Cierra la Modelo, la cárcel que estuvo 113 años en el corazón de Barcelona

Cierra la Modelo, la cárcel que estuvo 113 años en el corazón de Barcelona

En la prisión se celebró un concierto de Loquillo, un mafioso fue asesinado y se produjo un motín por dos gramos y medio de heroína.

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"Cuando entré en La Modelo estaba acojonado, pero por otro lado pensaba que pasaría unos días en un lugar histórico". Así explicaba el pasado martes lo que sintió al entrar en esta prisión barcelonesa Martin C.L, un joven de 25 años que en 2015 pasó 40 días en La Modelo mientras esperaba un juicio por drogas. El relato de este joven catalán condensa lo que ha generado esta cárcel durante sus 113 años de vida. Por un lado, temor. Por otro, admiración y respeto por un sitio que ha estado en el imaginario de los barceloneses durante más de un siglo. La sordidez de esa prisión entró en el subconsciente de los ciudadanos hasta el punto que en Barcelona ha habido siempre dos tipos de presos: los que habían estado en La Modelo y los que no.

Solo 24 presos habrán dormido este miércoles en una prisión que llegó a albergar a 13.000 reos en los momentos de mayor sobreocupación. Después de desayunar, los 24 últimos convictos de La Modelo serán trasladados a otras prisiones de Cataluña y detrás de ellos se cerrará un espacio que ha formado parte del día a día de los habitantes de Barcelona.

  Varios de los 24 presos que han pasado la última noche en la cárcel Modelo de Barcelona, antes de que este centro penitenciario cierre definitivamente sus puertas, tras cumplir 113 años de historia. Los presos cenaron un menú poco habitual e...EFE

Situada en el corazón del barrio de l'Eixample izquierda y rodeada de bloques de pisos, La Modelo -y sus vecinos- han sido testigos de ejecuciones, motines, fugas disparatadas, asesinatos desde el exterior, conciertos de personajes ilustres y un reguero de anécdotas que han marcado la vida del barrio desde hace más de un siglo. Repasamos algunas de las más sonadas.

Una cárcel rodeada de vecinos

Los vecinos han formado parte del imaginario de La Modelo y viceversa. El penal se encuentra rodeado por grandes bloques de pisos en un barrio de clase media, a pocos minutos de la estación de Sants. Desde muchos de estos pisos se puede ver perfectamente todo lo que ocurre en el patio de la prisión. Remei Contreras, jubilada de 86 años que vive en la calle Provença, explicaba esta semana cómo los gritos de los presos le avisaban de los goles del Barça cuando había partido. Contreras también recuerda los paquetes con pequeños paracaídas que veía sobrevolar por el patio desde su ventana, o como escuchaba por las noches las conversaciones de los presos con sus parejas, que venían a hablar con ellos desde el exterior.

Las historias que corren entre los vecinos de la zona darían para escribir un libro. Algunas se han ido exagerando con el paso de los años, otras son explicadas exactamente igual por todos los que lo vieron. En la charcutería de la esquina de Entença con Provença todavía recuerdan el día de verano de 1978 en el que vieron cómo se abría una tapa de alcantarilla en medio de la calle. A los pocos segundos empezaron a salir decenas de presos, que al tocar la calle empezaban a correr o paraban algún coche para escapar. Algunos aseguran que un guardia disparó desde la torreta hacia la calle y alcanzó en la pierna a un fugado. Otros niegan esta parte.

En el Eixample circula otra historia -sin verificar- de un transeúnte que, caminando por fuera de La Modelo, vio cómo volaba un paquete desde la cárcel con varios millones de pesetas. Cuando se dispuso a recogerlos del suelo, un hombre le apoyó la mano en el hombro y le explicó que ese dinero no era para él.

Un motín por dos gramos y medio de heroína

La cárcel sufrió duros motines de los internos durante toda su historia. La mayoría de ellos debidos a las malas condiciones de higiene y al abarrotamiento de las celdas, donde llegaron a dormir 12 presos en espacios ideados para uno. El primero se produjo en 1906, solo dos años después de su inauguración, y se repitieron en varias ocasiones hasta la Guerra Civil.

Los peores motines, no obstante, llegaron durante los 70 cuando los presos se organizaron alrededor de la COPEL, la coordinadora de presos en lucha. En uno de ellos, en 1977, la cárcel acabó incendiada y la mitad de las celdas destrozadas. Durante esa época también se popularizaron las autolesiones colectivas: grupos de hasta 300 reos se coordinaban para hacerse cortes en los brazos simultáneamente para protestar por sus condiciones. En pocos minutos, la cárcel se llenaba de presos ensangrentados con posibilidades de morir.

El motín más famoso se produjo el 13 de abril de 1984. Juan José Moreno Cuenca, conocido como El Vaquilla, amenazó con un cuchillo a un funcionario de prisiones y le quitó todas las llaves de las celdas. A continuación, liberó a todos los presos de la quinta galería, considerados los más peligrosos y encerró a los cuatro funcionarios de esa galería en una celda. La revuelta, que duró 6 horas, finalizó cuando el director de la prisión accedió a las pretensiones de los amotinados: dos gramos y medio de heroína.

Presos que se fugan por el alcantarillado

Como todas las prisiones, La Modelo ha sido escenario de diversas fugas disparatadas. Algunas funcionaron y otras, no. Entre las que tuvieron éxito destacan las dos fugas que hubo por el alcantarillado de debajo de la prisión. La primera evasión fue en 1933. La segunda fue en junio de 1978, el día en que desde la charcutería vieron a presos saliendo de la alcantarilla.

Durante más de un mes, los reos trabajaron en turnos de dos horas para ir abriendo un boquete que daba a las alcantarillas. Para no levantar sospechas, depositaban toda la tierra en un sótano sin uso y se cambiaban cada vez que salían de excavar. En esa fuga escaparon 45 internos, pero el plan era que fuesen 600, según aseguró uno de sus protagonistas -Dieguito el Malo, ya fallecido- en el libro La fuga de los 45.

El asesinato del mafioso marsellés

Raymond Vacarizzi estaba considerado el número uno de la mafia marsellesa. Había sido detenido en cumplimiento de una orden de la Interpol y estaba en el penal barcelonés esperando su entrega a las autoridades francesas, que lo reclamaban por varios asesinatos. Cada noche, la mujer de Vacarizzi se acercaba a la prisión para saludar a su marido, que se asomaba por la ventana. A las 23:20 del 14 de julio de 1984, dos disparos secos cruzaron la calle Provença: un francotirador apostado en la terraza del número 30 aprovechó el saludo del mafioso con su mujer para asesinarlo desde fuera de la cárcel.

Presos ilustres

La Modelo ha albergado a todo tipo de presos ilustres de la sociedad catalana: periodistas, escritores, políticos, artistas... El caso más curioso es el de Manuel Vázquez Montalbán. El escritor conoció en La Modelo a su padre, preso político del franquismo, cuando tenía 3 años. En 1962, Vázquez Montalbán ingresaba por los mismos motivos que su padre en la prisión donde lo había conocido. Más tarde, Vázquez Montalbán dedicaría un poema a Ulises, su compañero de celda durante ese periodo.

Aparte de Vázquez Montalbán, pasaron por La Modelo el expresidente de la Generalitat Lluís Companys, el exlíder de ERC, Josep Lluís Carod Rovira, el mencionado Vaquilla, José María Porcioles (alcalde de Barcelona entre 1957 y 1973), Salvador Puig Antich, el periodista Huertas Clavería, Javier de la Rosa o Víctor Mora, el creador del cómic Capitán Trueno.

El concierto de Loquillo

En La Modelo han actuado grandes artistas -Joaquín Sabina incluido- pero ningún concierto será tan mítico como el que ofrecieron en 1993 Loquillo y Los Trogloditas en el patio de la prisión. Loquillo decidió presentar su nuevo disco Mientras respiremos en la cárcel barcelonesa, donde estaba encerrado Jaime Fábregas, su amigo del alma y compañero de fechorías en la juventud. Fábregas, sin embargo, se perdió casi todo el concierto. Loquillo y su banda colaron a la novia de su amigo con el equipo técnico y ambos se encerraron en una caseta durante el concierto. La banda no paró de tocar un tema tras otro hasta que el amigo de Loquillo apareció por fin entre el público, señal de que ya podían acabar la actuación. Como escribió recientemente Javier Pérez Andújar: "cada bis prolongaba el vis a vis".