La Revolución Bolchevique, un centenario silenciado en Rusia

La Revolución Bolchevique, un centenario silenciado en Rusia

Sólo los comunistas han recordado en Moscú un acontecimiento trascendental para la historia que el Kremlin ignora deliberadamente.

"Somos afortunados. Estuvimos en el futuro, vivimos en la URSS". Lo dice Alexéi Ponomariov, un diputado comunista que ha participado este martes en la conmemoración del centenario de la Revolución Bolchevique. Miles de personas han marchado por las calles de Moscú para reivindicar el legado de un acontecimiento histórico que cambió el mundo... y que el gobierno de Vladimir Putin ha ignorado deliberadamente en tan señalada fecha.

Los comunistas rusos han lucido músculo en la calle, han enarbolado banderas con la hoz y el martillo y han portado cuadros con los rostros de los líderes de la revolución, Lenin y Stalin. Pero lo han hecho en solitario: sólo el Partido Comunista de ese país ha reivindicado la fecha, incómoda para las autoridades rusas.

El día de aniversario ya ni siquiera es festivo, así que los nostálgicos del leninismo y el estalinismo han tenido que marchar por las aceras de las calles comerciales más caras de la capital rusa, ante las puertas de las tiendas abiertas y vigilados por centenares de policías. Su paseo, eso sí, ha dejado imágenes para enmarcar.

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¿Qué es eso de la Revolución Bolchevique?

Lo que los comunistas rusos han querido reivindicar hoy es uno de los acontecimientos más transformadores de la historia de la humanidad: el momento en el que el partido bolchevique, dirigido por Lenin, derrocó al Gobierno provisional, se hizo con el control de algunos ministerios, tomó las calles y empezó la conversión de la Rusia zarista en lo que sería Unión Soviética. Es la llamada Revolución de Octubre (aunque los hechos tuvieron lugar en el noviembre del calendario gregoriano).

El primer paso de esos revolucionarios fue acabar con la sangría que suponía para el país la Primera Guerra Mundial. Por eso, el 3 de marzo de 1918, los líderes bolcheviques firmaron con Alemania el tratado de Brest-Litovsk para abandonar la contienda. Los términos del acuerdo se anularon tras la derrota de Alemania, pero en ese momento Rusia renunció a Finlandia, Polonia, Estonia, Livonia, Curlandia, Lituania, Ucrania y Besarabia.

En contra de lo que se suele creer, esta revolución de octubre no se hizo contra el zar, pues el zar ya había abdicado para entonces. Los obreros y estudiantes liderados por Lenin se rebelaron precisamente contra el Gobierno provisional que habían formado en febrero aquellos que se habían movilizado para derrocar a los Romanov. Ese Gobierno provisional controlaba las instituciones, pero los sóviets controlaban la calle. La dualidad de poder acabó en octubre, cuando los bolcheviques asaltaron el poder descontentos con el talante reformista, y no revolucionario, del Gobierno provisional.

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Lo que siguió fue una guerra civil entre los "rojos" y los "mencheviques" en la que acabaron imponiéndose los primeros, a pesar de que los segundos contaron con el apoyo de otras grandes potencias. La victoria bolchevique dio paso a la creación, en 1922, de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), un proyecto utópico de "nueva sociedad" y "nuevos hombres" que empezó con la redistribución de la tierra y su apropiación por parte de los campesinos y acabó convirtiéndose en un infierno para millones de personas.

Qué supuso la Revolución para Rusia y para el mundo

La Revolución bolchevique fue un auténtico terremoto político que mostró a todo el mundo la posibilidad de acabar con el Antiguo Régimen. La revolución no se extendió a ningún otro país con la rapidez que los líderes bolcheviques imaginaban, pero en ese momento el movimiento fue el portador de una esperanza.

Pronto se convirtió en pesadilla: algunos historiadores creen que las bases del estado autoritario que acabó siendo la URSS se pusieron en los primeros años tras la revolución: mecanismos policiales y un único partido con poder prácticamente omnímodo. Sólo en esos primeros años, según el cálculo de los historiadores, murieron millones de personas: víctimas de la guerra, guerra entre bolcheviques y mencheviques, aniquilación de las viejas élites, hambrunas, purgas...

La Revolución también cambió el mapa del mundo y Rusia, cuya extensión quedó muy mermada por las cesiones del tratado de Brest-Litovsk, acabó quedando confinada tras un "cordón sanitario" de estados-tapón y rodeada de potencias enemigas, que la contemplaban con espanto como un experimento social aberrante.

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Y es que otra de las consecuencias de la revolución bolchevique fue la transformación completa de las relaciones sociales. Se mejoró el estatus social de la mujer, se modificó la legislación sobre matrimonio, divorcio, aborto y embarazo y se despenalizó la homosexualidad. Las antiguas élites desaparecieron y el nuevo Estado luchó por combatir el analfabetismo y por dar asistencia a los millones de niños que habían quedado huérfanos por las bajas de la guerra.

En lo económico, la Revolución supuso la desaparición del régimen prácticamente feudal que imperaba en Rusia durante el zarismo y su sustitución por un nuevo sistema económico de producción centralizada en el Estado, a la que Stalin acabaría dando forma definitiva sin importarle el coste.

Por qué Putin rehúye la memoria de la Revolución

Todo el mundo lleva meses hablando del centenario de la Revolución, celebrando congresos académicos, publicando nuevos análisis, reeditado obras clásicas sobre aquellos acontecimientos... y en Rusia, sin embargo, la efeméride va a pasar prácticamente desapercibida.

Vladimir Putin, el presidente, no ha dejado muy claro qué piensa sobre los acontecimientos de 1917, aunque algunas de sus declaraciones públicas dejan entrever que no es un admirador de aquel momento histórico: "¿Acaso no era posible progresar no por medio de una revolución, sino a través de una evolución?", ha llegado a preguntarse.

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Tal y como cuenta la periodista Virginia Hebrero en EFE, las autoridades rusas tienen miedo a "provocar nuevas divisiones entre los rusos. En una sociedad donde conviven comunistas nostálgicos de la URSS y una expresión de religiosidad unida en ocasiones a un resurgimiento del espíritu monárquico". En resumen, un cóctel de identidades que el gobierno de Putin trata de mantener unido poniendo el foco en los valores "nacionales".

Por eso, precisamente este martes, el desfile militar que conmemoraba una batalla del Ejército ruso contra los nazis en 1941 ha dado la réplica a la marcha comunista y, encima, ha cerrado el acceso al mausoleo donde se conserva el cadáver embalsamado de Lenin.