saudíes, señala, es el de "impedir el desarrollo y acceso al poder de grupos vinculados con la ideología de los Hermanos Musulmanes, una doctrina que amenaza y se opone a su propia interpretación herética del Islam: el wahabismo, origen de los movimientos yihadistas actuales".

Egipto, pelea abierta

Fue en 2013 cuando Doha se enfrentó con más claridad a Abu Dabi y Riad, todo a causa de Egipto. Los saudíes y los emiratíes apoyaron -de palabra y con mucho, muchísimo dinero- el golpe de Estado que desalojó del poder a los Hermanos Musulmanes, formación que, tras unas elecciones, había puesto en el poder a su líder, Mohamed Mursi, tras el derrocamiento de Hosni Mubarak y las protestas en las calles.

Entonces, Qatar se convirtió en una especie de tierra segura para los islamistas que escapaban de Egipto. "Qatar ha apoyado y financiado a grupos próximos a los Hermanos Musulmanes, tanto en Egipto como Libia y Siria, algunos de ellos igualmente vinculados con el salafismo violento. El primer pulso diplomático entre ambos países se libró en 2012 y favoreció a Arabia Saudí, que todavía cuenta con el apoyo de Estados Unidos y la mayoría de estados llamados occidentales", indica Martín.

Los Hermanos Musulmanes causan irritación en las autoridades saudíes porque rompen con su manera de entender el poder: siendo religiosos y muy conservadores, defienden el sistema de elecciones democráticas, de representación peleada en las urnas, que choca de lleno con las monarquías autoritarias del Golfo, con las sagas familiares que atesoran además una monolítica visión del Islam. Por eso Riad acusa a la Hermandad de actuar como una organización terrorista y de boicotear a actual gobierno de El Cairo, aunque este grupo hace tiempo que renunció explícitamente a la violencia y que, de hecho, no está en la lista negra de organizaciones terroristas de los países occidentales, que se niegan a ponerle la etiqueta del terror.

La crisis entre los vecinos alcanzó su cenit en marzo de 2014, un año en el que Arabia Saudí, Bahrein y EAU retiraron a sus embajadores de Doha. Riad declaró entonces "organización terrorista" al grupo de los Hermanos Musulmanes. En noviembre de aquel año, no obstante, se firmó el llamado Acuerdo de Riad, una paz temporal que permitió el fin de la crisis diplomática y el restablecimiento de las legaciones cruzadas.

La batalla de los medios

Los cataríes, en su apoyo a los Hermanos Musulmanes, comenzó a defender la causa de sus huidos a través de su canal de televisión, Al Jazeera, una voz esencial en la región, de enorme predicamento.

Justo en la crisis actual, esta cadena juega un papel importante: según informa Reuters, las tensiones entre Qatar y el bloque que se le ha vuelto en contra "se han deteriorado en los últimos días, a raíz de que la agencia estatal qatarí, QNA, publicara la semana pasada unas declaraciones del emir en las que criticaba la postura de los países del Golfo contra Irán y hablaba de "tensiones" con EEUU. Inmediatamente después, QNA denunció haber sufrido un ataque informático y negó la veracidad de la nota publicada, pese a lo cual medios de Arabia Saudí y EAU continuaron informando acerca de las presuntas declaraciones. Este hecho provocó las críticas de Doha, lo que llevó a los otros cuatro países a bloquear el acceso a diversos medios qataríes, entre ellos Al Jazeera".

Arabia Saudí tiene su propia apuesta mediática para la región, Al Arabiya, nacida para tratar de recortar la influencia del canal qatarí, pero no ha logrado por el momento el éxito buscado.

Los recursos, la influencia

El Golfo Pérsico separa pero también une Irán y Qatar, recuerda Javier Martín. Y como vecinos, tienen cosas en común. Por ejemplo, ambos países comparten la propiedad y explotación del yacimiento de gas South-Pars North-Dome, la mayor reserva del mundo. Entre 2009 y 2019, recuerda el también autor de Estado Islámico, geopolítica del caos, ambos países avanzaron en sus respectivos proyectos de explotación, "un pozo de gaso-dólares que le ha dado a Qatar el músculo financiero necesario para emprender una estrategia diplomática arriesgada: intentar sustituir a Arabia Saudí como principal potencia en el Golfo Pérsico y la Península Arábiga".

A la explotación de gas unió una "exitosa campaña de propaganda internacional", detalla Martín; además de Al Jazeera, incluye la organización de eventos "con gran escaparate, como el Mundial de fútbol" de 2022. Las incógnitas sobre la idoneidad de este país como sede de una competición deportiva que se celebra en pleno verano han quedado sepultadas por el poder y la influencia ejercidos por las autoridades qataríes.

Irán no gusta a Arabia

Arabia Saudí e Irán mantienen una rivalidad de esas de película, de enemigos irreconciliables. Si Irán se alía con otros vecinos en Oriente Medio, Riad irá a por ese vecino. Las razones del choque entre los dos países son muy claras y empiezan por la religión: el islam está dividido en dos grandes ramas, sunitas (dos de los principales santos lugares se encuentran en Arabia Saudí) y chiitas (en Irán está la mayor población de esta minoría).

Los dos países compiten por influir en sus vecinos y hay grandes sospechas de que Irán pueda influir en la minoría chiita de Arabia Saudita, así como en las comunidades chiitas de Bahréin, Irak, Siria y Líbano. Esa influencia y sus modelos de gestión -monarquía, república islámica- son contrapuestos.

Hay estados en los que van o fueron, a las claras, con bandos contrarios: Siria (Irán con el régimen, Arabia con los rebeldes), Irak (los primeros, los grandes enemigos de Sadam Hussein; los segundos, aliados), y Yemen (Teherán apoya a los sublevados hutíes, una minoría; Riad, que comparte la Península Arábiga con Yemen, con el gobierno).

El nuevo mundo de Trump

La dinámica de enfrentamiento de Qatar y los países que apoyan a Arabia se ha acelerado con la llegada a la Casa Blanca del republicano Donald Trump. "Los cada vez más evidentes lazos de Arabia Saudi con el yihadismo que actualmente amenaza a Europa y el cambio de la política de Estados Unidos, que con Trump recupera la idea de un Oriente medio polarizado y enfrentado, con Arabia Saudí y sus aliados por un lado y el eje del mal (Siria e Irán) por otro, ha resucitado el enfrentamiento en el Golfo", resume Martín.

Justo en este contexto se enmarca el primer viaje de Trump a la región, de hace apenas dos semanas. "Sabedor de que EEUU es ya autosuficiente en petróleo -base de la relación tradicional ente ambos gobiernos-, la Casa Real saudí ha decidido usar el otro gran negocio mundial como anzuelo para seguir vinculado a Washington: las armas. Un contrato de 100.000 millones de dólares que convierten a Arabia Saudí en el segundo importador de armas del mundo, sólo detrás de la India y por delante de países como China. Con apenas 28 millones de habitantes, le convierte en el primer estado del mundo con más gasto y armas por habitante. Un gasto que ni siquiera le sirve para ganar guerras, como muestra el conflicto en Yemen", recuerda Martín.

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