María Teresa León, la estela del cometa

María Teresa León, la estela del cometa

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En el libro Las Sinsombrero, Tania Balló escribe que "la historia en esa España de la Transición, dispuesta a volver a empezar, solo se reescribió en masculino; no se tuvieron en cuenta las figuras femeninas que también vivieron durante años en el oscurantismo del exilio: ellas también volvieron a casa, pero parece que la Historia no las esperaba. Sin ellas la historia no está completa".

Estas mujeres son incorporadas a la generación del 27 de la que formaron parte: Mª Teresa León, Maruja Mallo, Concha Méndez, Josefina de la Torre, Rosa Chacel y un largo etcétera, son las mujeres de esa extraordinaria generación artística. Aunque la escritora Laura Freixas prefiera llamarlas "las de la generación del 26", por dos razones: una, porque ese año se funda, por María de Maeztu, el Lyceum Club, la asociación de mujeres ilustradas más importante de España, y dos, porque la generación del 27 tuvo ese nombre porque ese año se celebró en Sevilla un homenaje a Góngora en el que participaron todos los que luego se reconocerían como integrantes de esa generación, y en aquel acto no participó ninguna mujer.

Saber de todas y cada una de ellas es un ejercicio apasionante de recuperación de nuestra memoria histórica, la más olvidada, como todo lo que afecta a las mujeres. Mª Teresa León quizás escapa algo a la regla del desconocimiento generalizado y sea más conocida, pero ay, siempre que se la cita o se lee algo de ella, lo primero que se destaca es su condición de "esposa de Rafael Alberti" y, si acaso, se conoce algo su extraordinaria biografía "Memoria de la melancolía" (1970), que es fascinante desde el propio título.

Ser mujer de Rafael Alberti es lógico que marque mucho, como le pasó, por ejemplo, a Zenobia Camprubí con Juan Ramón Jiménez o a la propia María Goyri, con Ramón Menéndez Pidal, tía de Mª Teresa y una de las primeras mujeres que se doctoró en Filosofía y Letras (1909). El papel subordinado de las mujeres es parte de la condición que nos impusieron.

De la generación de mujeres "que brillaron con luz propia en el panorama cultural español de los años veinte y treinta del siglo XX, y en buena parte de los años del exilio, destaca, -por su singularidad-, la figura de Mª Teresa León, autora de una de las prosas más hermosas y cuidadas de su generación (con Zambrano y Chacel forma el grupo más interesante de literatas de esos años). Su unión sentimental al poeta Rafael Alberti tal vez dejó en un segundo plano, -y probablemente lo quiso la propia María Teresa-, su personalidad y su importancia como escritora", según el escritor Gregorio Torres Nebrera. También José Luis Ferris en "Palabras contra el olvido. Vida y obra de Mª Teresa León (1903-1988)" participa de la idea de la voluntariedad en su subordinación al poeta.

Ella fue más que "la estela del cometa", por eso hay que recuperarla, porque necesitamos conocer a cuántas como ella hicieron posible un mundo propio para las mujeres.

Ella misma se denominó "la estela del cometa". "A pesar de que empezaron caminando juntos. Como dos bellos cometas de similares trayectorias, eligió ser sombra voluntaria al final de su vida, hasta olvidar quien era, vaciada en una amnesia que la llevó olvidar lo vivido y lo soñado, lo que ganó y lo que perdió", escribe Inmaculada de la Fuente.

Tiene una obra literaria extensa y diversa: libros de cuentos, novelas, biografías noveladas, teatro, guiones radiofónicos y hasta de cine, funda revistas y una vida propia intensa; se casa muy joven, diecisiete años, tiene dos hijos que pierde, porque se separa de un marido y una vida que no soportaba; se pone el mundo por montera y se hace militante comunista, trabaja en la Junta de Ampliación de Estudios, viaja incansablemente, conoce a las personalidades más importantes de la época, es secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas, subdirectora del Consejo Central de Teatro y participa en la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, que se encargaría del traslado de los fondos artísticos del Museo del Prado y de El Escorial, participa en Congresos de Escritores Revolucionarios; pierde la guerra y se exilia viviendo, sobre todo, en Buenos Aires, donde nace la única hija que tiene con Alberti, Aitana, y en Roma, durante casi 40 años. Regresa a España en 1977 sin memoria y con su vida rota.

Vuelve con Alberti al que si conocí, porque fue candidato del PCE por Cádiz en las elecciones del 77, y yo candidata al Senado por Sevilla. Estuve muchas veces con él, en aquellos primeros años de su regreso. Me escribió algún que otro verso: "Murieron todo los males/ ¡Ya es del Comité Central la bella Amparo Rubiales!/la Giralda se engalana/ y por Amparo Rubiales se baila unas sevillanas" (22 de abril del 78), y algunos más. Estuve con él una madrugá sevillana, en un mitin en La Algaba (Sevilla), que fue "un paseo triunfal" por sus calles, en la plaza de toros del Puerto de Santa María y llegue a estar en su 90 cumpleaños. También le vi, con Carmen Alborch, Ministra de Cultura, en el Hospital de El Puerto, cuando estaba ya muy enfermo. Nunca hablamos de Mª Teresa más que de pasada; estaba ingresada en una residencia en Madrid, con la memoria perdida, ella a la que tanto preocupaba envejecer.

Un final injusto, para una vida tan intensa en la que supo combinar su condición de esposa y madre, y una vida propia, aunque "no supo tomar partido por ella misma", en expresión de Octavio Salazar. Si conocí a su compañera Beatriz Amposta, en los primeros años del regreso a España, y a su segunda mujer, Asunción Mateo, pero me perdí a Mª Teresa y es lo que más siento.

Alberti tuvo el reconocimiento y fama que se merecía, ella fue más que "la estela del cometa", por eso hay que recuperarla, porque necesitamos conocer a cuántas como ella hicieron posible un mundo propio para las mujeres.

Este post se publicó originalmente en el Diario de Sevilla.

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