Por qué y cómo deben los padres establecer rutinas familiares

Por qué y cómo deben los padres establecer rutinas familiares

Los estudios demuestran que existe una correlación entre los hogares caóticos y los problemas de conducta en niños.

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Si estás entre los muchos padres que sienten que se pasan el día corriendo como pollo sin cabeza para poner orden en casa, quizá debas invertir tus esfuerzos en establecer unas rutinas familiares adecuada. He aquí los motivos y las formas de implantarlas:

¿Por qué es tan importante tener rutinas familiares?

Las rutinas son por definición predecibles y constantes, dos aspectos que aportan seguridad. Colgar los abrigos y guardar las zapatillas en su sitio al llegar a casa, lavarse las manos antes de comer... Al interiorizarlo y saber qué viene a continuación, uno sabe qué es lo que toca hacer y se siente más seguro. Así es más fácil relajarse y liberarse del estrés.

Según un estudio de 2012 publicado en la revista especializada Sage, existe una correlación entre los hogares caóticos y los problemas de conducta en niños.

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Tal y como comprobaron los investigadores de las universidades estadounidenses de Louisville, Columbia, Nueva York, y el Instituto Politécnico de Virginia, cuanto más caótica es la vida familiar (entendiendo ese caos como la falta de organización y de rutinas, exceso de alboroto, saturación y ritmo de vida demasiado ajetreado) más probable es que los niños desarrollen diversos problemas y carencias, como un vocabulario más limitado, un menor cociente intelectual, más estrés, una mayor agresividad, un descanso de baja calidad, peores relaciones con padres y hermanos y una peor salud en general.

La realidad es que la rutina por defecto de muchos padres es gritar para que los niños salgan ya de la bañera, implorarles que se pongan el pijama de una vez y negociar si hay que leerles uno o diez cuentos antes de dormir. Muchos padres pecan de ser muy poco consecuentes a la hora de establecer o mantener las rutinas, y el mal comportamiento de sus hijos lo demuestra.

Tres consejos para establecer nuevas rutinas

1. Ve poco a poco y sé consecuente

Hay que hacer especial énfasis en este punto. Simplemente elige una rutina que quieras asentar y no empieces con ninguna otra hasta que esta vaya como la seda. Un buen comienzo puede ser llevarse el plato al fregadero después de comer, echar los desechos a la basura y aclararlo un poco antes de meterlo al lavavajillas. No te propongas las rutinas más complicadas nada más empezar.

2. Tómate tu tiempo

No des por hecho que tus hijos saben hacerlo todo: les tienes que enseñar. Rascar los restos del plato requiere destreza. Conocer el mejor sitio del lavavajillas para cada utensilio requiere experiencia. Ayúdales para que aprendan a hacer lo que esperas de ellos. Para ello, conviene que configures tu mente en modo profesor en lugar de reñirles por ser torpes y hacer las cosas mal.

3. Invita a tus hijos a participar en el establecimiento de las rutinas familiares

Es más fácil que un niño colabore si siente que ha participado a la hora de decidir las normas y rutinas bajo las que tendrá que vivir. Es cierto que depende mucho de su edad, pero cuanta más influencia haya tenido, más pondrá de su parte.

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Si tus hijos te piden, por ejemplo, hacer un ajuste a las rutinas familiares para añadir un rato de lectura de cuentos antes de dormir, puedes hacer caso adaptando ligeramente el resto de horarios para que la hora de apagar las luces siga siendo la misma.

A algunas familias les gusta turnarse a la hora de recoger la mesa, de tal forma que, en vez de ocuparse siempre cada uno de lo suyo, a cada cual le toca en su turno recoger toda la mesa. No hay una única rutina correcta o incorrecta, lo que importa es decidirlas juntos y ser consecuentes con la decisión.

Dos consejos para hacer valer las rutinas

Es muy fácil proponer nuevas rutinas, pero no tanto hacer que los pequeños las cumplan. Descubre a continuación un par de consejos para lograrlo:

1. Consecuencias naturales

¿Qué pasaría si no hicieras nada? Si su plato de la cena sigue en la mesa a la hora del desayuno, puedes decir: "Ojalá pudiera servirte el desayuno, pero aún hay un plato de la cena en medio". Entonces se topará con la realidad, comprenderá por qué tiene que ocuparse de su plato al acabar y no tardará en llevarlo al lavavajillas.

2. Consecuencias lógicas

También puedes crear una consecuencia por tu cuenta o con ayuda de tu hijo mayor. Pídele que te ayude a pensar en una consecuencia apropiada. Por ejemplo, si le planteas lo siguiente: "Todos sabemos que tenemos que recoger nuestros platos de la mesa después de comer. ¿Qué pasa si alguien no cumple su trabajo?". Asegúrate de que la consecuencia esté relacionada de forma lógica por causa-efecto.

Frases como "Cuando pasa X, entonces pasa también Y" sustituyen de este modo a las amenazas y las broncas. Es tan simple como establecer el orden en el que se van a hacer las cosas en esa rutina: "Cuando tu plato esté recogido, sabré que ya está todo listo para jugar". "Cuando te pongas el pijama, veré que ya puedo leerte el cuento de buenas noches".

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No pierdas de vista el reloj para mantener todas las tareas en hora. "Lo siento, pero no llevas puesto el pijama y ya se ha pasado la hora de los cuentos. Mañana lo volvemos a intentar, a ver si conseguimos cumplir la rutina a tiempo".

¿Qué puedes hacer si no logras progresos?

Si piensas que has seguido los pasos y no has logrado avances, hazte estas cinco preguntas:

  1. ¿He sido consecuente?
  2. ¿He insistido suficiente?
  3. ¿Cuestionan mi autoridad? (A los niños les cuesta más cumplir las rutinas voluntariamente si sienten que les controlas demasiado).
  4. ¿He establecido demasiadas rutinas? (Si la casa parece un régimen militar, tus hijos pueden rebelarse abierta o veladamente).
  5. ¿A quién puedo pedir ayuda?

Siempre quedan cosas por aprender a la hora de educar y criar a los hijos, pero no dejes que la situación te supere. Piensa que es una de las mejores formas de invertir tu tiempo. Si necesitas ayuda, es recomendable recurrir a los recursos de tu entorno, empezando por los más genéricos hasta llegar, si es necesario, hasta los más exhaustivos (aunque también más caros). Pide a tu pediatra que te recomiende recursos a tu alcance, como libros o podcasts para padres, clases de educación para padres, sesiones privadas con un orientador o servicios de asesoramiento familiar.

Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.