Feminismo para gente lenta

Feminismo para gente lenta

Desfile de sufragistas por la Quinta Avenida de Nueva York, 1917. The New York Times Photo ArchivesThe New York Times

Muchos de los errores que se producen a la hora de entender qué es o no es una cosa, sobre todo ideas y conceptos teóricos que requieren cierto detenimiento, se deben sobre todo a dos motivos: por un lado, a la soberbia del que piensa que ya lo sabe todo y, por otro, a la falta de tiempo para sentarse a pensar un poco en lo que se tiene delante. Desde mi punto de vista, uno de los mayores desatinos comprensivos de las sociedades occidentales, en las cuales hemos de suponer un mayor desarrollo de la tolerancia y una amplia apertura intelectual por parte de los individuos que las conforman, es no entender lo que significa el feminismo al margen de las manifestaciones prácticas que se hacen de él.

Uno de estos recursos del feminismo, de uso cotidiano y que se ha visto viciado por el juego de nuestros políticos y periodistas, de otros muchos colectivos también, pasa por expresarse recurriendo continuamente a un lenguaje paritario. Así, hablamos de nosotros y nosotras, de los compañeros y las compañeras, de todos y todas, etc., cuando a priori entenderíamos lo que se nos dice sin esa variación que es considerada superflua y arbitraria por muchos, por lo que esta clase de esfuerzos por hacer visible el género/sexo en el discurso terminan por condicionar negativamente, muy a nuestro pesar, y éste es sólo un ejemplo, la percepción que las personas no preocupadas por cuestiones relacionadas con el estatus de las mujeres en las sociedades actuales o en la historia tienen de lo que es el feminismo y, ante todo, de sus metas: para muchos hombres y mujeres estos gestos se viven más como un vicio de la moda política que como una acción comprometida de los miembros de una sociedad para con las mujeres de la misma.

Este ejemplo de feminismo práctico, o de feminismo en la práctica, se ha desvirtuado por el escaso nivel de responsabilidad que exhiben muchos de nuestros políticos y periodistas que, ensimismados en alcanzar rédito político o sumar lectores a sus medios, aluden a la defensa de las mujeres como si fuese algo destinado a una determinada posición ideológica y obvian, las más de las veces, que el feminismo es un propuesta integral y no partitiva, esto es, que no se puede nadie apropiar de ella, sino que tiene en esencia una vocación universal. Ahora bien, antes que explicar qué es el feminismo, como siempre se pretende hacer en los artículos orientados a públicos lectores generalistas, resulta, a mi juicio, más importante explicar claramente, en pocos rasgos, cuáles son sus tres preocupaciones fundamentales, desde las que se proyectan, por supuesto, muchas otras.

El feminismo no es un capricho de nuestro tiempo, sino la manifestación histórica de una preocupación por el papel de la mujer en la sociedad y su necesidad de empoderamiento.

Es importante constatar que el feminismo nace como una postura crítica que se enfrenta, con sus propios desacuerdos y variantes internas, a lo que entendemos o tenemos por aspectos propios del sentido común más elemental: todas las mujeres tienen que ser madres porque biológicamente están preparadas para ello; las mujeres se manejan mejor en casa que los hombres, por eso están mejor en ellas; las mujeres son inferiores a los hombres física y mentalmente; la mujer es por naturaleza sumisa y conformista, un objeto sexual, dependiente, etc.

El feminismo, que pretende hacer frente a estas extendidas creencias, tiene su eclosión moderna en el siglo XVIII, en textos como el de Mary Wollstonecraft, en su Vindicación de los derechos de la mujer, de 1792. Posteriormente, a lo largo del siglo XIX, y no sin dificultades, se fueron consolidando de forma paulatina las ideas de igualdad y derechos de las mujeres. A principios del siglo XX se conquistaron determinadas metas en distintos países, como el sufragio femenino, para dar paso, desde la década de los sesenta, a una etapa en la que el feminismo abandonó las reivindicaciones puramente legales y jurídicas para integrarse también en todos los ámbitos de la vida social y familiar.

Esta mención histórica es importante porque ha de persuadir a los más reticentes de que el feminismo no es un capricho de nuestro tiempo, sino la manifestación histórica de una preocupación por el papel de la mujer en la sociedad y su necesidad de empoderamiento. Ahora bien, ¿cuáles son las tres preocupaciones esenciales del feminismo, al margen de su gestualidad mediática, una gestualidad que resulta insuficiente porque no es explicativa?

Aunque en el feminismo se aglutinan distintas perspectivas, que varían dependiendo del país y la veta ideológica de los grupos o individuos que lo ponen en práctica, lo cierto es que todas ellas persiguen un cambio social que tiene como base la acción y, por tanto, están íntimamente ligadas al ámbito político como medio para que se hagan efectivas sus posiciones. La ruptura de la denominada diferenciación de género en las leyes y normas de todo tipo, en las que se puede hacer patente el trato distintivo en función del género/sexo a la hora de optar a determinadas oportunidades educativas y laborales, es otra de sus más claras reivindicaciones. Una última preocupación tiene dos aspectos que atañen a la autonomía física de las mujeres: por un lado, a la necesidad de acabar con la violencia de género y, por otro, a la independencia de éstas para manejar su sexualidad libremente.

Es fundamental desligar el feminismo de esa ridícula opinión en la que se le tiene por un machismo vaginal que aspira a someter vengativamente a los hombres.

Es decir, que el feminismo se vincula a la política como medio de acción con la exigencia de acabar con la diferenciación de género y para gestionar, a través de la educación y de las leyes, la autonomía y libertad sexual de las mujeres. Así, es fundamental desligar el feminismo de esa ridícula opinión en la que se le tiene por un machismo vaginal que aspira a someter vengativamente a los hombres. Para esto, pienso que es esencial trabajar por un acercamiento intelectual del feminismo a la sociedad, para que los ciudadanos no se pierdan en el puro espectáculo político y comprendan que tiene sentido mantener una óptica y una sensibilidad feminista.

Ahora bien, el gran problema al que se enfrenta el feminismo hoy es al de cómo convencer a los miembros menos implicados de la sociedad de que el hecho de incorporar una perspectiva feminista a la forma en la que vemos el mundo nos ayuda a profundizar en nuestra comprensión del mismo, sobre todo porque dentro del feminismo existe una rica pluralidad de estrategias y actitudes que pueden ayudarnos a mejorar y orientarnos hacia sociedades más libres, justas e igualitarias, pero sólo si somos capaces de compaginar bien la concienciación razonada con su práctica responsable.

*Lento/a: adj. Tardo o pausado en el movimiento o la acción.