Nadie quiere a la emperadora Merkel

Nadie quiere a la emperadora Merkel

La incapacidad de la canciller para formar Gobierno hunde a Alemania en una crisis inédita.

Imagen de archivo de la canciller alemana, Angela Merkel.REUTERS

Eran las elecciones más previsibles y aburridas. La victoria de Angela Merkel en Alemania estaba cantada, iba a ser tan dulce que incluso implicaría para ella un récord: superar a su exmentor Kohl, que estuvo 16 años en la Cancillería (1982-1998). Pero ay, la vida... El sueño de Merkel se ha tornado pesadilla. Y el único capaz de salvarla es, paradójicamente, su gran oponente, el socialdemócrata Martin Schuzl. O eso, o nuevas elecciones.

Porque si no es capaz de alcanzar un acuerdo con el SPD de Schuzl, a la canciller alemana sólo le quedará esa opción, la de volver a convocar a los alemanes a las urnas, ya que ha sido incapaz de formar una coalición de Gobierno. Las encuestas dicen que es lo que la mayoría del país quiere —el 60%—, pero el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, que tiene el poder de convocarlas, no está por la labor. Ha sido él quien ha apelado a la responsabilidad, a la necesidad de hablar y hablar: "Nadie en Europa va a poder entender que el país más poderoso de la UE no sea capaz de formar gobierno". También ha sido el que ha presionado hasta el límite a Schuzl para que cambie de postura y se muestre dispuesto a dialogar con Merkel. Y eso que el socialdemócrata dijo un rotundo 'nein' a hacerlo tras conocer los resultados electorales del 24 de septiembre.

Nadie en Europa va a poder entender que el país más poderoso de la UE no sea capaz de formar gobierno

Ese día empezó la pesadilla. Y el lunes la realidad era la que era: sus opciones se habían acabado, hasta que Steinmeier forzó la apertura de la puerta de Schuzl. Un pequeño respiro para Merkel, que, dado el panorama, insistía: mejor volver a votar antes que formar un gobierno "frágil". Eso lo dijo el lunes, antes del cambio de postura de los socialdemócratas, que se hizo público el viernes. Entonces reculó: "Europa necesita a una Alemania fuerte por eso es importante formar un Gobierno muy pronto", dijo Merkel el sábado en la conferencia regional de su partido en Kühlungsborn, en el Estado de Mecklemburgo Pomerania Anterior. Y reculó aún más: "Decirle a la gente que vaya a votar de nuevo, sería un error". Merkel es consciente de que si no consigue reeditar la gran coalición se juega su cuarto mandato.

COALICIÓN IMPOSIBLE

Tras su victoria electoral, la canciller cumplió con el protocolo: se puso manos a la obra para tratar de alcanzar la ya famosa coalición Jamaica (junto a los Verdes y los Liberales del FDP). Era su única opción. Eran los únicos partidos que estaban dispuestos a gobernar con ella. La otra gran triunfadora, la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), nunca se barajó como compañero de viaje para la nueva legislatura. Tampoco La Izquierda. Así las cosas, los tres partidos que estaban por la labor se pusieron manos a la obra hasta que el pasado 16 de noviembre expiró el plazo que se habían dado para alcanzar un acuerdo. Fueron más allá: alargaron hasta el domingo 20. Inútil maniobra, ya que los liberales rompieron las negociaciones y empezó el caos.

  Negociaciones entre CDU, CSU, Liberales y Verdes.AFP

Alemania se sumió en una situación inédita en su historia. Paradójicamente fue Merkel, la canciller tan idolatrada y bien considerada en su país, la mujer que había dado la estabilidad a los alemanes, la que fue incapaz de dársela otros cuatro años. Con la salida de los liberales a la canciller sólo le quedan tres escenarios posibles: gobernar en minoría con Los Verdes (ya ha dicho que no lo hará), conseguir que los socialdemócratas cambien de opinión y accedan a formar una coalición, lo que se conoce como "Groko" (todo depende de Schulz y de las bases del partido) o elecciones en 2018. Pero, ¿cómo es posible que se haya llegado a esta situación tan límite?

Haciendo una primera aproximación a los hechos, los liberales aparecen como los grandes culpables. Su líder, Christian Lindner, fue el que se levantó de la mesa de negociaciones. "Mejor no gobernar que hacerlo mal", se justificó. Sentencia radical y más si se tiene en cuenta que el resto de formaciones aseguraron que habían estado a "una milésima" de alcanzar un acuerdo. El analista Franco Delle Donne tiene claro que nunca quisieron sentarse en la mesa de negociación: "La derrota de 2013 había pegado muy fuerte y la casi milagrosa recuperación de septiembre pasado los obligaba a ser cuidadosos con lo obtenido. La idea inicial era un trabajo de oposición frente a una nueva gran coalición que permitiese solidificar el perfil renovado de un partido todavía en recuperación".

  El líder de los liberales, Christian Lindner.AFP

La cuestión ideológica ha sido otro de los motivos del fracaso de la negociación: los partidos se han topado con escollos insalvables en temas tan importantes para el país como la migración y los refugiados, qué hacer con el diésel y el carbón o la política impositiva. La CDU, de la mano de Merkel, siempre se ha caracterizado por adaptarse en función de sus intereses. La canciller es conocida por asumir como propias iniciativas ajenas y defender sin complejos propuestas que previamente había rechazado. ¿Un ejemplo? Durante la anterior coalición el SPD impuso ideas —como el salario mínimo— por las que la canciller se lleva hoy los laureles. Así ha sido capaz de consolidar su liderazgo en un mundo que va de crisis en crisis.

Los otros tres partidos y sus líderes que iban a integrar la coalición Jamaica —los conservadores bávaros de la Unión Socialcristiana (CSU), el FDP y Los Verdes— no son como ella: se trata de tres formaciones difícilmente conjugables. Los Verdes pedían el fin del uso del carbón, algo a lo que se oponían radicalmente los liberales. Por otro lado, Verdes y liberales exigían una ley de inmigración, algo que no querían los bávaros. Los liberales insistían en una rebaja de impuestos que conservadores y verdes veían excesiva. En algo había que ceder... Pero los liberales se levantaron de la mesa de negociación.

CRISIS DE LIDERAZGO DE LA CDU

Y luego está la crisis interna del partido de Merkel. La CDU logró en las elecciones de septiembre sus peores resultados desde 1949, es decir, desde el nacimiento de la República Federal. De ahí que dentro del partido democristiano ya no se oculten quienes hablan de crisis de liderazgo, abogan por nuevas caras y, sobre todo, más jóvenes. Su debilidad se ha acentuado con la situación actual y, si nada cambia, su final político puede estar más cerca de lo que nunca imaginó. Esta realidad le ha llegado, paradójicamente, cuando debería de estar de celebración: fue investida por vez primera el 22 de noviembre de 2005, con 51 años, convirtiéndose en la canciller más joven de la República Federal de Alemania (RFA), además de la primera mujer y la primera persona crecida en el este del país al frente del Ejecutivo.

Aquel entusiasmo que despertaba está, a día de hoy, muy lejos: tras su imposibilidad de formar gobierno, las juventudes de la CDU de Düsseldorf han pedido ya su dimisión.

  Imagen de archivo de la canciller alemana, Angela Merkel.AFP

De telón de fondo, una realidad que a pocos se le habrá escapado: Alemania no ha resultado inmune al voto populista, que lo pone todo patas arriba. Hasta el punto de que algunos partidos han readaptado sus políticas ante el pánico de perder votos frente a la AfD. Es el caso de los liberales, que han abrazado un discurso soberanista y anti-inmigración que si uno escucha con los ojos cerrados piensa que proviene de la extrema derecha. Esto refleja que ni Alemania se libra de un problema de proporciones catastróficas, que ya había sembrado el caos en EEUU (Donald Trump) o Reino Unido (Brexit).

Y Alemania no es cualquier país: es el motor de la UE y, junto a Francia, estaba llamada a liderar la nueva etapa de los 27 tras la salida de Reino Unido. La Unión Europea no puede permitirse a los alemanes débiles, los necesita al frente del proyecto europeo. Aquí está la clave de la presión que recibe en la actualidad el SPD. En septiembre querían dar un paso al lado para analizar su situación, para entender los motivos de su constante pérdida de votos, pero sobre ellos recae ahora la responsabilidad de la estabilidad del país y en buena medida el futuro de Europa.

El gran dilema al que se enfrenta el partido es que ya sabe lo que es trabajar codo con codo con Merkel. Y no les gusta. El SPD sufre el síndrome del socio minoritario. El partido ha formado parte del gobierno en 15 de los últimos 19 años, lo que les ha conllevado poca visibilidad y pérdida de votos. De ahí que los miembros de sus filas no oculten el desasosiego que les causó ver cómo la canciller asumía como propias iniciativas promovidas por ellos. Por eso, otra de las opciones que barajan, es la de "tolerar" un Gobierno en minoría conservador con acuerdos en áreas de consenso como la política exterior. Pero recuerden, Merkel ya ha dicho que de gobernar en minoría nada de nada.

En cualquier caso, Schulz y Merkel se sentarán a hablar. Algo que a la canciller le da un respiro, pero que el socialdemócrata hace a regañadientes. Y no lo oculta: lleva desde el viernes diciendo una y otra vez que negociar "no significa automáticamente una nueva gran coalición". Serán las bases del partido las que decidan... Así que la canciller aún no tiene nada ganado.

Alemania es hoy un gran pez que se muerde la cola. Lo que se desconoce es si al final será capaz de engullirse a sí misma.