Ramón Lobo: "Lo que está ocurriendo en Afganistán es un gran disimulo para evitar apuntarnos la derrota"

Ramón Lobo: "Lo que está ocurriendo en Afganistán es un gran disimulo para evitar apuntarnos la derrota"

El periodista reedita 'Cuadernos de Kabul', historias a pie de calle que miran más allá de los talibán y el burka.

El periodista Ramón Lobo, retratado en su casa de Madrid.CARLOS PINA

Ir, ver y contar. La fórmula básica del periodismo parece fácil cuando se enuncia así, pero ponerla en práctica ya es otro cantar. Hace falta tiempo, dinero, medios. Que no venzan las prisas, la uniformidad, el relato oficial. Y hace falta, sobre todo, voluntad. "Periodismo es mancharse de polvo los zapatos, pisar calle, escuchar, emocionarse para conectar con la emoción del otro, la única que importa". Así es como lo resume Ramón Lobo (Lagunillas, Venezuela, 1955) en su último libro, la reedición de sus Cuadernos de Kabul (Península), una compilación de historias pequeñas de esas que dibujan la gran Historia y que, a causa del poder talibán creciente y de los vaivenes de EEUU en Afganistán, se hacen necesarias para entender el país, más allá del burka.

Lobo siguió estos relatos personales -cero moqueta mullida- en 2009, cuando acudió a cubrir para El País las elecciones presidenciales que ganó Hamid Karzai, pero las cosas han cambiado tan poco que su mensaje está tan vivo como entones. Revisiones, ampliaciones y contexto han mejorado la obra manteniendo su "frescura", pero el fondo "es como si se hubiera escrito ayer, tristemente todo tiene vigencia". El "tiempo vertical" afgano.

Sólo en las dos últimas semanas, los titulares que llegan de Afganistán son descorazonadores: un estudio de la BBC concluye que los talibán controlan el 70% del país, más de 40 muertos en un atentado contra el Hotel Intercontinental de la capital, el presidente estadounidense, Donald Trump, que insiste en enviar más tropas, cuando había anunciado en campaña una progresiva retirada... ¿Alguien duda de que el conflicto está vivo? "Claro que lo está -dice Lobo en una conversación con El HuffPost-, si ha cambiado algo, en todo caso, es a peor. No hay salida. En el libro, por ejemplo, relato la historia del cuidador del cementerio de los ingleses y se ve claro: hay lápidas de soldados que murieron en la primera y en la segunda guerra afgano-británica, en el siglo XIX, y ahí te das cuenta de que esta guerra en realidad la llevamos perdiendo ya bastantes años. Se perdió entonces, dos veces en el siglo XIX a través de los británicos, la perdieron los rusos gracias a nuestro entusiasmo apoyando a los muyahidines en los años 80 y las estamos perdiendo nosotros", concluye.

Nosotros no somos capaces de ganar una guerra en un país en el que no sabemos ni por qué estamos ahí

Sin embargo, pasan las décadas y hasta los siglos pero los países occidentales -EEUU, especialmente- siguen yendo al avispero afgano, a caer de nuevo. "En realidad todo lo que está ocurriendo en Afganistán es un gran disimulo para evitar apuntarnos la derrota, para intentar vender que eso funciona más o menos. Y no, no funciona. Los talibanes recuperaron la iniciativa militar no ahora, sino ya en el 2007, y nosotros no somos capaces de ganar una guerra en un país en el que no sabemos ni por qué estamos ahí".

  Ramón Lobo, en su rincón de trabajo.CARLOS PINA

Si Cuadernos de Kabul sirve para algo es para reivindicar la necesidad de conocer al otro y poder entenderlo y explicarlo, una bajada a la arena que deberían aplicarse tanto periodistas como políticos. Pero en Afganistán, se duele el reportero, ese ejercicio es más bien insólito. "No aprendemos, no los conocemos, no hablamos con la gente", repite. Pone como ejemplo otra de sus historias, sencilla y esclarecedora: "Del Kabul nuevo al Kabul viejo pasé por una montaña, que se llama la montaña de la televisión porque está llena de antenas. Como occidental idiota, yo preguntaba a los niños qué querían ser de mayores, y ellos, todos, querían ser médicos, y yo no entendía por qué. Hasta que alguien me explicó que había una serie de televisión de India y los niños estaban entusiasmados con ella y con su personaje principal, que era doctor. Así que querían ser como él, aparte de porque estaban fascinados, porque veían en ello un prestigio social. Se lo conté al único político que aparece en el libro [Ramazan Bashardost, que quedó tercero en las elecciones], y me dijo: "Claro, es que ustedes nos han enviado todo lo que les sobra, armas y soldados. Si nos hubieran mandado al menos series de televisión...". Y es verdad, nos olvidamos lo básico, la educación y la cultura", lamenta.

Lobo, hombre de presente, carpintero del oficio y con cota de malla por piel tras tantos conflictos cubiertos, repasa lo que ocurre en Afganistán y, de pronto, la voz se le quiebra un poco, manteniendo la compostura. Se ha acordado de Mohamed Munir, el hombre que en su telar hacía un pañuelo cada día y medio, como el que él le compró con los colores de la bandera nacional, como el que luce para la sesión de fotos. Gente como él, que "no tiene siquiera tiempo para ponerse triste", gente de Afganistán sobre la que no se pone el foco, y a la que el reportero tomó "un inmenso cariño".

Nos olvidamos lo básico, la educación y la cultura

Los intereses, por delante

Los derechos humanos y el progreso de una tierra como Afganistán, dice varias veces sin pizca de cinismo, están muy bien, pero las potencias que se implican en conflictos lejos de su casa lo que buscan, en realidad, es otra cosa. Se llama "interés". "Nosotros no vamos a los sitios y preguntamos a la gente qué es lo que necesita, así que no podemos tener idea de lo que necesita. Si lo supiéramos, se lo podríamos entregar o no, pero lo que hacemos es que vamos decidiendo de antemano qué es lo que necesitan, a gente a la que no le hemos preguntado siquiera si querían que fuéramos a su tierra. Así que no somos capaces de solucionar ningún conflicto. Falta humildad para escuchar a la gente que queremos liberar".

Uno de sus relatos -posiblemente el único en el que no se cuelan el polvo y la arena- dibuja el Hotel Serena, uno de los más lujosos de la capital, torre de marfil que ejemplifica esa lejanía con respecto a los ciudadanos, a la gente. Lobo relata cómo es posible que los políticos y, a veces, hasta el personal de las ONG y los periodistas, pasan por Afganistán "sin hablar con un afgano", desde el coche blindado que lo recoge en el aeropuerto, el convoy de seguridad, las entrevistas "con gente que te han colocado para que la veas... "Así nunca tienes acceso a la verdad".

Recursos naturales, geoestrategia, poder... Todos esos motivos siguen a la orden del día para estar en Afganistán, pero Lobo denuncia que, además, se añade a todo eso el desprecio por los locales y el "grado de desconocimiento" de lo que se traen entre manos. "Todo se hace a través de Wikipedia, de gente que ni siquiera lee historia. No sólo no hablan con un solo pobre -un afgano, un iraquí o un sirio- sino que encima ni siquiera leen lago para saber, por ejemplo, que esta guerra ya la hemos perdido una y otra vez", resume.

Esa actitud lleva a pensar, obligatoriamente, en Trump, quien defendió que EEUU debía salir del país para luego enviar 4.000 soldados más. Lobo entiende que "si eres un imperio, tienes que proteger las fronteras del imperio, donde están tus intereses, y EEUU se ha dejado mucho en Afganistán", así que no se irá. "Es un sitio estratégico, tanto si piensas en China como enemigo a batir durante este siglo como si piensas en Pakistán, por ejemplo, y su salida al mar. Además, siempre se ha dicho que debajo de Afganistán hay un gran buda dormido, que es el petróleo y el gas. En un sitio de interés económico claro para EEUU del que no se puede ir, como no puede abandonar Irak o Egipto, claves en el manejo de Oriente Próximo. No van a permitir que gobierne quien no sea amigo".

Si eres un imperio, tienes que proteger las fronteras del imperio, donde están tus intereses, y EEUU se ha dejado mucho en Afganistán

Cuando él visitó el país, supuestamente brillaba la esperanza de una democratización en ciernes, gracias a las elecciones y de la aprobación de algunas leyes "con aparentes buenas intenciones", pero la base fallaba, los pies de barro. "Todo es teatro. Lo vemos aquí, con Cataluña, y en política internacional pasa exactamente lo mismo: todo está hecho para parecer que se hace algo. En Afganistán, tras muchos soldados americanos muertos, hicieron unas elecciones para decirle a las madres de los soldados: "Mira, la muerte de tu hijo ha merecido la pena porque hemos conseguido que sea una democracia". Pero eso es mentira. En 2009 Karzai ganó claramente, pero hay que precisar que más del 80% de las mujeres y la mitad de los hombres son analfabetos. Así es imposible hablar de democracia, cuando van a votar lo que dice el jefe del clan, en bloque. Es una falacia todo", abunda.

  Lobo, con uno de sus gatos, Morgan.CARLOS PINA
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Lobo no niega que sea pertinente que países occidentales puedan entrar a actuar en un conflicto internacional lejano a priori, incluso teniendo sus intereses, pero lo que denuncia vehemente es que "no quieran darse cuenta" de que bajo todos los mapas, las aspiraciones y las alianzas, hay gente que vive y sufre, "víctimas de la guerra o de la ausencia de paz", como escribe cuando habla de los mutilados a los que atiende Cruz Roja, un "ejército de invisibles" víctimas de las minas antipersonas, los proyectiles, las balas, los accidentes de tráfico y la polio.

"Igual necesitas 50 años de inversión educacional y cultural para cambiar un poco las estructuras. Lo de Afganistán no es un error único. Se ha cometido el mismo en Sierra Leona, en Congo, en Liberia... Son tres misiones que han tenido más de 15.000 cascos azules, donde se ha invertido mucho dinero, pero donde no hemos cambiado absolutamente nada. Primero, porque no entendemos nada, y luego, porque vamos a sociedades totalmente desestructuradas, donde tienes que crear bases para que se estructure y crezca la gente, y de ahí vendrá la democracia. No la puedes imponer desde arriba, no a un país de analfabetos, porque no funciona, porque es mentira, no tenemos ni idea de lo que estamos haciendo", denuncia.

España también participó en Afganistán tras la temporal caída de los talibanes, en una misión que duró 14 años y en la que participaron casi 17.000 efectivos. ¿Balance? "Fuimos porque queríamos pertenecer al equipo de cabeza y está bien que vayamos dentro de un esfuerzo general con la OTAN, pero a nosotros allí no se nos ha perdido nada. El problema es que nos metemos a veces en grandes aventuras donde no tenemos intereses, nosotros sí vamos de verdad a defender los derechos humanos y mejorar la vida de la gente, nos lo creemos, y eso es muy loable. No obstante, podíamos tener más intereses en África, de donde nos viene gran parte de la inmigración, o en Oriente Próximo, que está más o menos cerca y nos unen las mismas aguas, o en América Latina, con la que tanto tenemos en común".

Botas sobre el terreno

Los Cuadernos originales de Lobo, los que publicó El País, fueron en aquel 2009 uno de los primeros blogs serios de periodismo internacional escritos en español. Entonces casi ni se sabía qué era aquello ni para qué servía. A él le sirvieron para contar todas esas historias mínimas que no entraban en el papel, donde se publicaban las crónicas más políticas de cada día. "Yo no sabía lo que quería hacer, pero sabía lo que no quería hacer: no quería hablar de mí, no quería hablar de los periodistas. Al principio es una especie de búsqueda de qué es lo que quiero contar y a la tercera historia me di cuenta de que de lo que tenía que hablar es de la gente", explica.

Sin embargo, tras aquel tiempo vendido como optimista -y a excepción de la cobertura permanente que hizo la reportera Mónica Bernabé-, Afganistán ha estado en el ángulo ciego de los medios españoles, que apenas han enviado informadores a contarlo. Es un reflejo, dice Lobo, de la crisis general del oficio y, en particular, de las coberturas internacionales. "Primero, es muy caro, ir a Afganistán -aunque te hospedes en un hotel barato como al que iba yo- supone tener un conductor y un traductor o un dos por uno, son 250 dólares diarios sin haber hecho nada todavía, y hay muy pocos medios dispuestos a ese gasto", relata. Si no van los llamados reporteros de guerra, el trabajo queda en manos de "redacciones becarizadas" y de autónomos o freelances, "gente que se va por su cuenta y riesgo a Afganistán y otras zonas de conflicto".

Lobo, ahora freelance él mismo, insiste en que debe saberse el alcance de esta precarización, para que los ciudadanos sepan cómo surge la información que le llega. "Ahí está el modelo anglosajón, en el que tu llegas a un acuerdo con un medio antes de irte y te garantizan unos gastos mínimos, pero en España no tenemos esta tradición, los periodistas se van y no saben si cubrirán lo básico o tendrán pérdidas. Quizá las asociaciones de periodistas deberían buscar fórmulas para proteger esto, porque se les paga muy poco. Planteas una cobertura por 5.000 euros y sacas mil. Eso es lo que hay", relata.

Nosotros (la prensa española) no estamos dando la calidad suficiente pero igual tampoco tenemos un público que lo demande y al final todo esto pasa por la educación

La crisis, económica y de mercado, está ahí, "azotando" a los medios, "pero hay ejemplos suficientes como para que seamos muy optimistas, porque las nuevas tecnologías nos permiten que recuperemos el oficio. Se pueden hacer productos muy baratos, fracasar y volver a intentarlo, repensarse como han hecho The Guardian o The Washington Post, ahora medios globales y no sólo nacionales", ejemplifica con entusiasmo, pese a las piedras del camino. Lo que no ve, por ahora, es un medio que deje tiempo a los periodistas para trabajar largo, para profundizar, gente que pague por una altísima calidad. Sí en otro países -como en Francia con la revista XXI- pero no en casa. "Ni de broma. Nosotros no estamos dando la calidad suficiente pero igual tampoco tenemos un público que lo demande y al final todo esto pasa por la educación. Si ves The Post...".

Sí, sepan los seguidores de Ramón Lobo que ha visto la última de Steven Spielberg sobre los papeles del Pentágono. Y le ha gustado. Mucho. "Es cine de buenos y malos -pero es que en el caso de Richard Nixon los malos eran muy malos-, y recuerda que nosotros no estamos para servir al poder, en cualquiera de sus formas, sino a la sociedad. Esto es un negocio, si no ganan dinero los medios no son independientes, pero tienes que tener una serie de lectores que también confíen en ti porque saben que vas a defenderlos". Hay que volver a repetirlo, como un mantra, porque parece que se nos ha olvidado.

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A los que empiezan, a los que estudian Periodismo o tienen intención de dedicarse a ello, les pide que "cambien el chip". "Pensar que aspiran a entrar en la redacción de un medio y a ponerse ante una pantalla a copiar y pegar durante ocho horas no parece muy interesante. Y eso, si no se revuelven, es lo que hay. Así que tienen que tratar de montar cosas ellos", les aconseja. Deben crear "redes", más allá de lo tecnológico, "humanas". Mira a América Latina -El Faro, Plaza Pública, Animal Político...- y a España -5 W-. Deben pensar en la lengua castellana, en las oportunidades que hay entre nuestro país y el otro lado del charco, deben rescatar los equipos de investigación que en España casi nunca han cuajado -"Falta un grupo de gente completamente aparte del tronco del medio, que pueda estar investigando cosas que afecten a tus aliados, a tus accionistas o a tus anunciantes... Como en Spotlight"- y nuevos formatos, como el "gran reportaje", que existía en la II República, con Manuel Chaves Nogales y Josep Pla a la cabeza. Les recomienda que lean a Martín Caparros, Leila Guerriero, Roberto Valencia o Mónica G. Prieto. "Los nuevos deben tener, sobre todo, la valentía de seguir adelante cuando todos te dicen que esto se hunde", abunda.

Habla a los que vienen quien, desde veinteañero, nos ha contado el mundo y sigue haciéndolo, quien se ha levantado en los malos tiempos y se ha adaptado al medio triunfando en los dos extremos: en el formato libro, periodismo reposado, y en las redes sociales y los blogs, en los que es uno de los periodistas más seguidos de España. Le quita importancia a la metamorfosis. "Es periodismo. Yo simplemente desde hace muchísimos años vivo el presente y me muevo con lo que tengo. No pierdo mucho tiempo en melancolías de lo que pudo ser y no fue. Viví en Londres con veintipocos años y trabajaba de camarero y limpiando suelos en la Casa de España y recuerdo que estaba con un tipo que era abogado. Me decía: "Hay que ver, un periodista y un abogado aquí limpiando". Y yo le replicaba: "Soy un camarero que está limpiando el suelo, y nada más". Así que trato de aprender de lo que estoy haciendo ahora, en cada momento. Con el periodismo me ha pasado lo mismo, simplemente he tratado de enterarme de todo y adaptarme a los cambios tecnológicos. Y todo porque tengo muy claro que este es un trabajo en el que es muy fácil que te quedes analfabeto en cinco minutos. Yo pensé: esto no me va a pasar. Y no me ha pasado", dice satisfecho.

Y así sigue, en primera plana.

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