El Valls de Hollande continúa

El Valls de Hollande continúa

François Hollande llegó a la presidencia de la República francesa con el crédito agotado. Aquellos que financian los préstamos nacionales, junto con todo el conglomerado industrial y mediático que los rodea, habían decidido ya que los socialistas no podrían permitirse cumplir con su programa

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François Hollande llegó a la presidencia de la República francesa con el crédito agotado. Aquellos que financian los préstamos nacionales, junto con todo el conglomerado industrial y mediático que los rodea, habían decidido ya que los socialistas no podrían permitirse cumplir con el programa con el que habían vencido en las elecciones de 2012.

La incapacidad para reformar la economía por la izquierda, el aumento del paro y la pérdida de votantes llevaron al equipo de Hollande a buscar por la derecha la ventaja perdida. Con ello, y lejos de dimitir y convocar elecciones, el Gobierno francés se convertía en el enésimo Ejecutivo que seguía a pies juntillas las máximas de las élites del poder: lo principal es permanecer en el Gobierno, adaptando los recursos disponibles a las corrientes imperantes.

Para este cambio, el presidente designó a su ministro de Interior, Manuel Valls, que declaró ante la prensa que la izquierda, para seguir siéndolo, debía participar del mismo lenguaje y lógica que los de la tendencia ideológica dominante.

Con estas ideas como punto de partida, Valls promovió a Emmanuel Macron al cargo de ministro de Economía, como señal clara de que el Gobierno socialista pugnaba por adaptarse a toda costa a las circunstancias. Macron, licenciado de la elitista ENA -como la mayoría de sus compañeros-, había trabajado, y no de cajero precisamente, para la banca Rothschild, y tenía claro que los impuestos altos, la redistribución y la gestión estatal de la economía los aproximarían a "una Cuba sin sol", como había declarado en 2012, al principio del mandato de Hollande.

La derrota ideológica -el hecho de haber asumido finalmente las ideas dominantes- ha traído consigo un desplome electoral: el Gobierno está siendo castigado por no cumplir con un programa socialdemócrata. La crisis del centro derecha -con numerosos casos de corrupción- promueve a Marine Le Pen como la verdadera alternativa. Paradójicamente, el Frente Nacional es la única línea de oposición a las políticas de la Troika (con Alemania como el gran enemigo). El fascismo vuelve a erigirse como frente defensor y protector de los derechos de los trabajadores nacionales frente al colapso de los partidos burgueses. Da miedo que, como afirmaba Mark Twain, la Historia no se repita, pero rime mucho a veces...