El ministro que se reía de los recortes

El ministro que se reía de los recortes

Montoro ha vuelto a reírse cuando hablábamos del paro y de los recortes de la Sanidad, Educación, dependencia, etcétera, lo que es un insulto a todos los ciudadanos y, especialmente, a aquellos que volverán a sufrir las peores consecuencias de los ajustes que seguirá aplicado el Gobierno en el próximo ejercicio presupuestario.

Las comparecencias públicas del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, incluso cuando lo hace en sede parlamentaria, suelen tener más repercusión por sus salidas de tono y sus desafortunados comentarios que por las políticas que anuncia. Su desprecio hacia el resto de las fuerzas políticas, especialmente hacia quienes discrepamos con él, es constante, pero su arrogancia y su sarcasmo ha ido más allá de lo permisible durante los dos días que ha durado en el Congreso el debate de los Presupuestos Generales del Estado de 2014.

Montoro ha vuelto a reírse cuando hablábamos del paro y de los recortes de la Sanidad, Educación, dependencia, etcétera, lo que es un insulto a todos los ciudadanos y, especialmente, a aquellos que volverán a sufrir las peores consecuencias de los ajustes que seguirá aplicado el Gobierno en el próximo ejercicio presupuestario.

¡Qué diferencia con los ministros de otros países! Todos recordamos a la ministra italiana, pero también hemos visto cómo impera siempre en otros países la solemnidad y la seriedad en la presentación de fuertes ajustes en las cuentas públicas. En cambio, en nuestro país, Montoro volvió a recurrir a su altanería para responder con comentarios chistosos a los portavoces parlamentarios, a los que nos quiso impartir desafortunadas lecciones de contabilidad presupuestaria.

La soberbia con la que el PP gestiona su mayoría absoluta ha terminado por convertir las Cortes Generales en un escenario por el que transitan holgadamente los ministros del Gobierno sin la más mínima intención de diálogo con el resto de los grupos parlamentarios y, lo que es peor, creyéndose dueños de la verdad absoluta. Ni una concesión al resto de los grupos, ni un solo reconocimiento de los errores cometidos y responsabilidad cero a la hora de asumir los fallos en su gestión. La culpa es siempre de los otros.

La máxima del Gobierno del presidente Rajoy es que su actuación es responsable y su objetivo es favorecer el crecimiento económico y el empleo, mientras que la visión del resto de los partidos es, a su juicio, un ejercicio de irresponsabilidad y de falta de compromiso con el presente y el futuro de nuestro país.

La imagen más gráfica es que el PP volvió a quedarse prácticamente solo en la defensa de los Presupuestos, con el único apoyo de un diputado de UPN (su socio en Navarra). Una soledad parlamentaria que se repite cada semana y que, al contrario de lo que cabría esperar, no sirve de lección para un partido que ha decidido seguir adelante en solitario con su política pese a las graves consecuencias que tienen las mismas para los sectores más desfavorecidos y, sobre todo, para las futuras generaciones, que sufrirán en los próximos años los efectos de una política cuya única urgencia es el pago de los intereses de la deuda.

Los Presupuestos Generales del Estado siguen su trámite en el Congreso y el Senado con la convicción por parte del resto de las fuerzas políticas de que no hay nada que hacer. Habrá modificaciones, pero insustanciales. Los diputados y senadores del PP votarán a favor, pese a que ni siquiera ellos fueron consultados por el Gobierno para su elaboración y que los mismos van en contra de las políticas que se comprometieron a llevar a cabo en cada uno de sus territorios. Poco o nada cabe esperar tras ser testigos del espectáculo protagonizado por Montoro en su caricaturesca respuesta a quienes le recordamos sus compromisos incumplidos y las nefastas consecuencias de su política económica.