La joya oculta de la biblioteca del Senado

La joya oculta de la biblioteca del Senado

307.000 libros, diez incunables, los mejores fondos del mundo sobre la Guerra de la Independencia española...

Biblioteca del SenadoCARLOS PINA

1834. España estrenaba Cortes bicamerales por primera vez, establecidas en el Estatuto Real. Nacía el Senado, una Cámara Alta bajo el nombre de Estamento de Próceres. Había que crear una institución a la altura de sus homólogas en el resto de países europeos y se escogió como sede el antiguo convento madrileño de doña María de Aragón.

El hoy Palacio del Senado esconde desde aquella época una joya que pocos conocen: una espectacular biblioteca. Uno de los patios del claustro se techó, con una gran claraboya para que entrara la luz, e inspirándose en el Parlamento británico, cuya estética influía en todo el mundo, se construiría la sala lectura. Hierro forjado y estilo neogótico. Impacta a todos los que entran.

Y se conserva tal cual, desde las lámparas hasta los tinteros. Un lugar al que solo pueden acceder los senadores, diputados, personal de las Cortes, periodistas e investigadores acreditados. En total, contiene 307.000 volúmenes, algunos de ellos en la sala principal -distribuida en dos plantas-, y en salas subterráneas.

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A pesar de que el Congreso es más antiguo que el Senado, la biblioteca de esta última Cámara tiene mucho más valor histórico. ¿Por qué? Buena parte de sus fondos proceden de la confiscación de la biblioteca del infante Carlos María Isidro de Borbón. Libros maravillosos y exóticos que se regalaban entre las casas reales de la época, algunos llegados incluso desde Japón y el lejano oriente. A ello se suman fondos que vienen de las bibliotecas de Gómez de Arteche y Fernández de los Ríos.

Libros, mapas, partituras, láminas, prensa. Un universo en el que se mezclan viejos títulos con los últimos libros sobre apps. Lo explica con mimo a El HuffPost Josefa Fuentes, la directora de Documentación del Senado. La obra más antigua es la Compendiosa Historia Hispánica, de Rodrigo Sánchez de Arévalo, editada en Roma en 1470. En total, hay diez incunables, precisa. Todos ellos, por motivos de seguridad, están custodiados en una caja fuerte en el Senado. Ahí se pueden encontrar unas Epístolas de Séneca, editadas en Toledo en 1502, o Décadas, de Tito Livio, editadas en Burgos en 1505.

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Velan por ellas dos archiveros bibliotecarios, cuatro administrativos y cuatro ujieres, a los que suman algunos becarios en formación. Aires británicos, pero también entronca con su pasado místico la sala principal de lectura al conectarse directamente la gran lámpara con un facistol, similar al que usaban los monjes para las lecturas. Dos escaleras de caracol en las esquinas sirven para subir a las plantas y todo con alfombras hechas ex profeso en la Real Fábrica de Tapices. Encontramos todos los diarios de sesiones, los boletines oficiales de las Cortes, algunas enciclopedias y la Gaceta de Madrid, antecedente del BOE.

Todo ello a 22 grados. Es la temperatura buena para la conservación, uno de los aspectos que más obsesiona al equipo de la Cámara Alta. Se están digitalizando muchas de las obras para evitar que se desgaste el papel. Cada día gana más espacio la consulta vía Internet y por la Intranet, muchos senadores solicitan los libros o consultan obras ya desde su despacho. No bajan a la sala de lectura tanto como antes. Sobre todo, lo hacían para consultar la prensa. Pero alguno lo siguen haciendo para leer periódicos y revistas en los dos ordenadores que se han instalado sobre la antigua mesa con ficheros de libros. Pasado y presente se vuelven a dar la mano. Conviven el papel con la suscripción digital a The Economist.

Y bajo las moquetas oficiales, están las salas subterráneas, con armarios con raíles, que guardan casi todos los fondos. Un lugar muy ordenado, para poder localizar fácilmente los libros que requieren sus señorías. Por cierto, ¿qué leen principalmente?

Fuentes dice que no hay una estadística sobre esto, pero que principalmente lo más demandado son las enciclopedias, directorios y el fichero de altos cargos. Además, depende de las leyes que se estén debatiendo sube la demanda sobre unos temas u otros. Por ejemplo, últimamente se están pidiendo muchos relacionados con la violencia de género al haberse negociado el pacto de Estado.

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Algunas señorías se apoyan mucho en el material documental. Y también los letrados de la Cámara. Todos en la biblioteca recuerda con mucho cariño al letrado Claro Fernández-Carnicero. "Era todo un bibliófilo. Recomendaba muchos libros", comenta la directora, que también entre risas rememora que había un senador vasco que todas las Navidades llevaba al equipo de la biblioteca un queso Idiazábal por "todo lo que daba de hacer". Y todos se acuerdan también del agobio de una de las trabajadoras en sus primeros días cuando tuvo que buscar unos libros entre miles con poco tiempo para un senador que se tenía que marchar rápidamente.

"¡Oh, parece la biblioteca de Harry Potter!". Este es el comentario que se extiende entre los jóvenes que la ven. Fuentes dice que ella prefiere decir que el ambiente le recuerda más a la Sainte-Chapelle de París.

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La biblioteca es un canto de amor a los libros, pero Fuentes subraya que también les preocupa principalmente que sea un fondo riguroso, que sirva para que se documenten los representantes de los ciudadanos. Y más en estos tiempos, en los que en apenas unos segundos puedes encontrar información en Internet. Un cambio histórico, dice la directora de Documentación, del que no somos del todo conscientes. La mayoría de libros son de temática política, parlamentaria y de Derecho. Mezclados con rarezas como partituras sobre temas españoles como Boleras para dos flautas.

Y, además, el Senado tiene las mejores obras en el mundo sobre la Guerra de la Independencia española. El motivo: están todos los fondos de la biblioteca del general Gómez de Arteche, que compiló desde libros hasta folletos, proclamas y panfletos. "No hay nada comparable", apostilla Fuentes.

Rebuscando uno puede encontrar asimismo libros en japonés, inglés, árabe, italiano, francés, portugués... Con una curiosidad, en la etapa de los primeros años de la democracia se adquirieron muchos libros en alemán.

Libros, libros, libros. Una vida rodeada de libros la de Fuentes, que adora a Stendhal, Shakesperare y Cervantes. Y una recomendación hace para los lectores este verano: leerPatria, de Fernando Aramburu.

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