Las tres crisis mozambiqueñas

Las tres crisis mozambiqueñas

Durante la pasada década, Mozambique crecía a una media del 8% y prometía seguir haciéndolo gracias al descubrimiento de extensas reservas de gas en la costa norte del país. Sin embargo, con la desaceleración en los países emergentes y la caída en el precio de las materias primas que el país exporta, el país ha desacelerado su crecimiento hasta el 5%.

Las desgracias nunca vienen solas, dice un refrán español, y Mozambique puede servir para ejemplificar la perennidad de nuestro saber popular.

Apenas ocupa espacio en nuestros periódicos, pero es un país al que hay que prestar atención por el momento clave que vive debido a varias crisis que se retroalimentan.

Primera crisis, el conflicto político-militar: Es un conflicto más o menos recurrente en Mozambique, larvado desde el final de sus 15 años de Guerra Civil, en 1992, y que enfrenta a los antiguos contendientes: FRELIMO (Frente de Libertação de Moçambique), partido en el gobierno desde la independencia de Portugal en 1975, y RENAMO (Resistência Naciaonal Moçambicana), la oposición armada liderada por el sempiterno Alfonso Dhlakama.

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Foto del actual presidente de Mozambique, Filipe Nyusi, durante la campaña electoral del 2014/AFP

La relación entre FRELIMO y RENAMO, marcada por los vaivenes geopolíticos de la época, tiene todos los ingredientes para convertirse en un peliculón sobre la Guerra Fría.

Julius Nyerere, padre de la independencia tanzana, impulsó la catarsis de varios movimientos mozambiqueños de lucha contra el poder colonial, alumbrando a FRELIMO como movimiento de liberación. Era un intento de promover las independencias de los pueblos africanos y de sumar aliados al área de influencia comunista -la KGB les entrenaba y financiaba-.

Así empezó la Lucha de Liberación de Mozambique contra la dictadura del Estado Nuevo portugués en 1964.

Tras independencia mozambiqueña en 1975, Lisboa transfirió la administración a FRELIMO, que estableció un régimen marxista-leninista en el país.

Mozambique comenzó a dar cobijo a guerrillas comunistas que luchaban contra los gobiernos blancos racistas de países vecinos, como la ZANU del todavía hoy dictador de Zimbabue, el incombustible Robert Mugabe, o el ANC de Nelson Mandela, en Sudáfrica.

El régimen racista de Ian Smith en Rodesia, el actual Zimbabue, reaccionó armando a la oposición mozambiqueña anticomunista, formando RENAMO. Ésta también era apoyada por el Gobierno del apartheid sudafricano y por los paramilitares Jóvenes Pioneros del excéntrico dictador anticomunista malauí Hastings Banda.

Tras 15 años de guerra, incursiones desde y hacia los países vecinos y conspiraciones que tuvieron como punto álgido el derribo, presuntamente a manos del régimen del apartheid, del avión en el que viajaba Samora Machel, el primer presidente mozambiqueño, FRELIMO y RENAMO firmaron la paz en 1992.

Desde entonces, tras las primeras elecciones multipartidistas, FRELIMO siempre ha estado en el Gobierno y, desde entonces, RENAMO siempre ha denunciado fraude electoral.

En las últimas elecciones de 2014, FRELIMO volvió a vencer, pero en las provincias del norte y centro del país, ricas en hidrocarburos, el apoyo a RENAMO fue superior.

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Foto del líder de la RENAMO, Afonso Dhlakama, durante la campaña electoral del 2014/REUTERS

Reclamando descentralización a las provincias para asegurarse su parte del pastel de la explotación futura de los recursos, RENAMO ha retomado las armas. Los irresolutos asesinatos selectivos de varios de sus miembros destacados, incluyendo un frustrado tiroteo contra el propio Dhlakama, han espoleado los combates en el centro del país, provocando el éxodo de civiles, de los que más de 10.000 se refugian ya en el vecino Malaui según ACNUR.

Más allá de la guerra de kalashnikovs, se ha impuesto en el país una guerra informativa, de la que el descubrimiento de una supuesta fosa común con 120 cadáveres en el centro de Mozambique, información negada por el Gobierno, es el último episodio.

Segunda crisis, la económica: Mozambique es uno de los países más pobres del mundo y el noveno Estado con menos desarrollo humano, aunque no lo parezca a juzgar por su capital. Dicen en las provincias que el país es un embudo, y que todo el dinero se escapa hasta llegar a Maputo, en el extremo más meridional.

Durante la pasada década, Mozambique crecía a una media del 8% y prometía seguir haciéndolo gracias al descubrimiento de extensas reservas de gas en la costa norte del país. Sin embargo, con la desaceleración en los países emergentes, la caída en el precio de las materias primas que el país exporta y el desplome de la inversión extranjera, el país ha desacelerado su crecimiento hasta el 5%.

La falta de producción de un país que tiene que importar los alimentos más básicos, desde trigo hasta pescado, se ve agravada por el conflicto político-militar en el centro.

Necesitado de dólares para nutrirse de importaciones y sin exportaciones que se los proporcionen, la moneda mozambiqueña ha perdido más del 50% de su valor. En una economía que adolece de una falta crónica de producción nacional -el 60% de la cesta de la compra es importada-, el aumento de la inflación y del coste de vida tienen un potencial de desestabilización social imprevisible y, ya en abril, se convocó una huelga general en un país poco acostumbrado a las reivindicaciones.

El Gobierno tiene además las manos atadas. En los 2.700 km de costa de Mozambique, solo uno de los 130 barcos que pescaban atún era nacional. El Gobierno, queriendo revertir la situación, creó y se endeudó a través de EMATUM, empresa pública destinada a convertir Mozambique en una potencia exportadora.

A partir de ahí, lo ocurrido es una historia que nos resulta familiar: incapaz de hacer frente a la deuda, el Estado la reestructura y las agencias de rating degradan su nota soberana. Añadiendo más leña al fuego, se descubre que Mozambique no ha comunicado otros préstamos contraídos al FMI con fines poco claros y que su deuda es mayor de lo esperado -75% del PIB-. Pérdida de confianza de los mercados; medidas de ajuste del gasto público.

La falta de producción de un país que tiene que importar los alimentos más básicos, desde trigo hasta pescado, se ve agravada por el conflicto político-militar en el centro, que dificulta el abastecimiento de productos de norte a sur, aumentando la dependencia de las importaciones. Esta situación, junto con la desaceleración económica y una moneda depreciada, reduce el poder adquisitivo de las familias frente al exterior, haciéndolas más vulnerables.

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El cambio climático está afectando enormemente a la agricultura de Mozambique. BUSANI BAFANA/REUTERS

Para más inri, eventos climáticos como El Niño, exacerbados por el aumento de la temperatura global, se están cebando con Mozambique: inundaciones en el norte y una sequía sin precedentes en el centro y sur.

La combinación de todo lo anterior está provocando una tercera crisis, la hambruna, y el pasado abril el Gobierno lanzó la alerta roja: 1.500.000 personas se encuentran en riego de padecerla.