La (cuarta) hora de Angela Merkel

La (cuarta) hora de Angela Merkel

Alemania celebra elecciones en las que la victoria de la canciller parece cantada: lo importante serán las negociaciones para formar gobierno.

La canciller alemana, Angela Merkel, durante uno de sus actos de campaña.REUTERS

Hay dos versiones de lo que va a pasar este domingo en Alemania. Una larga y otra corta.

Esta es la corta:

Y aquí tienes la larga:

Angela Merkel sabe que su victoria en las elecciones de este está garantizada. También es consciente de que eso no significa que automáticamente pueda revalidar el título de canciller por cuarta vez consecutiva. Es tan consciente de ello como lo son el resto de partidos que, aunque no lo admitan públicamente, hacen cálculos para ver de qué manera podrán hacerse con un hueco en el Gobierno alemán. Todo ello con la amenaza de la ultraderecha. Porque sí, como sucedió en otros países europeos, como Países Bajos o Francia, los más radicales tienen opciones reales de entrar en el Parlamento alemán.

Cada voto cuenta siempre, pero esta vez más aún ya que los sondeos anticipan complicadas negociaciones para poder formar Gobierno. Merkel tiene los ojos puestos en lo que pase principalmente con dos formaciones: con los socialdemócratas (SPD) de Martin Schulz y con los liberales (FDF) de Christian Lindner. Son sus opciones favoritas para su coalición. Pero la canciller tiene otro quebradero más de cabeza, más allá de con quién gobernar: según los últimos sondeos podría cosechar los peores resultados de los últimos años para su partido.

La última encuesta publicada, de la que se hacen eco el semanario Stern y la cadena de televisión RTL, estima que la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y su socia bávara, la Unión Socialcristiana (CSU), obtendrán un 36% de los votos. Pese a que los conservadores lideran con holgura los sondeos, este resultado supone un retroceso de un punto respecto al estudio de la semana pasada y el peor desde el abril. La segunda posición también parece clara: es para los socialdemócratas, que mantienen el 23% de los sufragios, calcando su peor resultado electoral en unos comicios generales. Fue el que cosechó en el año 2009 Frank-Walter Steinmeier —el actual presidente alemán— como candidato.

  Cartel electoral con las caras de Merkel y Schulz.REUTERS

Adjudicadas las primeras plazas, es la lucha por el tercer puesto la que ha cobrado una inusitada relevancia, tanto por el pulso entre los partidos pequeños por ser socios del futuro Gobierno, como por la posibilidad de que la ultraderecha se convierta en la primera fuerza de la oposición. La Izquierda y el Partido Liberal (FDP) son, junto con la derecha radical de Alternativa para Alemania (AfD), firmes candidatos a quedar terceros, ya que los pronósticos los sitúan casi empatados con entre 11 y el 10% de intención de voto, mientras que Los Verdes están en un 8%. La posición de tercero ha sido, en el esquema tradicional alemán, la más propicia para formar parte de un Gobierno como socio menor, si se descarta una gran coalición como la de esta última legislatura (CDU y SPD). Los partidos 'pequeños' tratan ahora también de cerrarle el paso a AfD.

La Izquierda, aglutinante del postcomunismo y la disidencia socialdemócrata, tradicionalmente asentado en el este del país, tiene experiencia de Gobierno y fue primera fuerza de la oposición en la pasada legislatura, al unirse en el gobierno cristianodemócratas con socialdemócratas. Sin embargo, sus posibilidades de entrar en un Gobierno federal son casi nulas, ya que Merkel la descarta como socio y tampoco es probable que Schulz, en caso de que fuera matemáticamente posible, se lanzara a un arriesgado tripartito con La Izquierda y los Verdes.

Mientras los izquierdistas se dicen los únicos capaces de frenar a la extrema derecha, los liberales hacen campaña ya como los próximos socios de Merkel, la posición que tuvieron en el segundo mandato de la canciller. Su líder, Christian Lindner, representa al ala renovadora de un partido al que se apodó "de los sueldos altos" y cercano al mundo empresarial. Quieren volver a sus buenos tiempos después de quedar fuera del Bundestag en las pasadas generales tras haber formado parte de 17 de los 23 Gobiernos federales del país

Siendo los alemanes como son, no veo que pueda haber demasiados motivos para que el propio pueblo favorezca o prefiera un gobierno que no sea la gran coalición

"Me decanto por una gran coalición porque ahora es campaña electoral y cada uno dice lo que le conviene decir para sumar votos, pero al final los alemanes es gente a los que no le gusta los grandes experimentos. La gran coalición ha hecho un buen trabajo a ojos de la inmensa mayoría en los últimos cuatro años: Alemania está en una situación económica boyante, los datos macroeconómicos son envidiables" explica a El HuffPost José Manuel Sáenz Rotkko, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE y experto en Alemania y Austria. Este experto va más allá: "Ante estos datos positivos, siendo los alemanes como son, no veo que pueda haber demasiados motivos para que el propio pueblo favorezca o prefiera un gobierno que no sea la gran coalición. Otra cuestión son los cálculos que se hagan con los liberales, si da o no con sus escaños, pero mientras no den, unir a los verdes con el CSU puede ser más complicado que volver a reeditar una simbiosis casi natural como es la del CDU de Merkel con el SPD de Schulz",

Tal y como apunta Sáenz, esa es la baza que parece estar jugando Merkel: defiende su obra de gobierno, se escuda en la buena situación actual y advierte del riesgo de que decisiones políticas equivocadas puedan poner en juego lo alcanzado. Todo ello sin importarle que buena parte de los proyectos aprobados esta legislatura, como la implantación por primera vez en el país de un salario mínimo interprofesional, hayan partido del programa socialdemócrata, su socio menor.

Merkel es consciente de que a los alemanes les gusta lo conocido que funciona. La historia le da la razón: sólo una vez en la historia de la República Federal de Alemania ha habido un cambio total en el Gobierno, sin que ninguno de los partidos de la coalición anterior pasara a formar parte de una nueva. Fue en 1998, cuando la coalición de socialdemócratas y verdes, presidida por Gerhard Schröder, desplazó a la alianza anterior formada por la CDU de Helmut Kohl y el Partido Liberal (FDP).

De hecho, según defienden muchos analistas es ahí justo donde reside la clave de la que será su cuarta victoria consecutiva: en lo que ella, como miembro de su partido, representa. "No va a ganar nadie, va a ganar el partido con ella. Si se hubiera hecho el relevo con anterioridad la CDU y su socio ganarían igualmente. No es una cuestión de Merkel. ¿Por qué? Porque el partido representa lo mismo que ella: estabilidad, fiabilidad, cierta sensatez en torno al centro político y es un partido que lleva en estos años unos resultados satisfactorios. No creo que sea el factor Merkel", expone Sáenz.

  Seguidores de Merkel sujetan carteles con su nombre.AFP

Sea como sea, hasta que la canciller decida dejar paso a un sucesor/a, cosa que este experto considera que será "pronto", seguirá defendiendo su legado. Lleva doce años en el poder marcados por su reacción ante crisis globales como las del euro, y decisiones no siempre digeribles por sus filas conservadoras. Sin embargo, hay una que sobresale por encima de todas: la que tomó el 4 de septiembre de 2015. Fue entonces cuando abrió las fronteras del país a decenas de miles de peticionarios de asilo atrapados en Hungría. Fue una medida humanitaria —según ha defendido desde entonces la canciller— a la que siguió la llegada al país de hasta 1,3 millones de peticionarios de asilo y la exigencia a la líder alemana, desde las propias filas conservadoras, de poner un límite.

Y ahí sigue ella. Fiel a un estilo que se examina con lupa y presumiendo de ser una de las mujeres más poderosas del mundo. Nadie cuestiona su autoridad. Ni en Alemania, ni en la UE ni en el resto del mundo. Y a los alemanes eso parece encantarles. Sólo le falta conquistar a un socio (o socios) que le permita volver a reinar con libertad. Quizá esta sea la última vez que lo haga.