La homeopatía no cura la corrupción

La homeopatía no cura la corrupción

EFE

Mariano Rajoy huyó, cuando aún estaba a tiempo de hacerlo, de provocar una catarsis (del griego, purificación) en el momento en que empezaron a amontonarse en los juzgados los sumarios de corrupción. Prefirió la pachorra, que se le supone innata, de un señor de Pontevedra y que ejerce de gallego de caricatura.

Observaba desconfiado, y con una sonrisilla perversa, los nervios desatados en el PSOE tras la defenestración del secretario general Pedro Sánchez. La mayoría del Comité Federal, los llamados barones, que representan a las bases del partido, creyeron que el varias veces derrotado en las urnas líder socialista los llevaba proa al marisco con buen viento de popa. Ante la certeza de un naufragio, para el que Pablo Manuel Iglesias colocaba faros de mentirijillas para disimilar los bajíos, el máximo órgano del PSOE entre congresos eligió la cirugía en vez de la aspirina.

Mariano Rajoy, no. Él siempre ha defendido que el tiempo es un curalotodo infalible. Desde su más tierna infancia política, en su Galicia natal, ha defendido principios generales tales como la trasparencia como método para impedir los chanchullos. Pero en política, a las palabras que no salgan en el BOE, se las lleva el viento. E incluso si salen, estos remedios pueden ser anulados por los efectos secundarios de dos ingredientes: la defensa del castillo frente a los ataques exteriores y el uso del poder y de sus tentáculos para, una vez estallado el conflicto, minimizar los daños. Por ejemplo, cambiar a jueces atrevidos y a fiscales insumisos y enviar avisos a navegantes por esos mares procelosos.

El problema es que el Partido Popular desoyó todas las señales de alarma. Antes de que el iceberg destruya al barco, la meteorología aconseja prudencia. Por no atender a las señales y a la prudencia se hundió el Titanic. Si el capitán hubiera estado en su sitio y no se hubiera producido una cadena fatal de errores, aquel buque insumergible sería uno más en la historia de la navegación. Desde luego, no habría sido musa de novelas, historias y películas.

Durante los últimos años, al iniciarse el sarpullido de las imputaciones más graves, el cuadro de dirigentes populares fabricó una manoseada teoría conspiranoica. Simple homeopatía: "Esto no es una trama del PP, sino una trama contra el PP". Puede que fueran las dos cosas, una trama del PP y una trama contra el PP desde dentro del PP. El efecto placebo es lo que tiene: dura poco.

Ese argumento se completaba con otro, igualmente falso porque era una mentira tres cuartos: "El único partido condenado por financiación ilegal es el PSOE". Lo era, es cierto: Filesa. El juez Marino Barbero, que de la nada saltó a la fama y luego volvió a la nada, llegó a imputar a cincuenta personas en una especie de causa general; al final sólo 12 acabaron en el banquillo, hubo ocho condenados a prisión y de ellos, tres cargos socialistas: un senador, un exdiputado del PSC y una empleada de confianza.

Y, en efecto, esta es la parte de verdad, fue un caso de financiación irregular para hacer frente, mayormente, a los gastos del referéndum de la OTAN, llevado adelante en solitario por el PSOE.

Olvidaban sin embargo los estrategas populares que ellos tuvieron un caso idéntico, el Naseiro, descubierto por casualidad en unas escuchas ordenadas por un juez a un hermano del concejal valenciano Palop por un supuesto asunto de narcotráfico. Tras descubrir la policía que se cruzaba un intento de financiación irregular y cobro de comisiones, llegó a juicio, pero el TS, al ser aforado uno de los presuntos, anuló las pruebas.

Durante demasiado tiempo, en la España de la burbuja, el hacerse rico con el engaño, la especulación, el tráfico de influencias y la burla a Hacienda ha estado bien visto.

Las cintas fueron destruidas, pero pueden escucharse en internet. Que un abogado buen conocedor de las triquiñuelas jurídicas como Federico Trillo consiguiera evitar el juicio y la condena mediante la anulación de las pruebas por aparentes irregularidades formales no hace desaparecer el hecho.

Esa impunidad sembró la semilla del mal gobierno. Bajo el paraguas del cobro de comisiones, se creó una extensa red de sinvergüenzas que se quedaban con una parte de la tajada, o con la tajada entera. Y claro, como en cada episodio el PP salía en tromba a defender su inocencia, y su pureza, y su altruismo -"Sé fuerte, Luis"-, los delincuentes creyeron que eso les iba a durar siempre, y la dirección del partido, sencillamente, fue pasando página.

"Es una trama contra el PP, no es una trama del PP", "es una maniobra socialista".... Si pensaran en el pasado.... En realidad, el caso Filesa del PSOE fue consecuencia de una querella presentada por el PP que dirigió el abogado Juan Ramón Montero.

Por eso, cuando el actual vicesecretario de organización popular Martínez-Maíllo trata de buscar una explicación, ora vez, en el contubernio socialista, que estaría detrás de las acciones de ADADE, (la Asociación de Abogados Demócratas por Europa) está, quizás sin saberlo, repitiendo un error fatal. Algunos socialistas, es cierto, quieren escribir una estrofa de la justicia poética que siempre amenaza a la incoherencia como la ley de la gravedad a las manzanas maduras.

Rajoy tenía que haber tomado nota de sus apuros en la entrevista que le realizó la periodista norteamericana Sara Eisen en Nueva York el 26 de septiembre de 2013 con las puertas de la Gürtel abiertas y con Bárcenas cantando el 'barbero de Sevilla'.

"¿Dimitiría usted si se demuestra que algunas de sus campañas electorales se financiaron de forma ilegal", le preguntó ella.

Recordemos la respuesta, inefable. "Hay cosas que no se pueden demostrar: no tiene sentido decir qué haría si no se puede demostrar. No hubo financiación ilegal".

Pero ya hay demasiadas evidencias de que sí la hubo. Los jueces, los fiscales y los arrepentidos lo están demostrando.

Aquellas declaraciones en Nueva York causaron sensación, y horror, en la calle Génova. Aparte de que Rajoy pensaría que mejor el plasma mientras durara, no acometió, que se sepa, una auditoría ética y moral interna, con todas las consecuencias. Eso hubiera sido una catarsis, y a las catarsis las cargan las meigas.

Es obvio que las primarias del PSOE no están siendo un espectáculo edificante, sobre todo por la parte sanchista. Pero sin duda, puestos a elaborar un ranking de actitudes morales, el espectáculo que está dando el PP, la confirmación de que la corrupción era sistémica, o endémica -y lo sigue siendo, porque las tiritas no curan la infección-, es no solo una comedia de enredos, sino toda una tragedia política: uno de los valores clave de la democracia es la ética. Y el juego limpio. Sin respeto a las reglas del juego y a la igualdad de oportunidades, la democracia entra en un proceso prostituyente.

Y pasa lo que está pasando en toda Europa cuando los políticos no están a la altura de sus responsabilidades. El mal de Europa no es la democracia, ni la Unión Europea, es que una gran parte de los políticos tradicionales han olvidado sus mandamientos, y el primero de ellos es que trabajan para el bien de los ciudadanos y su calidad de vida, y lo tienen que hacer desde hábitos saludables.

La arrogancia de una parte del PP, la encaramada al Poder, tiene además un componente mortal: la creencia del neoliberalismo simplón y depredador al que le estorba la clase media de que todo le está permitido en el gran juego del capitalismo de casino, donde la norma para prosperar y ganar la partida es el engaño, el disfraz, el trampantojo y burlar los controles.

Durante demasiado tiempo, en la España de la burbuja, el hacerse rico con el engaño, la especulación, el tráfico de influencias y la burla a Hacienda ha estado bien visto, no solo en las altas esferas económicas y en la derecha pata negra; también socialmente. Fue el peligroso encanto de la gomina y el atildamiento.

Las tropelías en la Comunidad de Madrid, que ya han enviado a prisión a los redomados cínicos Francisco Granados y a Ignacio González, Gürtel y las hazañas de Bárcenas, los fraudes y el saqueo de Bankia, las black, las sorpresas que están en modo rumor aún, la búsqueda en el vertedero de la administración desleal y golfa, lo que darán de sí los chanchullos y las prácticas corruptas en el Canal de Isabel II..., todo esto prolongará el calvario popular y el descrédito del PP, aunque la nueva ministra de Defensa haya decidido cortar con el pasado trillista, sus pompas y sus obras.

Y eso tampoco se arregla con aumentar la publicidad de Marca España. La mejor propaganda de la Marca España es la decencia, la independencia judicial efectiva, la plena autonomía con respecto a Interior de la policía judicial y de las unidades especializadas, aumentar los medios de los juzgados y fiscalías, y de la inspección de la Agencia Tributaria... y aceptar las responsabilidades políticas de una democracia.

Supongamos que la periodista de 'Bloomberg TV' le vuelve a hacer la famosa pregunta a Mariano Rajoy.

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