El 'iglesismo'... ¿ha perdido el tino o la vergüenza?

El 'iglesismo'... ¿ha perdido el tino o la vergüenza?

El chantaje con el rodeo al Congreso, disfrazado de derecho fundamental a la libertad de manifestación y de expresión, eleva al colmo la desfachatez del emergente iglesismo y comienza a atormentar y llenar de dudas elementales a ese amplio sector de votantes, y dirigentes periféricos, que está indignado, sí, y con causa, pero que no pierde la capacidad comparativa y de raciocinio.

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Foto: EFE

La vida profesional y política de Pablo Manuel Iglesias se merece ya un compendio de sus discursos, sus mejores frases, seleccionadas por gente honesta, y un pen drive de regalo -los hay a buen precio- con todo el soporte documental de audios y vídeos donde se vea, sin intermediarios, la historia verdadera que está detrás de las palabras falsas.

Desde que lo vi por primera vez en su salsa barbacoa y luego contemplé asombrado cómo este profesor de la Universidad Complutense adoctrinaba y jugaba a indios y vaqueros con sus alumnos, organizando escraches fascistas a oradores invitados por las autoridades académicas... encontré una notable relación de semejanza con un poema trágico lleno de ironía de Espronceda. Se llama La desesperación. Lean estas estrofas, por favor, e imaginen que el bardo, con coleta, faz y gesto de duende maligno del bosque es Pablo Manuel Iglesias, el siempre cabreado practicante del cuanto peor, mejor.

"Me gusta ver el cielo

con negros nubarrones

y oír los aquilones

horrísonos bramar,

me gusta ver la noche

sin luna y sin estrellas,

y sólo las centellas la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio

de muertos bien relleno,

manando sangre y cieno

que impida el respirar,

y allí un sepulturero

de tétrica mirada

con mano despiadada

los cráneos machacar (...).

Que el trueno me despierte

con su ronco estampido,

y al mundo adormecido

le haga estremecer,

que rayos cada instante

caigan sobre él sin cuento,

que se hunda el firmamento

me agrada mucho ver (...)".

Tenemos un ejemplo que representa con bastante fidelidad el ánimo que subyace en estas estrofas. La toma de aulas y espacios de encuentro en las universidades madrileñas por sóviets que se retroalimentan en la manada, dispuestos a imponer su verdad ajenos a la verdad de los demás es definida por los profesores que dirigen el estado mayor de Podemos como una muestra de "buena salud democrática".

O sea, que si un grupo de alumnos que siguen a otro profesor adversario de las tesis de destrucción democrática de este grupo de iluminados de los arrabales del resentimiento acosan, boicotean, insultan e impiden que hablen Iglesias, Monedero, Errejón, Echenique, Bescansa... ¿están beneficiando a la democracia por la aplicación del principio elemental de las cocinas de los internados de que lo que no mata engorda? Porque si es por eso, no creo que haya problemas. Mucha gente está pasando del estupor al susto, y en modo susto ya analizan las posibles reacciones.

El acoso a Rosa Díez, a Felipe González, a Juan Luis Cebrián, o a prestigiosos profesores que han sido boicoteados y amedrentados por su ideología entra de lleno en el ilícito penal.

El chantaje con el rodeo al Congreso, disfrazado de derecho fundamental a la libertad de manifestación y de expresión, eleva al colmo la desfachatez del emergente iglesismo y comienza a atormentar y llenar de dudas elementales a ese amplio sector de votantes, y dirigentes periféricos, que está indignado, sí, y con causa, pero que no pierde la capacidad comparativa y de raciocinio. En realidad dónde tenía sentido la protesta y todos sus lemas, letanías y pancartas y dónde tenían que comprobar la buena salud de la democracia era en Caracas. Los disparates y malcriadeces enhebradas por el jefe podemita en el debate de investidura suscitan un dilema: o se ha perdido el tino o se ha perdido la vergüenza.

El suceso del 'escrache' a las Cortes, porque eso fue lo que ocurrió en las calles adyacentes en el acto de la investidura aunque vestido de celofán con lacitos de seda -no digo episodio ni anécdota, porque por su entidad y características sobrepasa estos términos- tiene unos cíclicos antecedentes previos que denotan una peligrosa desviación del comportamiento democrático: el ataque sistemático al espíritu de la autonomía universitaria por parte de pandillas organizadas que la entienden como un esperpento moldeable a su voluntad, curvando el espejo.

La autonomía universitaria trata de proteger (y esto se entiende sobre todo en situaciones de dictadura o deriva autoritaria) el ejercicio docente e investigador de condicionamientos externos, pero siempre dentro de unas reglas, de un marco bien definido y delimitado por la Constitución y por la LOU. Y como es obvio, estos condicionamientos no provienen exclusivamente de alguien predeterminado, programado para ello apenas nacido.

Podemos es un partido político como los demás, eso sí, con unas peculiaridades no siempre bien adaptadas a los usos democráticos que conocemos. No tiene privilegios sobre el resto, y ha de acatar las reglas del juego. El acoso a Rosa Díez, a Felipe González, a Juan Luis Cebrián, o a prestigiosos profesores que han sido boicoteados y amedrentados por su ideología entra de lleno en el ilícito penal, a pesar de que se tape el delito o la falta de ética con el argumento de la autonomía universitaria: la autonomía universitaria no es una burbuja que sitúe a los campus y aulas fuera de la protección de los derechos constitucionales. Por el principio de los vasos comunicantes, si la Constitución abandona un espacio, ese espacio lo ocupan las fuerzas de signo contrario.

Y ya que empezamos este post con Espronceda, terminemos con Larra. Muchos cementerios, como el de Vegueta, en Las Palmas, tienen en su frontispicio estos versos del escritor:

"Templo de la verdad es el que miras

No desoigas la voz con que te advierte

Que todo es ilusión menos la muerte".

Porque todo puede ocurrir. Cada vez que tengo que ir a un entierro allí, aprovecho para hacerle ver a la gente importante, engreída salvo excepciones, la cantidad de personas imprescindibles que están igualadas por las cruces o los nichos o el progresivo abandono. Y cuya inmortalidad en las páginas de la historia ya no depende sólo de los cronistas de corte y aduladores de ocasión, lo que suele llamarse la comedia social, sino de la memoria que guarde internet y San Google bendito.