Nunca te fíes de un economista que no dude

Nunca te fíes de un economista que no dude

La propuesta que hacemos en este libro es la siguiente: no nos pregunten en qué acciones deben invertir, porque lo único que sabemos ¡es que no somos mejores que ustedes averiguándolo! En nuestro caso, la duda es la herramienta de investigación científica. Les explicaremos que la economía es la ciencia de la incertidumbre, y el método de "prueba-error" es la palanca del progreso humano.

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Tarde o temprano, todo economista habrá de enfrentarse en su vida a la inevitable pregunta por parte de un amigo o familiar: "¿Qué acciones debo comprar?". Algunos célebres economistas han buscado recursos ingeniosos para librarse de la dichosa pregunta: Gregory Mankiw escribió una columna en el New York Times titulada ¿Qué acciones debo comprar? Mamá, por favor, ¡no me preguntes!; Xavier Sala-i-Martín le suele gustar responder a preguntas de este tipo lo siguiente: "Invierta en Bodegas XYZ. Si le va bien, se forrará; si lo pierde todo, al menos tendrá vino para una buena fiesta". Estas respuestas ingeniosas solo reconocen un hecho paradójico para los ajenos a la disciplina: que un economista no sabe invertir mejor que un ciudadano medio. ¿Para qué entonces estudiar Economía si no aprenderemos a invertir mejor que el resto de personas?

La respuesta a esta pregunta suele sorprender de nuevo al no iniciado, cuando no predisponerlo en contra de lo que defendemos: la economía es un conjunto de herramientas para pensar acerca del mundo y la sociedad. Y dichas reglas pueden aplicarse tanto a asuntos estrictamente monetarios como al más banal de los problemas cotidianos de las personas, como una dieta, el dejar de fumar... ¡o incluso una cita romántica! Este tipo de consejos suelen ser recibidos con estupefacción cuando son escuchados de viva voz, siendo más fácil articularlos correctamente por escrito.

Los tres editores que coordinan este libro nos conocimos durante los últimos años de los estudios de economía en la Universidad de Oviedo, y coincidimos también como ayudantes de investigación en su Departamento de Economía. Y, aunque ninguno acabó finalmente dedicándose a la vida académica, los tres desarrollamos una gran pasión por la estadística, el trabajo empírico y, en general, la forma de pensar desde la economía. El destino quiso que uno se dedicara a la Empresa, otro a las Finanzas y el tercero al Análisis Económico, pero la cuestión es que, años más tarde, Javier desde Asturias, Andrés desde Madrid y Abel desde Valencia seguíamos debatiendo casi a diario las noticias diarias de economía, alarmados por la falta de rigor de muchos medios tradicionales.

Después de un año de detalladas discusiones por correo, surgió la idea natural: ¿por qué no hacemos públicas dichas discusiones y animamos a nuestros compañeros y contactos a sumarse a las mismas? Y así nació Sintetia.com, cuya mayor cualidad ha sido la constancia y lo prolífico de nuestros análisis: el esfuerzo continuo es la única explicación para que tres economistas no académicos jóvenes y desconocidos hayan tenido una cierta voz en la discusión de diversos asuntos de la economía, la política y la empresa en España.

Encontramos facilidad para coordinarnos, y además, el tiempo nos acompañó para que la capacidad de impulsar nuevos proyectos de Javier coincidiera con una renovada pasión por investigar de Abel y una vocación de perpetuar la época de analista de mercados de Andrés. Tras tres años escribiendo nos dimos cuenta de que el portal Sintetia.com tenía un aspecto diferencial: no nos interesaba adoctrinar, sino educar y debatir. Explicar los hechos y la evidencia disponible de la forma más neutral, y que la opinión la pusiera el lector. Por eso una de las únicas condiciones que nos marcamos en el origen del proyecto fue no caer en la tentación de discutir sobre situaciones que a todas luces usaban la economía incorrectamente, pero de forma deliberada -y por ello casi nunca hemos criticado las incorrecciones o falsedades que a menudo proclaman nuestros representantes políticos-.

No es menos cierto que en ocasiones sí caímos en la tentación de debatir asuntos bastantes cercanos a los valores y preferencias individuales. Nos vimos debatiendo sobre Cataluña con el mismísimo Xavier Sala-i-Martín, a pesar de que el fin de nuestro argumento era que "esto no es un debate económico, es político". De modo similar hemos tenido que hablar del caso Bárcenas, de rescates bancarios y del programa económico del nuevo partido Podemos.

Sin embargo, lo que más nos ha enorgullecido ha sido el construir debates sobre la economía menos usual. Quizás el mejor ejemplo sea una comida en un restaurante de Madrid, donde, tras un pantagruélico homenaje a base de hamburguesas, uno de nosotros nos sorprende pidiendo sacarina con su café ¡y encima justificándolo en base al efecto renta y sustitución! Sin nada que objetar, comenzamos a entender cuál era nuestro fuerte: explicar la vida a través de los ojos de un economista. En ese momento nos dimos cuenta de que hemos hablado de felicidad, inteligencia colectiva, complejidad, árboles de decisión, escoger tu pareja ideal, cómo hacer tu currículum o mejorar tus charlas en público gracias a herramientas que usamos en Economía.

¡Así es! El psicólogo Daniel Kahneman nos ha ayudado a entender que los humanos sumamos a corto plazo pero promediamos a largo, pues tenemos dos sistemas para pensar y procesar nuestras vivencias, uno rápido o intuitivo, y otro lento o consciente. Hay evidencia de que el primero sabe estimar una media, pero no sumar. Piense ahora cuando explica su historial de méritos a un encargado de recursos humanos en una entrevista de media hora escasa. Con poco tiempo, tenemos que pensar rápido, y además, queremos que se acuerden de nosotros a largo plazo. Por eso, ¡no llenemos nuestro currículum de líneas innecesarias de méritos! Seamos inteligentes, y mantengamos nuestra media alta. Llamemos la atención con la calidad media porque ¡no todo suma igual!

Esta es la propuesta que hacemos en el libro: no nos pregunten en qué acciones deben invertir, porque lo único que sabemos ¡es que no somos mejores que ustedes averiguándolo! Esta humildad que nos caracteriza y separa de cualquier ideología no debe tomarse como algo colateral. Es la herramienta central que se va desmenuzando en sus doce capítulos: la duda como herramienta de investigación científica. Explicaremos que la economía es la ciencia de la incertidumbre, y el método de "prueba-error" es la palanca del progreso humano.

Esto siempre ha sido así, y la historia del progreso como sociedad ha sido la historia de un remix continuo. James Watt crea el motor de vapor intentando reparar el motor de Thomas Newcomen. Christopher Latham Sholes diseña la primera máquina de escribir moderna en un piano, la cual evoluciona durante 5 años hasta el modelo QWERTY actual. Thomas Edison no inventó la bombilla de luz: lo que realmente consiguió fue la primera bombilla comercialmente viable.

Los descubrimientos más grandes de la historia vienen de usar la combinación de materiales existentes: Gutenberg populariza la imprenta en 1440, pero todos los componentes de la misma tenían cientos de años -la dinastía Song, en China, llevaba medio siglo utilizando imprentas de tipos móviles-. Henry Ford inventó el primer modelo de coche estandarizado, el Modelo T. Para ello combinó las cadenas de montajes (ya existentes) con componentes de coches ya creados. La propia World Wide Web es una transformación y combinación de sistemas de protocolos ya existentes.

Y, cómo no, el célebre caso de Xerox, en el que Apple se basa completamente en sus sistemas para crear su primer ordenador personal. ¿Dónde innovó Apple y qué hace que se posicionen cómo los líderes del mercado? Apple innovó en la creación de una versión tremendamente más eficiente en costes, haciendo el ordenador personal algo comercialmente viable. El ejemplo que mejor recoge este espíritu innovador es la reducción de costes de producción del ratón, desde su desorbitado coste inicial hasta los 10 dólares, logrando al combinar la idea original con el mecanismo de los desodorantes de bola.

Esperamos que el libro te ayude a cultivar la duda en su forma de analizar nuestra realidad. Quizás su reacción cuando lea el título es que no solo los economistas tienen que dudar para ser fiables, sino cualquier persona o gran profesional. La duda es el combustible para seguir investigando, es el incentivo para pensar y mejorar en ese acercamiento hacia la verdad (siempre tozuda y cargada de aristas). Y la tarea de un economista no solo está en comprender y explicar qué es la deuda, el déficit o cómo funcionan los impuestos. Aspiramos a que como lector tomes prestadas algunas de las herramientas de los economistas a la hora de pensar en tu día a día: te resultará a la vez útil y divertido. ¡Prometido!

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