Hambre en el mundo o despilfarro de la sociedad

Hambre en el mundo o despilfarro de la sociedad

Reducir el despilfarro es una forma más de contribuir a que el hambre y las enfermedades derivadas de él desaparezcan del planeta. Tod@s los que contribuimos a esa ecuación tenemos un deber común: ser más exigentes, o más inteligentemente exigentes con la forma de alimentarnos.

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Un anciano en Nueva Delhi. Foto: AM.

El hambre en el mundo con frecuencia despierta sentimientos de culpa por el derroche occidental. Cinco niños mueren cada minuto por desnutrición crónica alrededor del mundo. En África las cifras de desnutrición infantil son elevadas. De cada 5 niños en este continente, 2 tienen un mal desarrollo. Y es que el hambre y la desnutrición son considerados a nivel mundial el principal riesgo a la salud, más que el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntas.

El mundo produce actualmente alimentos suficientes para todos sus habitantes, aunque muchas personas no tienen acceso a ellos, pero la cruda realidad es que es necesario producir más comida con menos recursos, al tiempo que se eliminan las prácticas y políticas de despilfarro, y la escasez de tierra, agua y energía.

Entre las principales causas del hambre están los desastres naturales, los conflictos, la pobreza, la falta de infraestructura agrícola y la sobreexplotación del medioambiente. Recientemente, el número de personas con hambre ha aumentado debido a las crisis financieras y económicas. Basta con dar una vuelta por España sin miedo a observar las calles nocturnas, o no tanto.

Un dato escalofriante es que las personas que pasan más hambre y están más expuestas a la inseguridad alimentaría están a menudo directamente involucradas en la producción de alimentos. Cultivan pequeñas parcelas. Crían animales, pescan y son nómadas.

¿Verdaderamente el mundo tiene un problema alimentario? El problema no es la falta de alimentos, sino todo lo contrario: El despilfarro.

En una industria global de la alimentación, el campo (el sistema agrícola mundial), está relacionado. Y el campo se acaba, es ilimitado.

Los países ricos desechan alimentos por inercia propia, mientras que los más pobres tienen carencias de infraestructuras o decadencia en su economía, como en el caso de España.

Un ejemplo:

Las grandes superficies de abastos (supermercados), prefieren que los clientes compren grandes toneladas de alimentos para dar entrada a un número mayor de alimentos. Esto lleva a desechar comida por dos caminos: los que tiramos los consumidores por su caducidad, sin llegar a mirar la etiqueta a la hora de adquirirlos; los que tiran los supermercados por su reposición de caducidad o deterioro visual. Y este último caso produce que cada día haya más "rebuscadores" de comida en las calles dando una imagen real de un sistema de vida decadente e injusto.

Cierto desperdicio es inevitable, así que la cuestión es cómo utilizarlo mejor. Dicho de una manera más cruel: Gran cantidad de comida se despilfarra innecesariamente por la negligencia de los fabricantes, vendedores, consumidores "pudientes" y el desconocimiento público de cómo funciona la cadena de provisión de alimentos.

Reducir el despilfarro es una forma más de contribuir a que el hambre y las enfermedades derivadas de él desaparezcan del planeta. Tod@s los que contribuimos a esa ecuación tenemos un reto, una meta, un objetivo. Tenemos un deber común: ser más exigentes, o más inteligentemente exigentes con la forma de alimentarnos.