Cataluña se paraliza y sale a la calle para reivindicar el 1-0

Cataluña se paraliza y sale a la calle para reivindicar el 1-0

Independentistas y no independentistas protestan en todo el territorio por la actuación policial del domingo

Barcelona, instalada en una situación de excepcionalidad desde el pasado 1 de octubre, ha vuelto a vivir una jornada de grandes movilizaciones. Lo de este martes no ha sido una huelga general al uso. Tampoco una manifestación independentista. Se han visto banderas de todo tipo: esteladas, señeras, banderas republicanas, de la Unión Soviética e incluso jóvenes con rojigualdas. Algunos obreros de toda la vida han acudido a su trabajo. Otros profesionales liberales y pequeños comerciantes ajenos a los sindicatos han bajado sus persianas. Y, en todas las concentraciones que se han esparcido por Cataluña, un denominador común: el aroma de revuelta. Se palpa en todo el territorio un aire de insurrección -pacífica- que constata una brecha enorme entre el Ejecutivo de Rajoy y la sociedad catalana.

La huelga no ha conseguido paralizar Barcelona durante la mañana. Pero tampoco se puede afirmar que haya fracasado. Varias concentraciones han desbordado las calles con centenares de miles de personas y muchos barrios presentaban una imagen muy distinta a la habitual: comercios cerrados, niños jugando en la plaza como si fuese domingo y manifestaciones repartidas por toda la ciudad.

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La Generalitat ha cifrado en un 70% los paros de empleados públicos y de la administración local. Los manifestantes han cortado varias autopistas y carreteras en todo el territorio y por la tarde han desbordado las plazas de las capitales de provincia. Ha habido servicios mínimos en transporte, educación y sanidad y varios piquetes han tratado de cerrar algunos comercios que permanecían abiertos en el centro de Barcelona.

Algunos barrios independentistas como Gràcia (donde JxS y la CUP sumaron el 60% de los votos en las últimas autonómicas) estaban completamente paralizados. Costaba mucho encontrar algún comercio abierto y los vecinos pasaban la mañana con sus hijos en la plaza. "Hoy creo que poca gente irá a trabajar", auguraba Martí Ranyé, un diseñador gráfico que jugaba con su hijo en la plaza Rius i Taulet. "Estamos todos tan cabreados que cuesta encontrar alguien que defienda lo del otro día".

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Vallcarca también estaba totalmente parado y Nou Barris, único distrito de Barcelona en el que no ganó JxS en 2015, también presentaba persianas bajadas aunque con menor incidencia. Barrios más acomodados como Sarrià, Sant Gervasi o Les Corts, en cambio, mantenían cierta actividad. En el centro la sensación era de normalidad: los turistas paseaban por las tiendas, ajenos a todo lo que sucedía en las calles de la capital catalana.

En todos los barrios se hablaba de lo mismo. Bares, plazas, parques, transporte público... Era inevitable parar la oreja y escuchar como la mayoría de gente discutía y opinaba sobre "el tema". Las opiniones, de todo tipo, solo coincidían en condenar la actuación policial del domingo.

La desorganización de una convocatoria hetereogénea -media docena de entidades habían convocado manifestaciones- ha disgregado a los manifestantes por la ciudad durante todo el día en un ambiente festivo. Por la tarde ha habido dos grandes manifestaciones en plaza Universidad y en los Jardinets de Gracia, que han abarrotado las calles antes de unirse y han reunido a cientos de miles de personas, a falta de datos oficiales.

Por la mañana, los manifestantes se han concentrado ante la delegación del Gobierno, ante la comisaría de la Policía Nacional en Vía Laietana, ante el Parlament y en la misma plaza Universidad en una concentración de estudiantes que ha reunido a 300.000 personas, según la Guardia Urbana. También ha habido una concentración ante la sede del PP a las 10 de la mañana. Cientos de personas se han reunido ante la sede popular a primera hora de la mañana con papeletas, cacerolas y a gritos de "Mariano Rajoy, tu Gobierno acaba hoy", informa Antonio Ruiz Valdivia.

"Yo me cago en Puigdemont, te lo juro por mi marido", aseguraba Araceli, una sexagenaria que regenta un estanco en Nou Barris. Esta inmigrante nacida en Galicia afirmaba haber votado al PP en las últimas elecciones. Hoy, sin embargo, la persiana de su estanco estaba bajada. "Lo que pasó el otro día no tiene perdón", se lamentaba moviendo la cabeza.

Perfiles como este abundaban en las concentraciones de hoy. La movilización en la calle, dominada por el independentismo durante los últimos cinco años, ha adquirido hoy un perfil mucho más transversal, sobre todo en Barcelona. Muchas escenas vividas estos días en la capital catalana recuerdan más al 15-M que no a un 11 de setiembre.

Había muchísima gente joven y grupos de amigos en los que alguno iba con una bandera de España y otros llevaban una estelada. Las manifestaciones se han desarrollado en ambiente festivo y pacífico excepto algunos momentos de tensión ante la comisaría de Vía Laietana. Desde los canales de mensajería independentistas se insistía durante toda la jornada en la necesidad de evitar cualquier altercado.

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"Lo importante hoy era demostrar que los catalanes no vamos a tolerar estos ataques", sostenía Josep Fernández, un estudiante que llevaba una bandera con el rostro del Che Guevara en la manifestación de la tarde. "¡Soy independentista desde hace 48 horas!", ironizaba entre cervezas y risas de sus amigos.

La otra tónica de la jornada han sido los cánticos y vitoreos a los Mossos d'Esquadra. Cada vez que pasaba una furgoneta de la policía catalana la gente aplaudía, en una especie de amnesia colectiva respecto a un cuerpo policial que ha sido muy cuestionado durante los últimos años en Cataluña. Ante la Delegación del Gobierno, donde los concentrados han increpado a los agentes de la Policía Nacional, se escuchaban gritos a favor de "esta es nuestra policía" a favor de los Mossos.

Al acabar las últimas manifestaciones de la tarde, los independentistas llamaban a una acampada indefinida en el centro de Barcelona para mantener la movilización. La lucha se ha asentado en la calle e incluso el Govern reconoce que el destino del procés está en manos de la población civil. "Els carrers seran sempre nostres" ya se ha convertido en el eslogan de este otoño catalán.