Borrasca marítima con Marruecos, lo habitual

Borrasca marítima con Marruecos, lo habitual

EFE

De vez en cuando, las relaciones entre España y Marruecos se ven sacudidas por una repentina, pero no imprevista, ciclogénesis explosiva, esos fenómenos meteorológicos adversos, cómo no iban a serlo, que desatan fugaces pero fuertes aguaceros con acompañamiento de rayos y truenos. Estos conflictos aparecen de vez en cuando, y siempre como derivados de alguna controversia.

Cualquiera vale para la diplomacia marroquí, experimentada en apretar el tornillo adecuado para obtener una compensación o una mejoría en la negociación; y si encima el contencioso con España puede servir para distraer la atención de problemas internos, no hay nada mejor que tener un buen enemigo exterior, con el que se sabe que las cosas no pasarán a mayores. Y si por una vez no fuera esta exactamente una de las causas, la sensibilidad canaria ante cualquier movimiento del vecino suscita, de inmediato, una especial sensación de desconfianza o inseguridad. Como le decía un periodista a uno de los cónsules "con quien seguro que no tenemos conflictos es con Chechenia, Bielorrusia o Uganda..., nos quedan muy lejos. Con Marruecos tenemos la vecindad, nos queda muy cerca. Por lo tanto, hay líos".

Es probable que la reivindicación marroquí de ampliar su zona económica de uso exclusivo a partir de las costas del Sahara Occidental y ajustar la línea para delimitar el límite con el Archipiélago sea un movimiento que obedezca en esta ocasión a un encadenamiento de circunstancias, o a varias coincidencias temporales: el punto muerto en el que está la cuestión de la autodeterminación de la antigua colonia española -y a su vez la aparente sintonía 'a mejor' con el nuevo secretario general de la ONU, el portugués Antonio Gutteres, que relevó al coreano Ban-ki-Mon- haya aconsejado al rey Mohamed VI -que el próximo 31 de julio celebra el decimoctavo aniversario de su entronización- dar un paso hacia adelante para calibrar hasta dónde llega el cambio de estrategia de las Naciones Unidas, si es que lo hay.

El freno a la alternativa de una solución autonómica tanto para el Sahara Occidental como para otras zonas del reino, que parece evidente por la falta de movimiento al respecto, puede obedecer a una reconsideración sobre los posibles efectos de un contagio catalán sobre un proceso autonómico en Marruecos. La milagrosa solución española fue acogida con gran interés ya por Hassan II, que incluso aprovechó una visita oficial del presidente socialista canario Jerónimo Saavedra, en la Semana Santa de 1986, para pedirle información sobre el Estado de las autonomías' Como consecuencia de ese interés, Saavedra le envió un texto traducido al francés del Estatuto de Autonomía de Canarias.

"El rey mostró un gran interés", recuerda Saavedra. "Gran parte de nuestra conversación, a solas, solo con la presencia del embajador Bassols, porque en esa parte ya no estaban ni el ministro marroquí ni su hijo menor, el actual rey, trató sobre el modelo autonómico". Por otra parte, y en especial mientras una comisión real perfilaba la nueva Constitución, ya promulgada, fueron varios los representantes marroquíes que visitaban las Islas y se interesaban por diversos aspectos de la autonomía, en especial por las derivas nacionalistas y los problemas suscitados principalmente en País Vasco y Cataluña.

El paso dado al plantear ahora la extensión de su ZEE hacia el extremo sur del Sahara Occidental plantea dos conflictos en paralelo: uno, con el propio Polisario y la RASD, que a su vez puede incidir en las ya difíciles, conflictivas, relaciones con Argelia, tutora de los campamentos de Tinduf y avalista internacional de los independentistas saharauis. Además, recientemente, el pasado 10 de diciembre el Tribunal Europeo de Justicia tomó la decisión de anular un acuerdo agrícola con Marruecos por incluir en sus términos al Sahara Occidental, territorio cuya soberanía está en disputa. A pesar del recurso del Consejo Europeo contra su propio Tribunal, Rabat expresó' una 'gran decepción' y declaró, transitoriamente, "la suspensión de todo contacto con las instituciones europeas".

El temor en las Islas es que la extensión de las aguas marroquíes pase en medio de Gran Canaria y Tenerife, donde hay un espacio fuera del mar territorial de 12 millas.

No obstante, Marruecos no puede prescindir de su condición de socio privilegiado de la Unión Europea por el alto volumen de sus exportaciones y por la manga ancha de la que disfruta. Una ruptura de relaciones, e incluso un conflicto serio, es poco probable, si bien su intensidad, siempre en el margen moderado, y su duración, dependerán del conjunto de factores y de la opinión pública interna. En realidad, el rey, y su gobierno, temen el resultado de un recurso similar contra los acuerdos en materia de pesca, lo que podría complicar su estrategia de dominio del territorio en su totalidad: terrestre, marítima y aérea.

El efecto cortina de humo, aunque al humo siempre se lo lleve el viento, también es una clave a considerar en un conjunto por fuerza difuso: la tensión que vive Marruecos en el Rif, las medidas excepcionales aplicadas en el siempre conflictivo territorio norteño, además de sembrar dudas sobre la "aventura autonómica", como me la definieron algunos importantes políticos marroquíes, ha podido estar detrás de este nuevo movimiento en el interminable ajedrez entre vecinos. Como decía Hassan II en un libro-entrevista, recordando la famosa cita del canciller Bismark, "la geografía es el único factor inmutable de la historia". Marruecos y España siempre estarán donde están, y más vale que sea así por el bien de todos.

Tampoco es una casualidad que a la "consolidación de nuestro derecho en el Sahara", como han expresado portavoces del gobierno de Mohamed VI, se le sume la aparición de yacimientos de minerales, entre ellos el famoso telurio, imprescindible para la actual electrónica de la era digital y el desarrollo de teléfonos inteligentes y el resto de los aparatos de futuro, y posiblemente petróleo en una amplia zona al sur de Canarias.

El diputado socialista José Segura, uno de los mayores expertos españoles en estas cuestiones relativas al mar territorial, la zona económica de uso exclusivo, las leyes marítimas, convenios internacionales del mar y transporte, reconoce que "los gobiernos españoles han demostrado una peligrosa pasividad en la definición de sus fronteras marítimas". Problemas hay con Argelia, Inglaterra, Francia, Marruecos, Mauritania...

No obstante, y en relación con Marruecos y probablemente con Mauritania, España dio un paso de enorme interés político con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero cuando se 'posesionó' de la zona SAR (Zona de Salvamento y Rescate) que los organismos internacionales le asignaron al sur de Canarias y en la que se desarrolló en 2007-2008 y siguientes la 'Operación Noble Centinela' a cargo del Ejército del Aire y la Armada española. Esa enorme operación de rescate marítimo y control de la seguridad naval y protección de vidas en cayucos procedentes de Mauritania, Senegal y Golfo de Guinea, abarcó en semicírculo una 'lámina de mar' superior a la superficie de España.

La ocupación de la zona SAR –España tiene asignadas otras en Finisterre y el Mediterráneo- es un dato de importancia, así como la investigación geológica del fondo marino, para el momento de la división del espacio marítimo en el que podrían confrontarse los intereses españoles, desde el Archipiélago canario, y las reclamaciones de Rabat a partir de sus 'provincias del sur'.

El tema adquiere mayor complejidad si se tiene en cuenta que ni el Polisario/RASD ni la propia ONU, que mantiene desplegada la Minurso en El Aaiún, reconocen aún la soberanía marroquí sobre un territorio que en la práctica 'solo' administra, con una administración posesiva que denuncian la RASD y sus aliados, y que como ha recordado el Tribunal de Justicia Europeo en el contencioso agrícola, no puede beneficiarse, al menos no todavía mientras permanezca la actual indefinición sobre los derechos de 'propiedad', del comercio de sus riquezas naturales, en sentido amplio.

El ministro de Exteriores español, Alfonso Dastis, ha tratado de tranquilizar al Gobierno canario y ha asegurado al presidente Clavijo que esta extensión unilateral, que no ha sido reconocida por los organismos internacionales, y cuyo proceso puede durar años, no afectará a la mediana ni a las aguas interiores del Archipiélago; pero es que hasta la fecha el Gobierno español no ha llevado la precisa delimitación de las aguas canarias, cuyo texto legislativo a propuesta del Parlamento de Canarias se aprobó en el Congreso en 2009, a las leyes internacionales, a través de la Organización Marítima Internacional y la ONU, y al acuerdo de Montego Bay.

"No ha habido talla", sentencia Segura Clavell. El temor en las Islas es que la extensión de las aguas marroquíes pase en medio de Gran Canaria y Tenerife, donde hay un espacio fuera del mar territorial de 12 millas, en aguas internacionales dedicado al 'paso inocente' de buques extranjeros.

La consideración de Canarias como territorio europeo sin duda fortalece la situación de España en esta zona del Atlántico de altísimo interés estratégico para la Unión Europea. Y más ahora, en las actuales circunstancias de la geopolítica árabe y africana en general.

A pesar del 'paso inocente', el problema es que la historia demuestra que nunca una decisión de tanto calado internacional y con tantos factores de riesgo es inocente ni casual.