El Monopoly

El Monopoly

Los que llevan la banca están deseando que caigamos en sus casillas llenas de hoteles. ¿Hay una manera de evitarlo? Podemos y debemos utilizar blogs, Facebook y Twitter como vías de escape.

Ante el absoluto desprestigio de las instituciones, gobiernos, economías, expertos, ante el ridículo total que nos brinda el sistema en su conjunto, el ciudadano, acorralado, intenta protegerse, defenderse como mucho, pero no ataca. No somos guerreros, no conseguimos gritar lo suficientemente alto porque no hemos sido educados para ello. No hemos vivido una guerra, que diría mi madre, no somos capaces de reaccionar ante el horror, la injusticia, el abuso impune con la suficiente contundencia, porque rechazamos de inicio utilizar los mismos mecanismos con los que el sistema ejerce su presión. Nuestras armas son la ironía y el cinismo, eficientes, incluso mortales, en manos de maestros como El Roto, por poner un ejemplo, pero eso, aún siendo mucho, no basta. Contemplamos el desmoronamiento del viejo edificio de madera podrida, y las vigas, infestadas de polillas, nos golpean en la cabeza, haciéndose añicos.

Lo comentamos, lo tuiteamos. ¿Es suficiente? Ya nada parece merecer respeto, y menos, las personas que lo exigen. Políticos, economistas, interlocutores, especialistas... se transforman, delante de nuestros ojos, en payasos burlones que se ríen de nosotros a la cara. La vida es una farsa plagada de impostores, y nosotros somos tan tontos que nos la tomamos en serio. ¿Cómo pretenden que cumplamos con nuestras obligaciones cuando los que nos obligan a hacerlo se están partiendo la caja? Veo cómo saltan los botones de sus camisas con las carcajadas. Un banco manda a la calle por desahucio a miles de familias. Ese mismo banco pierde miles de millones de euros, y ahora, esas mismas familias, con sus impuestos, tendrán que pagar la estafa. La realidad es tan histriónica, sobreactuada, imposible, grotesca, que no permite el uso de la ironía ni el sarcasmo.

Hay que buscar nuevas fórmulas. La indignación es el primer paso, sin duda, pero no el último. Bajo este revolucionario movimiento se han conseguido avances positivos. Primero, la contundencia de sus afirmaciones nos ha ayudado a recuperar el respeto. Segundo, la ausencia de líderes que monopolizen y filtren los resultados nos ha devuelto la confianza. Pese a la evidente presión de algunos medios de comunicación estrechamente relacionados con grupos de poder, la indignación se ha convertido en un fenómeno de alcance global, porque global es la necesidad de soluciones. Se precisa, sin embargo, de una estrategia alternativa. Hay que buscar un espacio en la mesa donde no se juegue al Monopoly.

Por vez primera en la historia de la humanidad (así de rimbombante) tenemos la oportunidad de tomar decisiones absolutamente globales, unitarias, a través de la herramienta más poderosa de comunicación que ha existido NUNCA. Se llama internet y la conocéis bien. La gente vive, se conoce, trabaja y se comunica instantáneamente a través de las redes sociales. ¿Para qué sirve un intermediario cuando ya no es necesario que medie? ¿Por qué voy a rendir cuentas a alguien que no sabe llevar las cuentas? Los que llevan la banca están deseando que caigamos en sus casillas llenas de hoteles. ¿Hay una manera de evitarlo?

Podemos y debemos utilizar blogs, Facebook y Twitter como vías de escape, como otro juego de mesa con el que aliviar la angustia de perder en el Monopoly. Pero al mismo tiempo, deberíamos encontrar la manera de establecer un nuevo juego, y que las reglas se escriban electrónicamente.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en filosofía por Deusto con la calificación de "Aprobado", se dedica a impartir clases de Hermenéutica en las universidades de Tübingen y Cornell, sin pasar de la puerta, ante el estupor de los viandantes. Decide dedicarse entonces al mundo del espectáculo, dirigiendo películas como El día de la Bestia o La Comunidad. Ex-Presidente de la academia de cine, Ex-Céntrico, y Ex-Abrupto, persiste en su intención de rodar más películas. Últimamente navega por internet buscando un puerto donde guarecerse de la tormenta que se avecina.