El auge de la extrema derecha en Austria demuestra lo mucho que ha cambiado Europa

El auge de la extrema derecha en Austria demuestra lo mucho que ha cambiado Europa

La extrema derecha sacó rédito de la creciente preocupación por la inmigración y del sentimiento cada vez más extendido en contra de los refugiados.

Cuando el Partido de la Libertad de Austria (FPO), nacionalista de extrema derecha y euroescéptico, pasó a formar parte del gobierno en el año 2000, desencadenó una reacción entre la comunidad internacional y los aliados más cercanos del país formularon duras advertencias. La Unión Europea impuso diversas sanciones a Austria durante varios meses e Israel, por su parte, retiró a su embajador de Viena.

Por entonces, los gobiernos europeos creían que un partido abiertamente xenófobo y nacionalista fundado en los años 50 por un antiguo oficial nazi debía ser aislado y confinado de forma colectiva. Desde entonces, Europa ha modificado su forma de percibir a la extrema derecha.

De nuevo, este partido de políticas antiislamistas y antimigratorias está a punto de formar parte del gobierno de Austria tras haber quedado en segundo lugar en las elecciones legislativas del pasado domingo 15 de octubre. A diferencia de aquella reacción del año 2000 en su contra, en esta ocasión todavía no ha alzado la voz ninguno de los miembros de la Unión Europea.

"Es un indicativo de cómo han cambiado Europa y el resto del mundo sus formas de ver estos partidos como algo inevitable y con un programa quizás viable. Es un ejemplo concreto de cómo de poderosos e influyentes han pasado a ser este tipo de partidos y el gran éxito que tienen a la hora de establecer sus programas en los últimos 10 o 15 años", explica Sheri Berman, catedrática de ciencias políticas en la Barnard College (Nueva York).

  Heinz-Christian Strache, líder de extrema derecha del Partido de la Libertad de Austria (FPO), saluda a sus votantes tras las elecciones generales.Michael Dalder / Reuters

El FPO logró el 27% de los votos, lo que supone su mejor resultado en casi veinte años y le convierte en el principal candidato a formar un gobierno en coalición con el partido vencedor, el Partido Popular Austríaco, de centro derecha.

Gran parte de su campaña se centró en temas relacionados con la inmigración y con la identidad austríaca. El país ha sufrido una significativa reacción contra la decisión adoptada con respecto a la crisis de refugiados de 2015, a partir de la cual han acogido a decenas de miles de refugiados, algo más del 1% de la población del país.

Al igual que sucedió en otras elecciones por Europa este mismo año, la extrema derecha sacó rédito político de la creciente preocupación que existe en torno a la inmigración y del sentimiento cada vez más extendido en contra de los refugiados y lograron que esos temas dominaran el debate político. El FPO, como otros grupos de extrema derecha, también trató de sacudirse de encima su imagen pública antisemita, en su caso, intentando un acercamiento a Israel. Sin embargo, es un objetivo complicado teniendo en cuenta que su líder actual, Heinz-Christian Strache, fue un activista neonazi.

Otro factor que ha favorecido el éxito del FPO es que la extrema derecha ha estado presente desde hace tiempo en la política austríaca. Además, en el país existe menos tabú social en torno a estos partidos que, por ejemplo en uno de sus países vecinos, Alemania, que ha rechazado los partidos de extrema derecha desde la II Guerra Mundial hasta hace poco.

El FPO incrementó su protagonismo a lo largo de los años 90, cuando su antiguo y franco líder, Jorg Haider, estaba al mando. También formaron parte del gobierno del 2000 al 2005. Aunque el apoyo al partido se desplomó tras ese periodo en el poder, salpicado de escándalos y divisiones internas, nunca dejó de estar presente en los gobiernos locales y regionales.

"Con el tiempo, la incorporación de este partido a la dinámica política del país ha logrado que se normalice la forma en que lo perciben a él y a sus políticas", indica la profesora Berman.

En la reciente campaña electoral del país, el FPO no solo aumentó su popularidad arremetiendo contra la inmigración y la famosa "islamización" de Austria, sino que otros partidos también cambiaron su discurso político para tratar de complacer ese sentimiento de extrema derecha de sus votantes. El Partido Popular Austríaco y su joven líder Sebastian Kurz (de 31 años) cambiaron visiblemente su discurso hacia la derecha con motivo de las elecciones, una táctica habitual entre los partidos conservadores tradicionales que sienten la presión de nuevos y pujantes partidos populistas.

En las elecciones de este año en los Países Bajos, Francia y Alemania, los partidos conservadores tradicionales trataron sin éxito de recuperar votos de la extrema derecha adoptando algunos de sus mismos discursos y políticas. Al mismo tiempo, los partidos tradicionales de izquierdas fueron derrotados al fracasar su intento de convencer de la existencia de opciones alternativas a las ya establecidas.

En Austria, las promesas electorales de Kurz de que sería estricto en materia migratoria y que limitaría el alcance del islam eran una réplica del discurso político del FPO tan evidente que los de la extrema derecha reivindicaron que se trataba de una copia de sus propuestas. Prometió que establecería restricciones a la "comunidad paralela" de musulmanes residentes en Austria y que pondría freno a las rutas migratorias de los refugiados. El partido de Sebastian Kurz acabó ganando las elecciones y está previsto que se convierta en el líder nacional más joven del mundo tan pronto como elija con quién forma un gobierno en coalición.

  Uno de los votantes del FPO, en la última fase de la campaña electoral (13 de octubre), en Viena con una bandera que dice 'Austria siempre leal'.REUTERS

Si el Partido Popular de Austria y el FPO forman la coalición, probablemente forzará a su líder a llevar a cabo políticas nacionalistas, como ha sucedido con el partido polaco Ley y Justicia o con Viktor Orbán y Fidesz-Unión Cívica Húngara, ambos de los cuales han sido expedientados por la Unión Europea por sus políticas iliberales y por negarse a acoger refugiados.

La UE no logró dar con la forma de ejercer presión sobre estos países centroeuropeos para que cumplieran con las obligaciones marcadas desde Bruselas, ya que incluso amenazar con sanciones futuras o con quitarles el derecho a voto fracasaron a la hora de forzarles a modificar su rumbo. Es más, muchos de estos líderes nacionales se han vanagloriado de ello, mostrándose como los valientes defensores de los intereses nacionales pese a la intromisión de la UE.

A nivel nacional, los expertos aseguran que los partidos tradicionales siguen sin saber muy bien cómo afrontar el auge de la extrema derecha y su presencia en diversos gobiernos y parlamentos a lo largo y ancho de Europa. Una solución, que parece ser el resultado más probable de las elecciones de Austria, es la integración de estos partidos al gobierno o la incorporación de sus ideas, pero no está claro aún el efecto que puede ocasionar a largo plazo.

"No tenemos claro al 100% qué significa la integración de estos partidos. Quizás signifique limitaciones más estrictas a los inmigrantes o una consideración más medida de las ayudas que debemos darles", especula la profesora Berman.

"O quizás signifique un retroceso a la xenofobia y una visión mucho más excluyente de lo que significa formar parte de la comunidad nacional", señala.

Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.

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