Despacito, despacito, para que Trump se brasee bien en su salsa

Despacito, despacito, para que Trump se brasee bien en su salsa

EFE

Me comentaba una buena mujer que ella creyó sinceramente en que todo lo que se decía de Donald Trum, desde que presentó su candidatura a la presidencia de EEUU era mentira. "Se trataba de un importante hombre de negocios, un millonario famoso, ¡hombre!, un poco vanidoso, eso sí, no se puede negar, pero que había conseguido grandes éxitos empresariales. Pero poco a poco su carácter me ha desconcertado bastante. Creo que hasta puede que le falte un tornillo, fíjese usted. Estoy desorientada, la verdad".

Naturalmente, no le pude llevar la contraria. Eso sí, puntualicé algún extremo.

El tener éxito con los negocios y con la especulación financiera no significa ni ser un buen empresario ni estar capacitado para algo que no sea estrictamente su área de conocimientos (presuntos), que incluso puede ser el arte del trilero, para el que hacen falta habilidades para el engaño, dotes de psicología, cálculo intuitivo de probabilidades, dominio de la escena teatral... No es oro todo lo que reluce en la Trump Power.

Casualmente, estos días ha vuelto a saltar a la actualidad la historia de un pícaro español engañabobos y engañalistos que levitaba en olor de santidad y que se vendió como víctima de la intrínseca maldad socialista y atea. Se llamaba José María Ruíz Mateos, era del Opus Dei, se daba sonoros golpes de pecho con gran aspaviento, tenía una amplia prole, una santa abnegada y emprendía negocios que parecían bendecidos por Dios.

Hubo muchos ingenuos que le creyeron, como creyeron a otro vivales, Mario Conde, o a Rodrigo Rato, el del milagro español (y tanto), que se proclaman en primera instancia perseguidos por la puta envidia.

Ruiz Mateos se dedicó a la charada, a amenazar a Boyer... Un clown, como su colega Trump, o como Berlusconi, o como tantos otros. En las ferias de pueblo, mientras un ladronzuelo toca el pandero, el otro te mete mano en la cartera. Así que el fundador de la Rumasa quebrada y expropiada creó ¡una Nueva Rumasa!... y volvió a burlarse de los crédulos que se tragaron la trola de la persecución política y religiosa.

Estos días, mientras Trump hace el ridículo internacional, que es una forma muy dolorosa de empezar a morir, y abre las compuertas de su país para una nueva rapiña organizada por la asociación de codiciosos que acabe en otra gran depresión (económica y psicológica), los hijos de Ruiz Mateos vuelven al banquillo de los acusados, y, ya el colmo de la hipocresía, las pruebas de ADN confirman que el patriarca tenía una amante y una hija extramarital.

Por una parte, Donald Trump, que cada día se parece más al personaje de Walt Disney, ha roto todos los consensos que desde la II Guerra Mundial han marcado las relaciones entre EEUU y Europa, y como "no hay mal que por bien no venga", se ha formado otro gran consenso europeo.... En solitario, sin el amigo americano, que ya no lo parece.

El actual presidente USA es un personaje extremadamente peligroso, veleta, vanidoso, pueril, que ignora todos los temas profundos y las normas que rigen las complejidades de las relaciones internacionales, al menos desde la Paz de Westfalia (1648). De este tema bien podría preguntarle a uno de los grandes expertos mundiales, el profesor Kissinger. Sin embargo, sería un intento de aprendizaje vano. Su capacidad cerebral es un serio inconveniente. Los 140 caracteres de un tuit parecen incluso demasiado para que hile un razonamiento.

Si bien el mundo entero creyó que el animal (irracional) que lleva dentro iba a ser domesticado por el entorno de la Casa Blanca, el establishment washingtoniano, aunque un tigre se críe entre ovejas, sigue siendo un tigre. Trump, como se ha visto, es un hombre de pocas ideas, de las que un alto porcentaje son puerilidades y otras mendaces falsificaciones, pero muy firmes.

Los europeos desconcertados por la crisis, contaminados por la intoxicación de los populismos que aprovechan las brechas de la desesperación, han recibido nuevos empujones para recuperar su fe en el proyecto que ahora podría llamarse 'Europa es lo primero'.

Desde que anunció su candidatura, no se desprende del doble anzuelo de pesca emocional y falso patriotismo con el recurso de sus dos jaculatorias o mantras: "America First", y "Make America great again". Pero si EEUU de América ha sido y es grande, lo ha sido por sus relaciones internacionales. Lo comenzó a ser desde que el mundo apreció, al poco tiempo de su nacimiento como nación, que estaba emergiendo una potencia, un nuevo Imperio, que modificaría el statu quo, marcado por el Viejo Continente. Este lema tuitero compulsivo ha resultado ser un ariete con el que demoler todas las autopistas de entendimiento y relaciones trazadas por Norteamérica en más de dos siglos con el mundo entero.

Jefferson, tercer presidente, inició una política de seguridad en aguas lejanas cuando envió a un escuadrón de fragatas contra el rey de Trípoli que amenazaba la seguridad del comercio en el Mediterráneo. En una carta a James Madison (cuarto presidente), veía el futuro: "Dentro de unos años, la elección de un presidente americano tendrá para determinadas naciones de Europa más importancia que la que jamás tuvo la elección del rey de Polonia". Eso significa algo.

Luego, la doctrina Monroe (quinto presidente), "América para los americanos" (elaborada empero por John Quincy Adams, después sexto presidente), ha dejado claro que nunca EEUU, salvo en los momentos de su construcción, de las guerras indias y de la adquisición de territorios -por compra, engaño o fuerza- se ha resignado a mirarse el ombligo... durante más tiempo del imprescindible. Ahí está el destino manifiesto y la propia significación del monroísmo. Que nadie ajeno, o sea, que ninguna potencia (entones europea) penetre en el área de influencia geográfica norteamericana, su famoso patio trasero...

Trump, un niñato mimado, banal hasta el colmo, malcriado, agresivo, misógino, empezó su actividad diplomática –aunque diplomacia y Trump sean términos antagónicos- rompiendo moldes y modales. Ya apuntó maneras con la distinta forma de escenificar el plató en que ha convertido el Despacho Oval, con abundancia de morritos que le acercaban a los esquemas de ciertas taras mentales, su concepción de quieçees eran los buenos y quiénes los malos, quiénes los indiferentes para el inquilino de la Casa Blanca, y emprendedora familia.

El trato maleducado con el que recibió a Angela Merkel –probablemente un afloramiento subconsciente de un complejo de inferioridad y resentimiento, pues su abuelo se fugó de Alemania para no hacer el servicio militar- y sus clamorosas ignorancias sobre la UE, sus relaciones oscuras con la Rusia de Putin, un Rasputín forjado en la KGB eran síntomas preocupantes de que no contaba con los hervores necesarios. En la OTAN y en el G7 rompió con todo y con todos. Fue como un extraterrestre. Merkel lo resumió con crudeza: ya nadie puede confiar como aliados honestos, ni en EEUU ni el Reino Unido.

Demostró hasta qué punto le mueve la envidia: ha integrado en su multicolor y pintoresco eje del mal incluso a uno de sus socios principales en Europa, Alemania. "Alemania es mala", dijo con lenguaje infantiloide e inmaduro ("mamá, mamá, un niño malo me quitó la pelota"), refiriéndose al dinamismo comercial de la gran potencia económica de la UE. Tema en el que ha insistido vía tuit, convertido en la primera edición de madrugada del boletín oficial. Que Alemania gane dinero a costa de Estados Unidos le parece intolerable; por ejemplo, que venda "millones de coches"..., pero eso es exactamente lo que hace su país con el resto del mundo.

Todo el oro que toca lo está convirtiendo en basura. Trump ya ha conseguido un efecto secundario imprevisto: que Angela Merkel diga a sus socios europeos que, visto lo visto, Europa ha de tomar en sus manos, solo en sus manos, su destino. Esta puede ser la ayuda que necesitaba el europeísmo para compensar, desde este lado del Atlántico, la doctrina Trump de "América es lo primero".

Los europeos desconcertados por la crisis, contaminados por la intoxicación de los populismos que aprovechan las brechas de la desesperación, han recibido nuevos empujones para recuperar su fe en el proyecto que ahora podría llamarse 'Europa es lo primero'. El eje franco-alemán ha aprovechado la ocasión para relanzar esta idea fuerza, recuperando de paso el impulso social.

Así que es mejor no tener prisa para que las Cámaras echen a Trump por la puerta trasera. Es mejor que sea despacito, despacito, bien horneado en su salsa. Para que la Unión Europea tenga tiempo de rearmarse moralmente y volver a suscitar la confianza de sus ciudadanos, y cumplir con la misión de sus padres fundadores: como resumía Javier Solana en una entrevista de diciembre de 1998, todavía secretario general de la OTAN y ya Mister PESC casi in pectore: "Europa debe dejar de ser escenario para ser actor". Que viene a ser como el cimiento de lo que ahora propone la poderosa canciller.