'El Correo' publica la emocionante historia tras su esquela más llamativa

'El Correo' publica la emocionante historia tras su esquela más llamativa

Amaia murió tras una batalla de 128 días contra el cáncer.

ISTOCK

El diario El Correo publicó el 11 de agosto una de sus esquelas más llamativas. En ella, Amaia Hurtado, fallecida el día anterior a los 54 años, se despedía de "este viaje que es la vida".

"Me marcho con pena, pero rebosante de alegría. En estos momentos tan duros que me han tocado vivir, he sentido todo vuestro apoyo, fuerza, cariño, amor y sensibilidad. Ha sido muy gratificante haber compartido momentos vitales con cada uno de vosotros", decía el mensaje.

"GRACIAS a todo el equipo humano que me atendió en el Hospital de Basurto, amigos que os he sentido muy dentro y vuestra fuerza me ha llegado muy intensamente, mi familia a ti mi amor", proseguía.

Ahora, El Correo ha publicado la historia de Amaia, que falleció tras una batalla de 128 días contra el cáncer y tras despedirse de su pareja con sus últimas palabras: "Mi amor".

A ella le diagnosticaron el cáncer el 5 de abril, cuando acudieron a urgencias por unos fuertes dolores de estómago. Se trataba, en realidad, de un cáncer de hígado con metástasis. Era irreversible.

El objetivo se convirtió entonces en alargar la existencia lo máximo posible mientras mejoraba su calidad de vida. Su médico se lo dijo claramente a ella y a su pareja: "Hoy os dejo que os caguéis en la puta, que estéis rabiosos. Pero mañana nos ponemos a currar. Voy a intentar que vivas de la mejor manera posible".

"ME DIJO QUE SABÍA LO QUE TENÍA QUE HACER"

Ernesto, su pareja, recuerda que en aquellos durísimos momentos comprendieron "el valor de la sanidad pública universal", que permite que cualquier ser humano "pueda ser atendido e incluso morir con dignidad".

Por eso, la propia Amaia, que había pasado de 52 kilos a 36, escribió una carta de agradecimiento a los trabajadores sanitarios. Cuando ya sabía que la muerte estaba cerca, llamó a su pareja. "Me dijo que ya sabía lo que tenía que hacer, que ya lo habíamos hablado hace años cuando murió un amigo. Y me obligó a recordarlo", relata Ernesto a El Correo.

Ella no quería alusiones a la religión en la esquela y deseaba que sus cenizas fueran arrojadas al mar en San Juan de Gaztelugatxe. Su pareja se ha encargado de que sus deseos se hayan cumplido hasta el final.