Cosas de cabras

Cosas de cabras

Cuando las cabras andan por los riscos, a veces suceden cosas indeseadas. Hay playas en Lefkada de un azul apabullante, de cantos pulidos, redondos y blancos en la orilla, donde se puede correr un peligro inimaginable. Si no eres precavido, el traspiés de una presurosa cabra, saltando de mata en mata, puede acabar con tu vida.

  5c8b0c1a22000033001a2992

Fotografía: Cabras, MAYTE PIERA.

Que todo vuelva a ser como al comienzo,

en los dedos, en los ojos, en los labios,

y dejar la vieja enfermedad

como la camisa que dejan las serpientes

amarillas entre los verdes tréboles.

Yorgos Seféris

Cuando las cabras andan por los riscos, a veces suceden cosas indeseadas. Hay playas en Lefkada de un azul apabullante, de cantos pulidos, redondos y blancos en la orilla, donde se puede correr un peligro inimaginable. El traspiés de una presurosa cabra, saltando de mata en mata, desprende un piedra que resbala dando tumbos por las paredes.

Con el impulso que va tomando en su caída, acelera, se precipita con fuerza, y choca con los acantilados, desgajando esquirlas y rocas que se suman al tumulto, colisionan a su vez, y desatan la debacle de piedras estrelladas contra piedras de la playa, que saltan y se sumergen en el azul apabullante del que hablaba.

Como el sordo descorchar de una botella espumosa, a un "clinc" le siguen un "pam" y un "potoplom" de trozos de montaña que se vienen abajo en un alud. Arriba, sólo el sonar del badajo del rebaño inocente, balando como si el mundo inferior no se desplomara bajo sus pies. Si no eres precavido, una sola cabra puede acabar con tu vida.

Miraba yo las piedras caer. Pensaba en cómo se magnifican las cosas; de una simple piedra, a un exponencial estruendo. Y como unos pensamientos llevan a otros sin aparente conexión, acabé meditando sobre cómo ha cambiado esta isla desde que la conocí hace ya muchos años.

La tranquila belleza de este paisaje pasó mucho tiempo desapercibida a los turistas. De hecho, Lawrence Durrell escribió de ella que era una isla carente de interés frente a la hermosa Corfú. Un poco presuntuoso, pienso, o quizás falto de tiempo para recorrerla, o pluma rápida; nadie que la conozca puede hacer una afirmación tan superficial e inexacta.

Esta isla fue realmente descubierta por los navegantes que pasaban por aquí en su viaje a las islas griegas, sin percibir que esto ya era una isla y ya era Grecia, y al recalar en alguna bahía, en su derrota, se quedaban boquiabiertos ante el paraíso terrenal. Tantas millas para confesar que el famoso poema de Kavafis tenía más verdad en un verso que cientos de derroteros aprendidos de memoria. Yo, después de tantos años y pese a mis creencias, a veces sospecho que en estas islas existe la mano de un "diseño inteligente" y que realmente son un Disney-archipielago para navegar en familia.

De estos principios hippies, al gran público, la rusa millonaria que se compró Skorpios, los enormes yates o los fotones de Instagram disparados desde ferries y cruceros, enfocando siempre la misma ermita, han pasado unas décadas. Pero Grecia se apiada de nosotros y hace que las cosas vayan lentas; las buenas, pero también las malas. Y si el ser humano tiene una extraña obsesión de ver levantarse una casa allí donde le sorprendió la belleza de una tierra inmaculada, yo veía que la isla se resistía a que le aparecieran construcciones como el moho de un pan bueno. Pero la piedra primero cae...luego, libera otras piedras. En los últimos tiempos, las viviendas han tomado carrerilla y avanzan como ejércitos insensibles entre la maleza y los bosques.

El otro día me comentaba una amiga de Ítaca que el clamor popular ha conseguido parar la construcción de una urbanización de estilo "micénico". ¿Hasta dónde aguantarán? No lo sé. Hay que aclarar que para construir una casa de 100 metros cuadrados aquí, hace falta excavar la montaña, siempre en pendiente, hacer un camino, siempre en zig-zag, y explanar medio monte para asentar los cimientos potentes de estas construcciones, reglamentadas por una normativa antisísmica muy escrupulosa. Es decir para hacer una villa que se habita, a lo sumo, dos meses en verano, hay que destrozar medio bosque. La calva que dejan en el monte de este paisaje tan verde se ve a distancia y perdura con los años, a pesar de que la vegetación indómita se empecine en lo contrario.

La crisis actual creo que ha dado un empujón a la cabra. Los griegos, incluso los humildes, suelen poseer numerosos terrenos heredados de generación en generación. Cómo no se tributaba por ellos, los mantenían sin problema y, gracias a ello, encontrabas esas islas virginales, sin edificaciones, repletas de rebaños autónomos que pastaban a su antojo. Al aplicarles de golpe un impuesto sobre la propiedad, muchos no pueden pagarlo y acaban vendiendo. La mayoría de los compradores son extranjeros. Poco a poco, como hacen las hormiguitas, se va cimentando el hormiguero.

La explosión del turismo náutico en la zona ha sido exponencial. Es una de las provincias periféricas en Grecia que más ingresos perciben durante el año y que hasta se ha permitido hacerle préstamos al Gobierno central, en bancarrota. No solamente son los propietarios de barcos de toda Europa los que vienen a conocer el archipiélago y a gastar su dinero en tabernas, mecánicos, veleros, varaderos y supermercados, sino miles de barcos de alquiler que todas las semanas aparecen como un estallido de velas blancas corriendo en pos de calas ignotas. No conozco a mucha gente que esté en paro en la isla.

Todo tiene que tener un límite, a partir del cual la naturaleza dice que ya no puede más, pero cuando alguien me pregunta si prefiero barcos o casas, la respuesta es evidente: los barcos, en invierno, se retiran y dejan al agua renovarse; las casas permanecen para siempre, mostrando la vergüenza de nuestra soberbia, vivir unos días ahí donde no llega nadie. Y les muestro el ejemplo español, pan para hoy, hambre para mañana. Y bocadillo para las grandes constructoras.

Así que, tras la publicación emocionante de que en el cometa 67P la nave Roseta ha identificado compuestos orgánicos capaces de sintetizar moléculas primordiales fundamentales para la vida, como los aminoácidos, fantaseo sobre la posibilidad de recrear una evolución parecida a la nuestra. Pero enseguida me invade la desazón de imaginar, con el tiempo, a un cometa dando vueltas al universo transportando un Marina D'or llena de turistas en su superficie.

Este post fue publicado originalmente en el blog de la autora .